PROTESTAS EN LÍBANO

Miles de libaneses se manifiestan contra el Gobierno en Beirut

La crisis de la recogida de la basura ha derivado en una protesta nacional que exige un cambio radical

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Miles de libaneses se concentraron este sábado en el centro de Beirut para protestar contra la "indiferencia y despreocupación del Gobierno" frente a los problemas que sufre el país, y exigir un cambio "radical" con nuevos dirigentes.

Convocados por el movimiento Apestáis, nacido en respuesta a la crisis de la recogida de la basura, los manifestantes han llegado de todas las regiones del Líbano.

Varios grupos se concentraron en el sector de Sananaya, donde está ubicada la sede del Ministerio del Interior, antes de marchar hacia la emblemática Plaza de los Mártires.

Ambulancias de la Cruz Roja libanesa circulaban por el centro de Beirut, donde las autoridades han desplegado un impresionante cordón de seguridad para evitar cualquier incidente.

Las concentraciones de protesta, que estallaron en rechazo a la falta de recogida de desperdicios, comenzaron el fin de semana pasado, cuando derivaron en unos enfrentamientos con las fuerzas de seguridad en los que cientos de personas resultaron heridas.

Jóvenes voluntarios vestidos de blanco escoltan a los distintos grupos de manifestantes para evitar la intromisión de grupos de agitadores.

Familias al completo

La concentración se celebró en un ambiente festivo con gente tocando música, entre cánticos de protesta y con la participación de numerosas familias con sus hijos.

La conocida como crisis de la basura comenzó el pasado 17 de julio cuando fue cerrado el principal vertedero de Naameh, al sur de Beirut, y concluyó el contrato municipal suscrito con la compañía Sukleen.

El movimiento "Apestáis", que fomentó las protestas, dio al Gobierno un plazo de 72 horas para responder a sus demandas. De lo contrario, amenazó con continuar las concentraciones hasta la dimisión del ministro de Medio Ambiente y la elección de un presidente.

Líbano padece también una profunda crisis política desde hace más de un año, con el Gobierno y el Parlamento paralizados por las disputas entre las distintas corrientes político-religiosas.

Estos roces han impedido la designación de un nuevo presidente del país, que debe ser de religión cristiana.