VIOLENCIA EN ORIENTE PRÓXIMO

La muerte es una ruleta rusa

Dos niñas caminan entre los escombros que han dejado los bombardeos israelís en un barrio de la ciudad de Gaza.

Dos niñas caminan entre los escombros que han dejado los bombardeos israelís en un barrio de la ciudad de Gaza.

ANA ALBA

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En el barrio de Zaitun, en el casco antiguo de la ciudad de Gaza, retruenan las bombas que los cazas israelís lanzan cada cinco minutos en zonas algo alejadas. Pero de sopetón, el estruendo se intensifica y ensordece, las paredes tiemblan y se estremecen las ventanas, abiertas en casi todas las casas para evitar que estallen y porque el calor aprieta. Las bombas caen a tan solo unas calles.

«El lunes por la tarde pensaba que íbamos a morir. Bombardearon a unos 25 metros de casa, junto a la escuela», señala Naser al Jelda, un artista que vive con su familia en una de las estrechas callejuelas del vecindario de Zaitun.

Naser pinta sobre madera hermosas estampas de la ciudad, ornamentos para bandejas y cuadros de la Sagrada Familia que los peregrinos que recorren la Ciudad Vieja de Jerusalén le quitarían de las manos. «No los puedo vender, es imposible sacar mis cuadros de Gaza para que lleguen a Jerusalén o a Belén (Cisjordania)», lamenta. Israel no permite exportaciones de Gaza.

Centros de acogida

Naser es cristiano y suele acudir a la iglesia ortodoxa griega próxima a su hogar. Es una joya de piedra del siglo XII levantada en honor a San Porfirio en la que se reúne una diminuta pero dinámica comunidad cristiana de la ciudad. El pequeño templo linda con una de las mezquitas más antiguas y bellas de Gaza, la de Kateb al-Welaya, construida en el siglo XIV. Los dos monumentos, situados en la calle Omar Mukhtar, están separados solo por un pequeño muro y se han convertido en centros de acogida de desplazados.

«La gente empezó a llegar el domingo, tras los bombardeos de madrugada en Shayahía [barrio del este de la ciudad de Gaza donde mataron a 77 personas]. Pensaron que en la mezquita y en la iglesia estarían a salvo. Nos reunimos los representantes [de los dos templos] y nos coordinamos para acoger a los desplazados. Abrimos las puertas y entraron 600 personas, ahora son 1.000», indica a este diario el arzobispo Alexios, representante del Patriarcado griego ortodoxo en la Archidiócesis de Gaza.

En Gaza, solo quedan algo más de 2.500 cristianos de diversas iglesias, dice Alexios, que nació en Grecia, pero lleva 14 años en Gaza y antes pasó 45 en Jerusalén. «Pedimos a la gente del barrio que trajera lo que pudiera, colchones, ropa, pañales, comida y, sobre todo, agua, que es esencial. Los vecinos han respondido muy bien», explica el arzobispo. Uno de los problemas en la iglesia y el vecindario es la falta de electricidad. En casa de Naser solo hay luz una hora al día. La única planta eléctrica existente en Gaza interrumpió ayer su funcionamiento tras ser atacada por tanques israelís, según las autoridades de Gaza.

El lunes por la tarde, Alexios y su personal tuvieron que resguardar a los desplazados dentro de sus instalaciones. A las siete y media, cazas israelís bombardearon un edificio colindante con el cementerio de la iglesia, que resultó dañado. Algunas tumbas están destruidas y la pared, llena de impactos de metralla.

«Llegamos desde Shayahía el domingo. Hablamos con la Cruz Roja y nos dijeron que podíamos buscar refugio en la iglesia. Nos han acogido muy bien», asegura Shaker Jundia. La mayoría de desplazados en la iglesia son musulmanes, pero entre los que han tenido que huir de su casa se encuentra la familia cristiana Lamash. Son cuatro: padre, madre y dos hijos de 2 y 3 años.

«Vivimos en Anzar, muy cerca de la playa. Bombardearon la casa de al lado y la nuestra sufrió varios daños, se rompieron las ventanas. Cada domingo venimos a esta iglesia y les pedimos si podían alojarnos aquí», señala el padre, Ibrahim Lamash. La iglesia les facilitó una habitación con un baño.

«Aquí sufrimos todos igual, musulmanes y cristianos, todos somos palestinos», subraya uno de los guardas de la iglesia. El arzobispo Alexios lo corrobora: «Las familias cristianas sufren como las musulmanas, viven en los mismos edificios y les bombardean igual. Los que hacen la guerra tienen sus objetivos y también los que los que los apoyan», dice Alexios, que se considera palestino, además de griego.

Un total de 682 muertos

Las bombas siguen cayendo en los alrededores de Zaitun y aplastando otros puntos de la ciudad y de la geografía de Gaza. En Beit Lahia, en el norte, un chico iba desde su casa a la mezquita cuando un F16 bombardeó un edificio cercano. La metralla lo alcanzó y lo mató. Tenía 21 años y era buen amigo y compañero de instituto del intérprete de esta corresponsal. La muerte es una ruleta rusa en Gaza.

Desde la medianoche del martes hasta ayer a las seis de la tarde, los ataques de las fuerzas israelís han matado a 56 palestinos más. El número total de muertos es de 682. El de heridos, 4.250 y el de desplazados, 135.000.

La aviación israelí bombardeó ayer el hospital Al-Wafa de Gaza, tras advertir de que se evacuara. Quedaban allí algunos médicos y 14 enfermos en coma que fueron desalojados. Israel asegura que es «un centro de control de Hamás para atacar al Ejército israelí, y ha sido utilizado para lanzar cohetes».

El Ejército señaló haber descubierto 28 túneles entre Gaza e Israel y haberse enfrentado a milicianos palestinos en combates en los que perdió a tres soldados. El total de bajas israelís es de 32 y hay un soldado desaparecido al que se da por muerto.

Un trabajador tailandés murió en Israel por el impacto de un cohete y son tres los civiles fallecidos por proyectiles de grupos palestinos -unos 2.100- en 16 días de operación militar.

La tregua no parece próxima. Anoche, el líder de Hamás, Jaled Meshal, declaró que su organización está dispuesta a pactar un alto el fuego «humanitario» con Israel. Pero también dijo que no aceptará ninguna tregua que no incluya el levantamiento del bloqueo de Gaza y recordó que Hamás no se desarmará si no acaba la ocupación israelí de Palestina.