La larga noche en vela

Militares turcos retienen a civiles arrodillados bajo el puente del Bósforo en Estambul, anoche.

Militares turcos retienen a civiles arrodillados bajo el puente del Bósforo en Estambul, anoche.

JAVIER TRIANA / ESTAMBUl

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A las 3.40 de la madrugada suena un estallido fuerte al paso de un avión de caza sobre el barrio de Balat, en Estambul. En casa, nos echamos al suelo y nos buscamos. Estamos bien. No se oyen destrozos, no se oyen gritos, no hay motivo para tanto susto: ha sido un avión rompiendo la barrera del sonido.

Todo ha empezado unas horas antes. Sí, son reales los tiros que se escuchan en la distancia. Al principio, pensábamos que eran los fuegos artificiales que cada fin de semana toman el Cuerno de Oro. Pero su cadencia ha variado: son disparos. Suenan las sirenas de más ambulancias de las habituales en esta megalópolis de unos 17 millones de habitantes, la ciudad más grande de Europa.

Puentes del Bósforo cerrados

Los puentes del Bósforo están cerrados al tráfico, pero poco más se sabe sobre este suceso. Estas dos arterias conectan los lados europeo y asiático de la ciudad y soportan un tráfico rodado de centenares de vehículos cada minuto. En el aeropuerto más importante del país y uno de los más transitados del mundo, el Atatürk de Estambul, los tanques rodean las salidas y se ha cancelado el tráfico aéreo. Solo los aviones ya en el aire son autorizados a aterrizar. No despega nada ni nadie durante unas horas.

El Ejército asegura tener el control del país y así lo transmite a través de la cadena estatal TRT, que han tomado. Decretan toque queda, pero la gente se echa a la calle en apoyo de Erdogan y la democracia, como el propio presidente ha solicitado en una inusual videollamada con presentadores de los espacios de noticias de las cadenas locales. Todo se hace demasiado raro. Otros medios también sucumben a la presencia golpista.

Redes censuradas

Como sucede en estos casos en Turquía, las redes sociales se ralentizan o, directamente, quedan censuradas. Estallan los rumores. Hay información muy fragmentada y la situación es tan confusa que cuesta corroborar cada dato. La línea de comunicación con la versión presidencial, al menos, está abierta. “Un pequeño grupo dentro del Ejército”, repiten todos. Son unos pocos. Todos están de acuerdo. Es precisamente esa sincronización la que hace sospechar en una noche apta para las mejores teorías conspiranoicas en un país muy aficionado a ellas.

Desde Ankara llegan noticias más inquietantes si cabe. Varias explosiones, cristales rotos, más disparos, helicópteros, ataque de blindados al Parlamento. Altos mandos militares son rehenes de los golpistas. Hay números de muertos que no se sabe muy bien de qué bando son y que no cesan de aumentar.

En los primeros compases de la noche, cuando no éramos conscientes de la magnitud del suceso, las ventanas abiertas ventilaban el sofoco del verano estambulí y una conversación se colaba desde la calle. Dos hombres intercambian información. “¿Has visto lo que pasa en Ankara?” “En Estambul están cortados los puentes”.

Son casi las cinco de la mañana y el vecindario está despierto. Los vecinos de abajo fuman en la terraza. La señora de enfrente mira a la calle, desierta. Se repiten los disparos, el paso rasante de los aviones militares. Al amanecer, la ciudad se acuesta. Parece haber vuelto la rara calma de los últimos meses.