Mandela, el soñador de sueños posibles

Nelson Mandela es y será un mito pero también ha sido una persona con una vida privada más que difícil

Dos hombres despliegan, el viernes, un mural con el rostro de Mandela que cubre la fachada del Ministerio de Asuntos Exteriores francés, en París.

Dos hombres despliegan, el viernes, un mural con el rostro de Mandela que cubre la fachada del Ministerio de Asuntos Exteriores francés, en París. / JS/

ALBERT FARRÉ VENTURA

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Madiba, nombre clánico con el que a menudo se le llama cariñosamente, ha sufrido la muerte de tres de sus hijos, la mitad de su descendencia. En 1948 se le murió una hija de nueve meses; el hijo mayor falleció en un accidente de tráfico en 1969, cuando tenía 23 años; el otro hijo, enfermo de sida, murió en el 2005 de una enfermedad que resultó letal.

Hay que tener en cuenta el agravante de que tanto el hijo mayor como su madre fallecieron cuando él estaba en prisión -entre 1963 y 1990- y, en el caso de la madre, su petición para poder asistir a los funerales logró el resultado más tétrico posible: el silencio administrativo. No acaba aquí la desdicha, pues antes de morir Madiba aún ha tenido que enterrar a una nieta y a una bisnieta. La primera se ahogó en una piscina escolar con 7 años, la segunda, de 13, falleció en un accidente de tráfico justo el día antes de la ceremonia inaugural del Mundial del 2010.

Sin embargo, la tristeza acumulada por todas estas muertes prematuras aún puede ser más difícil de digerir si, tal como ha pasado, tus hijas supervivientes y tus nietos tienen poco tiempo para ir a velarte porque están en los tribunales, litigando por el control de tu legado material (la fundación) y el simbólico (el cementerio familiar).

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