DISTURBIOS RACIALES EN EEUU

«Manos arriba, no disparen»

Cuatro negros han muerto en el último mes a manos de la policía, además del joven Brown en Misuri La historia demuestra que la población negra ha sido injustamente criminalizada

Los choques 8 La policía arresta a unos manifestantes mientras siguen las protestas en Ferguson.

Los choques 8 La policía arresta a unos manifestantes mientras siguen las protestas en Ferguson.

RICARDO MIR DE FRANCIA
WASHINGTON

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A solo unos kilómetros de Ferguson (Misuri), donde prosiguen las protestas por el asesinato de un joven negro desarmado a manos de la policía, otro hombre negro robó dos bebidas energéticas y unas madalenas en un supermercado. El dependiente salió a buscarlo exigiéndole que pagara, y Kajieme Powell, de 25 años, tiró las cosas al suelo. «Iba armado con un cuchillo, actuaba sin coherencia y hablaba consigo mismo», según el dueño de la tienda. Fue entonces cuando llegó la policía. «¡Disparadme, matadme!», les gritó Powell. Y eso es lo que hicieron los agentes después de que el ladrón de poca monta se acercara «a menos de un metro» de ellos blandiendo el cuchillo, según la versión oficial.

La escena ocurrió el martes a las afueras de San Luis, añadiendo más gasolina a los peores disturbios raciales de los últimos años en EEUU, desencadenados una vez más por la muerte de un afroamericano desarmado a manos de la policía. La hemeroteca guarda otros, como los de Oakland (2009), Cincinnati (2001), Los Ángeles (1992) o Miami (1989). En demasiados barrios y guetos del país, la población negra se siente perseguida por la policía y discriminada por la justicia, una percepción que respaldan los datos.

La historia

«Hay que mirar a la historia. Las personas de color han sido criminalizadas durante los últimos 150 años y la policía ha sido la encargada de aplicar esa política», dice la jurista de la Facultad de Justicia Penal John Jay, Gloria Browne Marshall. «Vivimos temiendo el momento del encuentro con la policía porque no sabes si será el último».

Solo en el último mes, cuatro negros desarmados han muerto en circunstancias parecidas a las de Michael Brown en Ferguson. Eric Garner fue estrangulado por un agente en Nueva York mientras otro le aplastaba la cabeza contra el suelo por vender cigarrillos en la calle. John Crawford fue tiroteado en Ohio después de que una denuncia alertara a la policía de que un hombre estaba apuntando a los clientes de Walmart con un rifle. El rifle resultó ser una escopeta de aire comprimido que Crawford había comprado en la tienda. A Ezell Ford lo pararon en una calle de Los Ángeles y supuestamente reaccionó «placando» a un policía. Su madre sostiene que se tiró al suelo cumpliendo con las órdenes de los agentes. Dante Parker, periodista y padre de cinco hijos, fue detenido cerca de una bicicleta aparcada. Una vez en comisaría, murió tras recibir varias descargas con una pistola eléctrica.  No hay datos sobre cuántos afroamericanos desarmados mueren cada año en encuentros con las distintas agencias de policía.

Pero según el FBI, agentes de policía blancos mataron a dos persona negras por semana entre el  2005 y el 2012. Casi un 20% tenía menos de 21 años, en comparación al 8.7% de blancos menores de esa edad. Esas estadísticas solo recogen los datos de 750 de las 17.000 agencias de seguridad de EEUU.

En un país lleno de armas, las reglas que rigen la actuación de la policía no son nada estrictas. «Los agentes pueden disparar letalmente cuando sienten que su vida o la de algún ciudadano está en peligro, de modo que la decisión queda totalmente a su discreción», explica la capitán de la policía de Denver, Tracie Keesee, en una entrevista. Toserle a un policía, desacatar sus órdenes, puede resultar fatal, como explicaba sin rodeos un exagente en una columna en The Washington Post«La cosa es así: Si no quieres que te disparen, que te den una descarga eléctrica, que te tiren gas pimienta, te den un bastonazo o te arrojen al suelo, haz lo que te dicen».

La policía de Ferguson detiene a los negros de forma desproporcionada en los controles de tráfico. El juego parece amañado y, de ahí, el grito de guerra adoptado por los manifestantes estos días: «Manos arriba, no disparen».