El desafío terrorista

El nuevo califato, SA

Combatientes del ISIL en su feudo en Raqqa  (Siria).

Combatientes del ISIL en su feudo en Raqqa (Siria).

RICARDO MIR DE FRANCIA
WASHINGTON

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En la portada del último número de la revista en inglés que edita el órgano de propaganda del Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIL), sus milicianos enarbolan la bandera negra en uno de los pasos fronterizos entre Irak y Siria. Destruyendo las fronteras de la idolatría, reza el título del llamado Informe del Estado Islámico, concebido para propagar sus gestas y reclutar yihadistas occidentales. Sus siete páginas celebran con fotografías aterradoras los fusilamientos de «1.700» soldados iraquís, a los que llama «sucios rawafifd», un término peyorativo para referirse a los chiís, y recuerda cómo las «potencias cruzadas» demarcaron arbitrariamente en 1916 las fronteras de la región. «Era solo cuestión de tiempo hasta que las opresivas fronteras del mundo musulmán empezaran a caer una a una bajo la espada de los muyahidines», dice la revista.

La milicia de Abu Bakr al Bagdhadi controla ya el noreste de Siria y buena parte de las provincias sunís de Irak. Ayer mismo decretó en esas zonas la instauración de un califato islámico  y la designación de un califa -Al Bagdhadi- «para todos los musulmanes». Pero lo que está sorprendiendo a muchos analistas, más allá de su poderío militar, es la profesionalidad que impera en su organigrama, en la gestión de sus finanzas y en su estrategia de comunicación. El ISIL funciona como una gran corporación. Publica informes anuales con estadísticas detalladas sobre el tipo de ataques y el lugar donde los lanza y tiene una estructura centralizada que emana del emir y los gobernadores provinciales.

ATENTADOS Y BOMBAS / Según el  Al Naba (Las noticias), el informe donde relata sus operaciones militares, el año pasado el ISIL perpetró 1.083 asesinatos, 160 atentados suicidas y puso 4.465 bombas en Irak. También forzó el «arrepentimiento» de «más de un centenar de apóstatas», un término que posiblemente hace referencia a los chiís, porque a cristianos y judíos parece dispuestos a tolerarlos siempre que paguen un impuesto especial. «El progreso en su campaña para controlar el territorio de Irak se refleja en las estadísticas», dice el Institute for the Study of War, que ha analizado sus 400 páginas en árabe. «La destrucción de casas, el establecimiento de checkpoints y las ciudades que dicen dominar hablan directamente del control del territorio», añade el análisis.

La obsesión por el registro de sus actividades militares se traslada también a los gastos y al personal. Así se deduce de los documentos desclasificados por el Pentágono relativos al Estado Islámico de Irak, el grupo afiliado a Al Qaeda que Al Bagdhadi pasó a liderar en el 2010, tres años antes de cambiarle el nombre para incluir a Siria (Levante), una muestra de sus ambiciones trasnacionales. En esos documentos se detalla desde el número de mujeres e hijos que tienen sus comandantes, hasta el salario de los milicianos o las pensiones que se paga a las familias de los «mártires».

COMO LA MAFIA / «Sus principales fuentes de financiación eran al principio el contrabando, los robos y lo que llaman botín de guerra, un concepto que pensamos que se refiere al dinero saqueado a los chiís», explica a este diario Patrick Johnson, uno de los analistas de los documentos en posesión de la Rand Corporation. «A partir del 2008, se vuelven más sofisticados. Maduran como organización criminal y pasan a funcionar más como la mafia». Mosul se convierte en centro de sus operaciones. Establecen gasolineras. Extorsionan a los empresarios y se aseguran un porcentaje de los contratos financiados con dinero público.

Como salario pagan poco: 41 dólares a los combatientes sin hijos. Johnson considera que nada apunta a que el ISIL haya cambiado la forma de operar de su predecesor. Pero sus fuentes de financiación se han expandido. En el norte de Siria controlan refinerías y, según algunas fuentes, venden gasolina hasta al Gobierno de Asad. En Mosul robaron más de 400 millones de dólares del Banco Central y se cree que recaudan cerca de ocho millones de dólares al mes en impuestos.

Todos estos números atestiguan su independencia económica y lo convierten en el grupo terrorista más rico del planeta. Su verdadero problema es el rigor de las leyes que aplican. Tras la toma de Mosul, en junio, Al Baghdadi emitió un decreto donde se obliga a los musulmanes a rezar cinco veces al día, se exhorta a las mujeres a no salir de casa y se amenaza a los ladrones con cortarles la mano. «No han aprendido la lección de Al Qaeda en Irak», dice Mohamad Abu Ramman, periodista del diario jordano Al Ghad y una autoridad sobre el yihadismo en la región. «Los sunís no podrán vivir mucho tiempo en esa sociedad. Por ahora se han aliado con el ISIL porque creen que está castigando al primer ministro, Nuri al Maliki, y les está devolviendo sus derechos. Pero es cuestión de tiempo que se rebelen, como sucede en Siria», añade.