ESCÁNDALO EN LA SANTA SEDE

Los acusados por el caso 'Vatileaks 2' aducen que querían "ayudar al Papa"

El Vaticano inicia el juicio contra cinco personas, entre ellas un sacerdote español y dos periodistas italianos, por robo y difusión de documentación reservada

De derecha a izquierda: Vallejo Balda, Chaouqui, Fittipaldi y Nuzzi, en la vista judicial, este martes.

De derecha a izquierda: Vallejo Balda, Chaouqui, Fittipaldi y Nuzzi, en la vista judicial, este martes. / periodico

ROSSEND DOMÈNECH / ROMA

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Este martes ha arrancado en el Vaticano la vista oral del proceso conocido como 'Vatileaks 2', que proseguirá con audiencias diarias a partir del próximo lunes para terminar antes del 8 de diciembre, cuando empieze el Jubileo extraordinario convocado por el papa Francisco.

La prima audiencia ha durado poco más de una hora y han estado presentes los cinco imputados, representados por sus defensores. Se trata de un sacerdote español y su secretario, una relaciones públicas italiana y dos periodistas tambien italianos. Los tres primeros están acusados de haber sustraído “documentos sobre intereses fundamentales”  y los segundos, por haberlos divulgado en dos libros. Se enfrentan a una posible pena de entre cuatro y ocho años de prisión.

Es la primera vez en la historia que un tribunal del Papa tendrá que medirse con la libertad de prensa, un concepto que no ha sido nunca plasmado en ninguna ley del Estado-Ciudad del Vaticano.

ASOCIACIÓN CRIMINAL

Según la acusación, los documentos fueron sustraídos por el sacerdote español del Opus Dei Ángel Lucio Vallejo Balda, que está detenido en el Vaticano, con la complicidad de la relaciones públicas italiana Francesca Immacolata Chaouqui -en libertad con cargos-, junto con el secretario del primero, Nicola Maio. Los tres han sido enviados a juicio por haber constituido una “asociación criminal organizada”.

A ellos se añaden dos periodistas italianos, Emiliano Fittipaldi Gianluigi Nuzzi, respectivamente del semanario L’Espresso y del grupo Mediaset, que acaban de publicar los documentos en dos libros, 'Avaricia' y 'Via Crucis'.

DEBER PERIODÍSTICO

Al final de la vista y justo en las puertas del Estado Pontificio, ambos han comentado brevemente lo sucedido en el aula de la justicia vaticana, explicando que estaban “tranquilos”, aunque reafirmando al mismo tiempo que habían realizado “su trabajo” de informadores. “Publicar es un deber de un periodista”, ha dicho Fittipaldi, mientras que Nuzzi ha lamentado que hasta en la mañana del martes no había podido nombrar a un defensor, porque debía estar acreditado ante el Vaticano.

Fittipaldi había presentado una excepción formal al juez, aduciendo que había podido leer el acta de acusación solo una hora y media antes de la vista. Ambos han subrayado tener un "cierto temor" por la sentencia,  toda vez que, en el Vaticano, no existe una ley que proteja la libertad de prensa.

AYUDAR AL PAPA

La defensa del trío acusado de robo por haber sustraído la documentación, guardada con casi un centenar de claves para el acceso, aduce que, divulgando algunos de los escándalos y trapos sucios de antes,  querían “ayudar al Papa” en su labor de limpieza.

Los libros publican documentos de una comisión (COSEA) que el papa Francisco había puesto en pie poco después de ser elegido (2013), para que hiciera una radiografía de la situación económico-financiera del Estado pontificio y de la Santa Sede, la cúpula católica.

REFORMAS EN MARCHA

A partir de las conclusiones de la misma, Jorge Bergoglio ha puesto en marcha varias reformas y ultimado las que ya había aprobado Benedicto XVI, que se caracterizan principalmente por haber unificado de forma jerárquica piramidal la economía vaticana, lo que ha sentado muy mal a algunos monseñores que, hasta entonces, administraban el dinero sin tener que rendir cuentas a nadie.

Fittipaldi ha escrito que esperaba que su libro,  “en lugar de ser colocado en el índice como en los tiempos del Santo Oficio (Inquisición), provocase una reacción constructiva de parte del mundo eclesiástico", un debate sobre las dificultades que el papa Francisco está encontrando en el camino de “una Iglesia pobre para los pobres”.