LOS DESAPARECIDOS

Material sensible en Tuzla

Una instalación forense en Tuzla identifica los restos exhumados de las fosas comunes cruzando los datos del ADN con el de las familias

MONTSERRAT RADIGALES / TUZLA / Enviada especial

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Los criminales que perpetraron la matanza de Srebrenica intentaron ocultar después su crimen. Por esto exhumaron los cadáveres de las fosas comunes originales donde habían sido enterradas las víctimas, descuartizaron los restos y volvieron a enterrar los pedazos repartidos por otras fosas comunes más alejadas del lugar. Es lo que se llama  «fosas secundarias».En un caso extremo, los expertos forenses de la Comisión Internacional sobre Personas Desaparecidas (ICMP) identificaron el ADN de un mismo individuo en cinco partes distintas del cuerpo halladas en cuatro fosas comunes diferentes. Encontrar a una misma persona en dos o tres fosas es bastante habitual.

En la ciudad de Tuzla, a 122 kilómetros al norte de Sarajevo, se encuentra una instalación de la ICMP que se creó para identificar los restos de las víctimas de Srebrenica, hallados tanto en fosas primarias como secundarias. Sigue centrada en aquella masacre de julio de 1995 (más de 8.000 varones bosníacos fueron asesinados por las fuerzas serbias) pero también trabaja en otros casos de desaparecidos.

Banco de ADN

Las familias han donado sangre y así se ha creado un banco de ADN que permite cruzar la información con el ADN que se extrae -a veces no sin dificultad, debido al deterioro y el paso de los años- de los restos hallados en las fosas.

El Proyecto de Identificación Podrinje (PIP) -que así se llama la instalación tomando el nombre de la región del este de Bosnia donde se concentran estas fosas- es un centro moderno y cuenta con una cámara refrigerada donde se almacenan en bolsas los restos exhumados. El hedor en esta cámara es difícil de olvidar. Peor era a finales de los 90 y principios del 2000, cuando los forenses del Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia, que fueron los primeros en abrir fosas, almacenaban los restos exhumados en dos túneles excavados en una colina vecina al lugar que hoy ocupa el PIP.

Una vez los forenses del PIP limpian los restos y extraen el ADN envían la información a la División de Identificación y Coordinación, perteneciente al mismo proyecto y que cuenta con unas oficinas más amplias en la misma Tuzla. Allí están todas las fichas de la información proporcionada por las familias.

Por allí han pasado 91.000 muestras de sangre. «Cada ficha es una entrevista a un familiar. Una misma persona puede tener varios familiares desaparecidos», señala Edin Jasaragic, jefe de la citada división. «Soy de Tuzla. Empecé con esto en 1998. Trabajaba para Médicos por los Derechos Humanos», explica.

La antropóloga forense Dragana Vucetic, que trabaja en la primera instalación, donde está la cámara mortuoria, no es de Tuzla, sino de Sabac, una ciudad de Serbia a orillas del río Sava y a unos 30 kilómetros de la frontera con Bosnia.

Cuando ocurrió la masacre de Srebrenica, Dragana tenía solo 14 años. Creció en el ambiente imperante entonces en Serbia de negar el genocidio de Srebrenica. Era una adolescente y no debió prestarle mucha atención. «En aquella época había en mi país muchos refugiados serbios y los medios de comunicación solo daban una versión. Mucha gente aún niega ahora la matanza porque no quiere afrontar la realidad», asegura.

Poco podía imaginárselo aquella niña de 14 años, pero ahora trabaja a diario con las pruebas más evidentes de aquel genocidio. «Vine aquí en el 2004, cuando acabé la universidad. No busqué explícitamente este trabajo; no conocía los detalles. El trabajo me encontró a mí». Evita el contacto con las familias de las víctimas por el riesgo de herir susceptibilidades.