BORN IN THE USA

El mundo de Romney

El candidato republicano a la presidencia de EEUU, Mitt Romney, junto a su mujer, y el alcalde de Varsovia (derecha), en la capital polaca.

El candidato republicano a la presidencia de EEUU, Mitt Romney, junto a su mujer, y el alcalde de Varsovia (derecha), en la capital polaca.

ANTONI GUTIÉRREZ-RUBÍ

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Romney basa su campaña en su gran -y controvertida- experiencia empresarial, pero no consigue alcanzar la imagen de comandante en jefe que tiene Obama. A pesar de tener una visión hegemónica -y desfasada- del papel de Estados Unidos. «Dios creó a EEUU para que dirija el mundo», dijo el candidato republicano a finales del año pasado, llegando a afirmar que gestará un «siglo estadounidense». Con estas declaraciones tan poco amistosas no es de extrañar que su primer viaje internacional haya sido un rotundo fracaso y una prueba más de su impericia, prepotencia y falta de preparación internacional. El candidato parece empeñado en dar que hablar, no tanto por lo que propone sino por lo que yerra. La combinación de arrogancia e ignorancia puede ser letal en política. Incluso para el poderoso candidato republicano.

En esta campaña, Mitt Romney, como ya hiciera Obama en el 2008 y con el objetivo de reforzar su imagen en política exterior, ha visitado el Reino Unido, Israel y Polonia (quería ir a Alemania pero Merkel le dijo que estaba de vacaciones). Sus asesores comunicaron inicialmente que Romney no iba a hacer ninguna declaración política de importancia. No obstante, su gira no ha sido más que el epicentro de críticas y meteduras de pata.

En Londres, el candidato tuvo que corregirse varias veces pasando del ridículo al bochorno. Ofendió a sus anfitriones al calificar la preparación de Londres para los Juegos como «desconcertante», dudando sobre su desenlace: «Es difícil saber cómo saldrá todo al final». Los comentarios obtuvieron un rápido reproche del primer ministro, David Cameron, (con insinuaciones sobre «el trabajo» que Romney había realizado en Salt Lake City en el 2002) y una respuesta directa del alcalde de Londres, Boris Johnson, quien gritó ante un público de 60.000 personas: «He oído que un tipo llamado Mitt Romney quiere saber si estamos listos. ¿Estamos listos? ¿Estamos preparados?» «¡Sí, sí que lo estamos!». Apoteosis.

En Israel tomó partido, descaradamente, por su aliado alejándose de la necesaria influencia e intermediación que se espera de Estados Unidos en la zona. Romney aseguró que «cualquier medida debe ser utilizada para disuadir a Irán» y afirmó que apoyaría los esfuerzos de Israel por defenderse -principio que también ha apoyado Obama- en caso de un ataque iraní, pero, también, contemplar un posible ataque preventivo. El remate radical fue avalar a Jerusalén como capital de Israel, rompiendo la prudencia de la comunidad internacional, que no la reconoce y mantiene sus embajadas en Tel Aviv. Los palestinos y los países árabes están irritados y decepcionados. Romney terminó su viaje con una visita a Polonia, en Gdansk, gracias a una invitación del Premio Nobel de la Paz, exlíder de Solidarnosc y expresidente del país, Lech Walesa.

«Besadme el culo»

Y allí, la hecatombe: después de un encuentro con el ministro de Exteriores polaco, Radoslaw Sikorski, y de su visita a la Tumba del Soldado Desconocido, en Varsovia, varios periodistas intentaron interpelarle sobre sus anteriores incidentes; Romney se mostró esquivo y, mientras les ignoraba dirigiéndose a su coche para marcharse del lugar, su portavoz se encaró con los periodistas con la expresión «¡besadme el culo!».

Frente al despropósito, Obama ofrece una versión del soft power (poder inteligente) combinado con dosis de dureza (Guantánamo y acabar con Osama bin Laden) y pragmatismo (fin de la Guerra de Irak). Por todo ello, ha mantenido una tasa de aprobación en el tema de política exterior mucho mayor que el que ha logrado en el ámbito económico. Veremos el peso que tiene cada factor en estas elecciones. Pero está claro que Romney no tiene, hoy por hoy, ni la calidad ni la sensibilidad para ofrecer un «siglo estadounidense» al mundo. Él, no.

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