China se prepara con desvelo para el despido de millones de trabajadores

Miembros de la banda militar china a su llegada al Gran palacio del Pueblo.

Miembros de la banda militar china a su llegada al Gran palacio del Pueblo. / periodico

ADRIÁN FONCILLAS

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China creará diez millones de puestos de trabajo urbanos y aumentará los fondos para subsidios y formación de desempleados con la esperanza de que el paro no supere el 4,5 %.  La prioridad de Pekín no es la mediática cifra de crecimiento económico que preocupa a los mercados internacionales sino la estabilidad social. La gravedad de unas décimas más o menos de PIB palidece ante un horizonte  de millones de parados descontentos.

Li Keqiang, primer ministro, ha desgranado durante un discurso de casi dos horas y 37 páginas en su versión en inglés los retos que afronta el país en la inauguración de la Asamblea Nacional Popular (ANP, el Parlamento chino). Un contexto internacional complicado y la factura de un cambio de patrón productivo tan doloroso como necesario han despertado las dudas por primera vez de la destreza económica del Gobierno.

Atrás los tiempos gloriosos

Los tiempos gloriosos en los que pronosticaba crecimientos conservadores que superaba con creces han quedado atrás. China avanzó que su PIB se extenderá “entre un 6,5 y un 7 %” el año próximo, matizadamente inferior al “cerca del 7 %” anunciado el pasado año. Fue finalmente un 6,9 %, el menor ritmo del último cuarto de siglo. Ahora no se dan cifras sino horquillas que faciliten el cumplimiento sin apartarse del ambicioso objetivo de doblar el PIB y la renta per cápita en el 2020.

China ha repetido que en esta fase de “nueva normalidad” no le desvela un crecimiento menguado si basta para crear trabajo. Y ahí tendrá que gestionar entre cinco y seis millones de despedidos en las paquidérmicas e ineficientes empresas públicas y otros dos millones en los contaminante sectores del acero y el carbón. Parecen suficientes para torpedear la estabilidad social que Pekín repite como un mantra. El pasado año se registraron 2.606 conflictos laborales, el doble que el anterior, según la organización hongkonesa China Labour Bulletin.

China tiene que resolver aún cómo seguir alimentando la economía cuando los sectores que tradicionalmente la han empujado se enfrentan a una reconversión y los que debían de tomar el relevo tardan en presentarse. “Los mayores retos son reducir la desaceleración económica, levantar la confianza de la gente, reconciliar los intereses del Gobierno central y los locales, continuar la lucha contra la corrupción, reducir las desigualdades, reformar las empresas públicas y compatibilizar el crecimiento económico y el medioambiente”, señala por email Oliver Rui, profesor de Economía de la escuela de negocios CEIBS.

Es habitual, incluso en aquellos años en que la economía empujaba al triunfalismo, que el balance que abre la ANP dibuje un cuadro fiel y alejado de la euforia. El discurso de Li, de tintes churchillianos, advirtió del camino pedregoso pero apuntó a la esperanza si todos luchan unidos. “Nuestro desarrollo se enfrenta a dificultades y retos más serios este año, por lo que debemos estar preparados para una dura batalla”, dijo. “China tiene unos sólidos cimientos y su economía es muy resistente (…) Si trabajamos juntos, lograremos cumplir los

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objetivos del desarrollo social y económico”, añadió.

Li también subrayó que las reformas liberalizadoras emprendidas tras la llegada de Xi Jinping al poder tres años atrás son innegociables. Sectores que tradicionalmente han sido monopolizadas por el sector público como la banca, el acero, el carbón, el gas natural, el petróleo, el transporte o las telecomunicaciones abrirán la mano a la inversión privada. También se facilitará el acceso al capital extranjero (aunque no concretó en qué industrias) y el marco normativo será “más justo, transparente y predecible”.

El Parlamento chino es el mayor del mundo y su única función práctica es sellar lo que llega del partido. Sus más de 3.000 delegados, que ayer aplaudían cuando las inflexiones de voz de Li lo sugerían , no han echado atrás ni una ley o presupuesto. Lo que la prensa oficial llama “la gran fiesta anual de la democracia” es conocido como “el gran salón del té” por la población.

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