María José Masnou: «China está en un punto de inflexión urbanístico»

El 12 de septiembre del 2001 no era el mejor día para subir a un avión, pero María José Masnou (Barcelona, 1961) y su marido tenían una misión en China. Iban a buscar a una niña en un orfanato de Changsha, la capital de la provincia de Hunan. Volaron el día después de los atentados del 11-S. Noe, que tiene ahora 15 años, fue una puerta abierta al país asiático, en el que esta arquitecta, su madre occidental, acabó centrando su tesina de un máster sobre Asia Oriental. Entender las transformaciones urbanas actuales desde el estudio de la ciudad de Hangzhou (capital de Zhejiang) fue su cometido.

¿Por qué eligió la ciudad de Hangzhou? Porque es uno de los pocos referentes de buenas prácticas de urbanismo en China. Ha sabido compaginar el respeto por su historia urbana y su realidad contemporánea, a tan solo 170 kilómetros de Shanghái.

¿Qué ha hecho posible que sea ejemplo? Se considera un lugar privilegiado, su lago (Xi Hu, el lago del Oeste) es Patrimonio de la Humanidad. Las referencias literarias a la belleza de la ciudad y su entorno son abundantes. Marco Polo describió Linan, antiguo nombre de Hangzhou, como la ciudad más bella del mundo. En el imaginario común, su geografía y su paisaje son míticos.

Por lo tanto, cuando se valora el pasado de un lugar y se respeta ¿madura mejor? Claro. Por eso yo reivindico la necesidad de recuperar la cultura de cada lugar y reinterpretarla según los cánones de su cultura social, que en el caso de China ni son los nuestros ni son los americanos.

¿Lo dice porque otras ciudades chinas han crecido occidentalizadas? Muchas han estado influenciadas por el concepto de ciudad dispersa, al estilo anglosajón, pero ahora China está en un punto de inflexión urbanístico. Sabe que movilidad y transporte condicionarán la urbanización en los próximos años, que construir ciudades dormitorio lejos de centros de producción no es sostenible. El trabajo de transición urbana y la calidad del paisaje urbano logrado en los últimos 30 años en España, y sobre todo en Barcelona, son referentes para ellos como ciudad compacta, más híbrida y sostenible.

¿Ha visitado alguna de las ciudades fantasmas de China? ¿A qué responden? Estuve en alguna. Son resultado del cumplimiento por parte de gobiernos locales de los cupos de construcción de vivienda que exige el país. Suelen permutar con promotores de la construcción terrenos caros céntricos por zonas edificables menos accesibles o sin servicios mínimos de habitabilidad. Otros los impulsan privados.

Los pueblos de China se abandonan como aquí, y los arquitectos parecen no amar el pueblo, sueñan proyectos en ciudades. Yo, cuando hablo de urbanismo, me refiero a un asentamiento urbano, sea pueblo o ciudad, pero es cierto que la ciudad cristaliza el espíritu de cada tiempo, es donde aparecen los problemas del futuro. Es verdad que se abandona la tierra, en España y en China. En China hay pueblos con muy baja densidad, habitados por abuelos y criaturas; los padres van a la ciudad a trabajar y malviven porque no tienen el hu kou, un permiso de residencia y trabajo interno para controlar la densidad demográfica en relación a los servicios que se les da.

Usted es cofundadora y dirige el Observatory on Urban China (www.liangsicheng-barcelona.org). ¿Qué hacen en él? Siempre de la mano institucional o académica, tratamos de crear relaciones de colaboración e intercambio. Les ofrecemos nuestro know how. Miembros del observatorio y universitarios de la UPC han ganado el segundo premio de un concurso internacional en Shanghái para reordenar la estación central de su distrito de Zhabei. Y preparamos un seminario internacional sobre desarrollo urbanístico en China.