HISTORIA HUMANA EN EL NORTE DE CHILE

La madre póstuma

Bernarda Gallardo ha reclamado cinco bebés muertos hallados en basureros, les ha dado una identidad y los ha adoptado

Firmeza moral 8 Gallardo muestra un diario que informa del hallazgo de un bebé muerto en un basurero.

Firmeza moral 8 Gallardo muestra un diario que informa del hallazgo de un bebé muerto en un basurero.

ABEL GILBERT / BUENOS AIRES

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Esto que se cuenta es real y a la vez puede resultar inverosímil, pero de esta materia está hecho el mundo y eso lo sabe muy bien Bernarda Gallardo. A sus 57 años, cuenta que tiene una hija biológica, a la que llama la Panchi, a secas, dos hijos adoptivos, Alejandra y José, que han llegado a la adolescencia, y cinco hijos póstumos.

Gallardo, que vive en Puerto Montt, a 1.031 kilómetros al sur de Santiago de Chile, no espera, desde el otro lado del teléfono, para formular precisiones: «He acogido a los más débiles entre los débiles, los que al nacer, murieron abandonados, sin identidad y, de esta manera, tuvieron una sepultura humana».

Todo comenzó hace 12 años. Corría el año 2003 y Gallardo, que por entonces quería adoptar su tercera «guagua» (hija), se sobresaltó al leer en el diario: «horroroso drama humano». La noticia hacía referencia a una recién nacida encontrada muerta en un basurero. Al día siguiente, entró en las oficinas del Servicio Médico Legal.

«Quiero que me entreguen su cuerpo», pidió. Los funcionarios la derivaron al juzgado. «Vuelva en una semana», le dijeron. No sucedió nada. Siguió reclamando. Nada. Le preguntaban qué quería hacer con esa guagüita inerte: «Darle mi tiempo», contestó.

Iba todas las semanas al juzgado a «estar con ella». Y esa, dice, fue su manera de salvarla. «Nunca pudieron cerrar la causa». El juez finalmente autorizó a que se llevara «el cadáver N.N». A su modo, ganó la batalla: la sacó del vertedero y le dio un nombre. «La Aurora, como la llamé, fue mi aurora, mi amanecer, una iluminación. Era muy miope y, de repente, lo vi todo claro».

PRIMER BEBÉ

Un día después del funeral de Aurora, supo de otro hecho similar y volvió a los tribunales. Manuel fue el primer bebé muerto inscrito por un tercero en la historia chilena.Y para que eso no ocurriera nunca más, empapeló Puerto Montt con un cartel en cada cesto de basura municipal: «No botar guaguas». No surtió efecto. Después de Manuel, Gallardo fue al rescate de Víctor, Cristóbal y Margarita. «A ella, que apareció muerta en agosto del 2013, todavía no me la entregaron».

La historia de Gallardo tiene una historia detrás. Su bisabuela tuvo 13 hijos. Dos de ellos fallecieron de inmediato. Pero la bisabuela nunca los negó. Y esa firmeza dejó una huella en esta socióloga cuya lucha fue llevada al cine por Rodrigo Sepúlveda. Aurora se estrenó a finales del 2014 y ganó el Festival de Cine de Santiago.

«Sí, una vida de película», se ríe. Gallardo fue madre a los 17 años como consecuencia de una violación perpetrada durante la dictadura pinochetista. En ese mundo al revés, la víctima terminaba siendo culpable.

«¿Y bueno, no te gustó?», llegaron a decirle las enfermeras. Tuvo un parto muy complicado. Tras el nacimiento de la Panchi, quedó infértil. Abandonó la capital. En Puerto Montt se enamoró y decidió ampliar su familia. Y sucedió lo que sucedió aquella mañana en la que leyó el diario.

«Como la autopsia decía que los bebés habían respirado, podían ser inscritos, tener el derecho a certificado de nacimiento, a identidad legal. En el caso de Aurora, los pájaros le habían comido sus interiores y no se pudo establecer si había nacido viva o muerta. Por eso, en términos legales, Aurora quedó como N.N. Pero de todos modos soy su mamá póstuma. Es la tercera hija adoptiva que nunca tuve».

PORTADAS DE DIARIOS

Gallardo llegó a las portadas de los diarios y revistas de Chile. Pero, a pesar de la repercusión noticiosa y de la película, dice que «todo sigue igual, o incluso peor». Lamenta que no se haya hecho casi nada en favor de una ley que atenúe el infanticidio y despenalice la decisión de las mujeres de dejar en los hospitales a sus hijos no deseados, preservando su anonimato.

La Ley contra la Discriminación, promulgada años atrás, tampoco incluyó el problema que la desvela. «El Instituto de Derechos Humanos defiende a los travestís, a los homosexuales, a los alcohólicos, y eso está muy bien, cómo negarse, pero no asume la cuestión de los nacidos arrojados a la basura porque, eso me dijeron, no provoca conmoción pública. ¿Le parece? Por eso decidí llevarlo a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)».

Durante la dictadura, formó parte de la agrupación Mujeres por la Vida. Décadas después, ya no se trata de reclamar por las víctimas del terror estatal. Pero cree que hay una línea que, en su caso, une el pasado con el presente: «Yo defiendo a estos niños con la misma vehemencia que lo hacían las madres de los detenidos desaparecidos». Su voz, antes de colgar, mostró una firmeza imperturbable.