Adiós al rey que no reformó

Muere Abdalá de Arabia Saudí, que incumplió las promesas de cambio con que llegó al poder

Abdalá Abdelaziz, durante una visita oficial a Francia en 1985, cuando aún era príncipe heredero.

Abdalá Abdelaziz, durante una visita oficial a Francia en 1985, cuando aún era príncipe heredero.

ANA ALBA / JERUSALÉN

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Envuelto en dos piezas de tela blanca y sostenido por decenas de manos masculinas, el cuerpo del difunto rey saudí Abdalá, que murió a los 90 años, fue despedido ayer en la Gran Mezquita del Imán Turki Bin Abdulá de Riad en una sencilla ceremonia.

Los líderes mundiales visitarán la capital saudí para rendirle pleitesía postmórtem en tres días de duelo. Arabia Saudí es uno de los países que encabeza la lista de violaciones de los derechos humanos, pero los petrodólares pueden más.

Abdalá bin Abdulaziz se ha ido sin cumplir la mayoría de sus promesas. Llegó al trono en el 2005 pero ya tenía experiencia llevando las riendas del país desde que en 1995 el entonces rey, su hermano Fahd, sufrió un derrame cerebral.

Abdalá heredó un reino agitado por enfrentamientos entre grupos, corrupción, paro, inseguridad y terrorismo, a pesar de tener unos enormes ingresos por la venta de petróleo. Muchos de esos males persisten.

Reaccionó rápido al inicio de las revueltas en países árabes tomando medidas populistas como recortar el gasto de su gobierno para construir 500.000 viviendas de renta baja, incrementar salarios de funcionarios y asegurarse la lealtad de organizaciones religiosas.

También creó una página de Facebook donde los ciudadanos podían presentarle sus quejas y promovió la difusión de Internet y las redes sociales. Pero desde el 2011, tras el estallido de la llamada Primavera Árabe, la monarquía saudí intentó detener las críticas en las redes con intimidación y penas de prisión.

Lejanas promesas

«El rey Abdalá llegó al poder prometiendo reformas, pero su agenda quedó muy lejos de conseguir logros institucionales duraderos para los ciudadanos sauditas», indicó Joe Stork, subdirector para Oriente Medio de Human Rights Watch (HRW).

Al principio, el rey promovió la modernización del aparato estatal, alentó una modesta revisión de los derechos de las mujeres y las minorías religiosas, permitió un mayor debate en los medios de comunicación y promovió un cierto grado de imparcialidad judicial.

En el 2011, las reformas se frenaron. El Gobierno sigue controlando el nombramiento de los directores de periódicos y castiga a los saudís que critican a los miembros de la familia real, las políticas gubernamentales o a los clérigos.

Se ha procesado a activistas pro-derechos humanos y se han impuesto penas de prisión de más de 10 años por uso «incorrecto» del lenguaje en las redes sociales. El país carece de un código penal escrito y permite que jueces que encarcelen por «brujería» y por «sembrar la discordia». Leyes promulgadas durante el reinado de Abdalá incluyen disposiciones contra la ciberdelincuencia usadas para imputar a ciudadanos por tweets y comentarios en redes sociales. Y nuevas normativas antiterroristas permiten criminalizar la libertad de expresión.

No ha habido avances tampoco en tolerancia religiosa. Los chiís siguen enfrentándose a la discriminación en la educación y el empleo público, y tienen muchas dificultades para construir lugares de culto.

La mayoría del país es suní y la rama oficial es el wahabismo, una corriente muy conservadora e intolerante del islam. A pesar de haber financiado a grupos extremistas en Siria, Abdalá se unió a la coalición contra el Estado Islámico (EI), liderada por EEUU, y construye un muro en la frontera con Irak.

Abdalá consiguió un progreso muy tímido en los derechos de las mujeres. Durante su reinado abrió nuevas áreas de empleo para este sector y nombró a 30 mujeres para el Consejo de la Shura, un órgano consultivo. Sin embargo, la discriminación persiste. Se les prohibe pasaporte, casarse, viajar o acceder a la educación superior sin la aprobación de un tutor masculino y no pueden conducir.