El malestar social pasa factura a los laboristas en el Reino Unido

Los recortes de Cameron alimentan el descontento de los votantes de izquierdas

El líder laborista, David Miliband, en un acto de campaña.

El líder laborista, David Miliband, en un acto de campaña.

MONTSERRAT RADIGALES / MANCHESTER (ENVIADA ESPECIAL)

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Un crecimiento económico del 2,8% en el 2014 y una tasa de paro por debajo del 6% son indicadores que ya querrían para sí países como Grecia, Portugal o la propia España. La situación no tiene punto de comparación. Y, sin embargo, la política de austeridad y los recortes en los servicios públicos que el Gobierno del conservador David Cameron ha aplicado desde el 2010 han hecho mella en buena parte de la población.

El objetivo era reducir el déficit -6% del Producto Interior Bruto (PIB) en el 2011 y 5,4% en el 2014- a fuerza de recortar el gasto público. Pero el descenso ha sido muy modesto y el coste muy elevado: Subsidios y prestaciones sociales, como los de la vivienda, se han visto severamente limitados y servicios básicos como la educación o la sanidad han sufrido un evidente deterioro. Todo ello en un país en el que aumentan las desigualdades. Los bancos de alimentos, a cargo de la Iglesia o de las oenegés, se han multiplicado.

«Yo creo que las cifras están fabricadas. Esta es una zona de clase trabajadora; la gente tiene dificultades, especialmente los jóvenes, y los salarios no suben. El país no se beneficia de la reducción del déficit; de hecho, el déficit es mayor que cuando los tories llegaron al poder. Cinco años de austeridad no han tenido un impacto beneficioso». Quien así se expresa, con visible indignación, es Steve, un hombre que aparenta una cincuentena de años y que regenta un popular pub y restaurante en el centro de Heywood, una localidad apacible de unos 30.000 habitantes, a 12 kilómetros al norte de Manchester.

Manchester fue la cuna de la revolución industrial y la capital mundial del textil. Heywood creció a su sombra y aún puede apreciarse la silueta de un antiguo molino. Desarrolló una febril actividad industrial y minera, al tiempo que florecía el comercio del algodón. Pero hace décadas que la urbe y su periferia no son ni sombra de lo que fueron.

El feudo

Durante 35 años, la circunscripción electoral de Heywood y Middleton ha sido un feudo laborista inexpugnable. Su representante en el Parlamento de Westminster ha sido siempre un laborista. Pero este jueves puede saltar la sorpresa.

La crisis favorece el populismo y la demagogia. El eurófobo y xenófobo Partido de la Independencia (UKIP) centra sus esfuerzos en un puñado reducido de circunscripciones donde sabe que tiene posibilidades, aunque ninguna certeza, de alzarse con el triunfo. Una de ellas es Heywood y Middleton. Los laboristas ya se llevaron el año pasado un buen susto. El diputado por ese distrito, Jim Dobbin, falleció inesperadamente en el 2014 y se celebró una elección parcial para dirimir el escaño. La candidata laborista, Liz McInnes, resultó elegida pero el aspirante del UKIP, John Bickley, le pisó los talones y perdió por solo 617 votos.

El jueves McInnes y Bickley volverán a enfrentarse, con los candidatos de los demás partidos reducidos al papel de comparsas. El pulso es significativo porque se considera emblemático del descontento de una buena parte del electorado tradicional laborista. Muchos culpan también indirectamente de los recortes al partido que ahora lidera Ed Milliband por haber endeudado el país durante los 13 años (de 1997 al 2010) en que estuvo en el poder.

Pero no todo el mundo está de acuerdo. «Yo no creo que lo que pasa ahora sea culpa de los laboristas. Thatcher ya destruyó todo lo que había aquí», afirma David, un marinero de 67 ya retirado. En cuanto al UKIP afirma que «son unos fascistas, pero mucha gente les votará».

A río revuelto, ganancia de pescadores. La sede de campaña del UKIP en Heywood exhibe en sus carteles electorales eslóganes como «los laboristas han traicionado tu confianza» o incluso «los laboristas han traicionado a la clase trabajadora». Farage argumenta también que si el Gobierno no regalara millones de libras a la Unión Europea y a la cooperación internacional no haría falta recortar servicios sociales.

A sus 67 años, Bickley parece cualquier cosa menos un radical o un exaltado. Es un hombre afable y transmite su discurso pausadamente. Procede de una familia trabajadora, con apego al laborismo. No tiene inconveniente en atender en domingo a la periodista extranjera. Argumenta que buena parte de los dirigentes de los partidos tradicionales «están desconectados de la realidad» porque «nunca han tenido que ganarse un salario». Cuando se le tilda de populista replica: «No veo nada malo en el populismo». Acusa a los laboristas de haber creado «una cultura de la dependencia». «Gente con buenos salarios recibía ayudas del Estado, como el subsidio por hijo». De Cameron y los tories dice no saber ya qué defienden. Admite que «son tiempos duros» pero añade que los laboristas usan, por conveniencia política, «una retórica exagerada sobre la austeridad», no comparable a la de otros países europeos.