Los iranís, optimistas tras el fin de las sanciones

ANTONIO BAQUERO

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Mohammadi Tahiri hace 45 años que abrió su tienda de trajes de hombre. Tras su pequeño mostrador, este sexagenario que interrumpe su rezo para atendernos ha sido testigo de toda la historia reciente de Irán: vio reinar al Shah y lo vio caer, vio llegar al imán Jomeini que, aupado por las masas, instauró la República Islámica y, tras la muerte de este, vio tomar el relevo a Alí Jamenei, el actual líder supremo. Entretanto, contempló  toda la sucesión de presidentes reformistas y conservadores que se han ido turnando al frente del país. Todos estos años después, tras su mostrador, entre rezo y rezo, entre venta y venta, el señor Tahiri sigue mirando. Y lo que ve ahora le gusta. “Veo a la gente feliz y esperanzada”, sostiene sonriente a la par que afirma convencido de que el levantamiento de las sanciones internacionales tras el acuerdo nuclear “abre una nueva era”.

Tahiri expresa en su hablar optimista la euforia que vive buena parte de la población iraní desde que los expertos de la Agencia Internacional de la Energía Atómica certificaron el 16 de enero que Irán cumplía lo acordado y dieron luz verde a que las potencias occidentales y las Naciones Unidas pusieran fin a unas sanciones que estaban estrangulando la economía del país. “Para nosotros, el programa nuclear y la negociación fueron una batalla que hemos ganado y con la que hemos honrado la memoria de nuestros mártires”, comenta mientras los ojos se le empañan. Y asegura: “Se nota el cambio. A la gente se la ve distinta. Con otro espíritu. Desde que levantaron las sanciones yo… ¡hasta vendo más!”.

CUARTO EXPORTADOR MUNDIAL DE CRUDO

En Teherán abundan  los optimistas. Aunque es un lunes plomizo y la contaminación y el olor a combustible barato lo impregnan todo y aunque en día laborable los teheranís se muestran van tan a la suya como los habitantes de cualquier gran metrópoli –Teherán tiene más de 10 millones de habitantes-, basta con rascar un poco para encontrar una población esperanzada en que su vida mejore. Todos esperan una aceleración de la economía que facilite empleo a una población de 78 millones de personas –casi el doble de los 37 que tenía en 1979, cuando se produjo la revolución islámica- , que cada año pone en el mercado de trabajo a 750.000 jóvenes.

En realidad, se trata de que la promesa de Jomeini de hacer que los beneficios del petróleo - Irán es el cuarto exportador del mundo con 3,5 millones de barriles diarios- lleguen a la mesa de los pobres. Los iranís confían en que se abra una nueva era económica que traiga esa soñada mejora a sus vidas. Muchos esperen que las elecciones legislativas de este viernes confirmen ese nuevo periodo.

RECONECTARSE AL SISTEMA BANCARIO

Son gente como Alí, profesor de inglés, que está convencido de que el país vive “un momento histórico” . Alí asegura: “Todo está cambiando. La manera en que se nos ve desde Europa y Estados Unidos se está transformando. Ya no nos perciben como una amenaza. Nos ven como una oportunidad”. Pone como ejemplo los innumerables contratos que el presidente iraní, Hasán Rohani, se trajo de su gira por Italia y Francia. “Empresarios de todo el mundo quieren venir a invertir y a hacer negocios a Irán”, sostiene.

Mientras habla, se emociona y visualiza ya un Irán enganchado a la modernidad. “Nuestra economía ha de abrirse. Tenemos que importar tecnología de Occidente. Hemos de traer lo necesario para fabricar las cosas aquí. ¡Ya basta de importar de China!”, comenta. Alí espera que el sistema bancario iraní se conecte pronto con el del resto del mundo para que los extranjeros puedan usar sus tarjetas de crédito en Irán. “¡Los turistas tienen que poder pagar con tarjeta!”, clama y argumenta: “Si pudieran usar sus tarjetas gastarían mucho más”, afirma.

En el corazón del gran bazar de Teherán está el mercado del oro. En un país que es el quinto consumidor de oro del mundo y en el que la población lo emplea no solo como adorno si no como instrumento de ahorro, el ambiente que se respira en ese mercado es indicativo de la temperatura del país. Y este lunes reina una calma chicha. “Llevará tiempo, pero seguro que la situación en el país va a mejorar”, comenta un joyero. Como buen comerciante, se queja de que la situación “aún no es buena”. “Los joyeros estamos al final de la cadena económica. Si la gente empieza a gastarse más en oro, eso significa que todos los otros sectores van bien”, opina.

RECELO DE LOS BAZARIS

Los bazaris, que es como se conoce en Irán a los comerciantes del bazar, son desde la revolución islámica unos de los grandes apoyos del régimen de los ayatolás, a los que han respaldado a cambio de grandes beneficios económicos. Por eso no cuesta encontrar opiniones como la de Ahmad Maasudi, vendedor de porcelanas, que respalda sin fisuras la política lle vada a cabo por el Gobierno. “La situación ya era perfecta antes”, liquida.

Para jóvenes como Reza y Mobin no lo era. Ni mucho menos. Por eso, el primero está convencido “de las cosas van a mejorar al 100%”. A su lado, Reza asegura que se ve más movimiento económico. “El mundo e Irán deben acercarse. Es bueno para todos”, dice.

Otros, como una joven que prefiere no dar su nombre, confiesan que tienen esperanza pero reconocen que no se lo acaban de creer, que son ya demasiados reveses: “Ojalá eso pase, pero yo tengo miedo de que salga mal”.

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