Horror en la capital siria

Masacre química en Siria

Cadáveres de niños en el ataque químico, ayer.

Cadáveres de niños en el ataque químico, ayer.

MARC MARGINEDAS
BARCELONA

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«El gas llegó a Arbin a las cinco de la mañana; la gente empezó a quemar madera y basuras (para neutralizar los efectos del gas). Solo en Arbin, 75 personas han muerto; sus cadáveres estaban azulados y las caras y bocas cubiertas de secreciones y espuma».

Así comenzaba ayer su relato desde Arbin, localidad dormitorio en la periferia este de Damasco, Abú Ahmed, apodo que esconde la verdadera identidad de un activista sirio vinculado a la oposición con el que ayer contactó EL PERIÓDICO a través de una red social. Pese a que Arbin no fue directamente alcanzada por el supuesto ataque químico lanzado desde posiciones del régimen de Bashar el Asad, sus habitantes sí sufrieron los efectos de la nube tóxica procedente de la vecina población de Zamalka que, junto con Ain Tarma y Jobar, localidades todas ellas también en la periferia capitalina, fueron bombardeadas alrededor de las 2.45 horas de la madrugada por misiles cargados, a tenor de los síntomas constatados, con gas sarín, un bombardeo que, siempre según fuentes opositoras, causó la muerte a centenares de vecinos en la zona, puede que incluso hasta 1.300.

«A las cinco de la mañana fui a la clínica; allí vi a 55 cadáveres», continúa Abú Ahmed con su explicación, antes de reconocer, durante la conversación, que en el ataque había perdido a un familiar: una prima que pereció en Zamalka. Solo en Arbin, apunta el activista, «han muerto 17 mujeres y 37 niños».

La cincuentena de heridos que se registraron en Arbin fueron trasladados «a un dispensario» -precarias clínicas rodantes instaladas por los rebeldes en las zonas bajo su control- en el que trabajan «solo tres doctores», explica Abú Ahmed. «Se ahogaban y segregaban espuma por la boca», relata. «Nos faltan medicinas y equipamientos médicos. No tenemos máscaras antigás», continuó. «El estado de ánimo en la ciudad es una mezcla de indignación y temor; quieren una venganza, una respuesta, cualquiera», resumió el activista ayer tarde, quien, pese al temor a que se reprodujera el ataque en la noche en ciernes, no iba a buscar refugio en un lugar seguro.

EL MÁS MORTÍFERO / Las cifras de muertos oscilaban entre el medio millar y los 1.300, según las fuentes citadas, lo que, de confirmarse, convertiría al presunto ataque químico de ayer en la periferia de Damasco en el más mortífero en décadas del que se tiene noticia, en concreto desde 1998, cuando el régimen de Sadam Husein bombardeó a la población kurda de Halabja, matando en el acto a entre 3.200 y 5.000 personas y causando graves secuelas que acabarían costando la vida a varios miles más.

El balance de víctimas oscilaba según las fuentes, y fue incrementándose con el paso de las horas. Al principio, se hablaba de dos centenares de muertos, aunque después, a primera hora de la tarde, el Observatorio Sirio de los Derechos del Hombre, informó, a partir de los datos recabados en las clínicas en los barrios de la periferia de Damasco controlados por la oposición, que la cifra de fallecidos ascendía a 494, el 90% de ellos como consecuencia del gas. La Coalición Nacional Siria elevó poco después la cifra de víctimas a 650. Algunas informaciones fijaron la cifra final en 1.300 personas.

El Gobierno en Damasco se apresuró a negar de forma tajante las acusaciones. El ministro de Información sirio, Omran al Zoubi, aseguró que las informaciones eran «ilógicas y fabricadas». Un oficial militar intervino en la cadena estatal de la televisión siria para desmentir unas acusaciones que tildó de síntoma de «histeria y confusión» que envuelve a la oposición. El presunto ataque se ha producido justo tan solo tres días después de que llegara a un hotel de Damasco, a unos siete kilómetros del lugar de los hechos, una misión de la ONU encargada de investigar las acusaciones de empleo de gases venenosos que tanto el Gobierno como los rebeldes se han venido cruzando en los últimos meses.

Arbin, Zamalka, Duma, y Ain Tarma son poblaciones dormitorio de tamaño medio, con decenas de miles de habitantes, situadas al este de Damasco, junto al anillo de circunvalación que rodea a la capital. Desde el verano pasado, se hallan en manos de la oposición, y han sido escenario de sonadas masacres. Hace más de un año, un artefacto explotó al paso de un cortejo fúnebre en Zamalka, causando 72 muertos.