Análisis

Mártir, pero no vencido

ROSA MASSAGUÉ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Silvio Berlusconise considera el mártir de lo que él mismo ha llamado «la guerra de los 20 años», una guerra que le habría declarado el sistema judicial italiano y concretamente los fiscales comunistas y las fiscales feministas. Durante dos décadas, ha sido protagonista de 34 procesos judiciales. Hasta ahora siempre había salido de rositas de todas las causas.

Su entrada en el terreno de la política a principios de los años 90 y su escalada a la presidencia del Gobierno no tenían otro objetivo que el de salvarse de este rosario de procesos. Y con todo tipo de triquiñuelas legales lo había conseguido. Hasta este jueves.

Por primera vez en su larga procesión por distintos tribunales le ha caído la primera condena en firme después de que el Tribunal Supremo confirmara las sentencias en primera y segunda instancia por un delito de fraude.

Primera derrota pues, peroBerlusconi,que ahora deberá renunciar al título deCavaliere,no es un tipo que se dé fácilmente por vencido. Su mensaje televisado a todo el país tras conocerse la sentencia del alto tribunal mostraba a un Berlusconi cabreado, reivindicativo de su acción política y empresarial. Parecía a punto de hacer pucheros, pero si algo dejó claro es que ahí sigue, dispuesto a batallar hasta el final y lo hará por varios motivos y todos de mucho peso.

El primero, sin duda, es la salvación de su imperio para lo que necesita seguir vivo en la política y podría muy bien ser que lo que no aclaró el Supremo, que es su inhabilitación para el ejercicio de cargos públicos, acabe resolviéndose a su favor.

El estafador convicto sabe también que en Italia no hay más derecha que la suya. Sin su personalidad, el conservadurismo italiano sería hoy por hoy un puzzle de infinidad de piezas que nunca encajarían.

Un ejemplo ahora mismo de esta desintegración se está produciendo en el centroderecha, en la formación que encabezaMario Monti, a la greña con los democristianos.

El ex-Cavalieretambién conoce bien a la izquierda, dominada siempre por pulsiones suicidas aún ganando elecciones. Y lo que sin duda sabe es que una parte importante de los italianos están con él, le creen a pies juntillas, le adoran y le seguirían dando su voto. Es una ciudadanía a la que no le parecen estrambóticas ni sus constantes referencias al enemigo comunista ni su discurso tan y tan simplista.

Al magnate, lo que menos le preocupa es ocupar su escaño en el senado con una condena a cuestas por fraude. Por el contrario, a la izquierda debería sonrojarle tener por socio a un delincuente convicto. Pero la crisis resulta ser la gran coartada para mantener este matrimonio político cada vez más degradado.