El turismo devora a Lisboa

La capital portuguesa está superada por un 'boom' de visitantes que ha repercutido en el mercado inmobiliario con subidas de precios

Turistas en Lisboa junto a la estatua de Fernando Pessoa.

Turistas en Lisboa junto a la estatua de Fernando Pessoa. / periodico

HELENA PONCINI / LISBOA

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De los 12 edificios que componen una calle cercana a la Bica, en pleno centro histórico de Lisboa, seis son alojamientos turísticos. Así lo asegura María Dantas, de 55 años y vecina de la zona, quien hace unos meses se vio obligada a dejar su apartamento después de que el dueño decidiera no renovarle el contrato. ¿La razón? Quería alquilarlo a turistas. Testimonios como el de María se escuchan por decenas en una ciudad que comienza a padecer las consecuencias de un ‘boom’ turístico e inmobiliario sin precedentes.

Hace poco más de tres años, los visitantes asiáticos eran una ‘rara avis’ en la capital lusa. Hoy, los grupos de orientales forman parte del paisaje habitual del casco histórico lisboeta. Y no están solos. Pasear por zonas como Alfama, Baixa y Chiado -tres de los barrios más emblemáticos- o subir al tranvía n.º 28 se ha convertido en toda una carrera de obstáculos en la que sortear a los centenares de turistas, de toda procedencia, que cada día recorren las estrechas calles de una ciudad visiblemente poco preparada para aglutinar en el centro grandes concentraciones de gente.

En 2015, el número de visitantes alcanzó los cuatro millones de personas, una cifra récord para una urbe cuyo centro cuenta con poco más de 500.000 habitantes. Aproximadamente tres cuartas partes fueron extranjeros, con franceses, españoles y brasileños a la cabeza, y los chinos como los huéspedes que más han aumentado en los últimos dos años: de 36.000 a casi 80.000.

Desde finales de 2012, el aumento de rutas de compañías “low cost”, el éxito de las campañas de marketing y la crisis en otros destinos tradicionalmente competidores -como Túnez o Egipto-, convirtió a Lisboa en la capital de moda. Lo ocurrido en ciudades como Barcelona y Venecia ha puesto en alerta a diferentes asociaciones vecinales que se muestran críticas con la falta de límites.

El ‘boom’ inmobiliario

“Los impuestos son más favorables a quienes alquilan a turistas que a quienes buscan un inquilino permanente”, afirma Esther Gonzalo, informática de 44 años y residente en Portugal desde hace 18. Natural de Salamanca, en 2013 decidió rentabilizar un apartamento de su propiedad alquilándolo a través de Airbnb. “Tengo amigos que vivían en Príncipe Real -una de las zonas con el metro cuadrado más caro- y han vendido sus casas porque les daban mucho dinero”, explica. 

Gracias a las ventajosas condiciones fiscales que ofrece en algunos casos, Portugal se ha convertido en una especie de ‘El Dorado’ para muchos foráneos, en su mayoría franceses. Eso, sumado a un mercado inmobiliario sensiblemente más asequible que el de otras capitales europeas, ha disparado la compra de casas que, posteriormente, son reconvertidas en alojamientos turísticos para obtener un mayor beneficio.

¿Resultado? Un aumento del precio de hasta el 40% en algunas zonas de la ciudad desde 2014 y una oferta -entre hoteles y casas alquiladas para cortas estancias- que cada vez más voces califican de desmesurada. Según la base de datos ‘Insider Airbnb’, solo en Lisboa existen más de 10.000 propiedades registradas en dicha web, y entre 2016 y 2017 está prevista la apertura de 40 hoteles que se sumarían a los 21 inaugurados el año pasado.

La identidad en peligro

Después de años con centenares de edificios a la espera de ser rehabilitados, áreas degradadas y una quietud inusual para el centro de una capital europea, la llegada de capital extranjero y una mayor afluencia de turistas fue vista con buenos ojos por unos vecinos que comprobaron cómo la ciudad se renovaba en poco tiempo y gozaba de una vida nunca antes vista en sus calles. Sin embargo, el idilio parece haber llegado a su fin.

A unos alquileres cada vez más inaccesibles, se suma la desaparición de muchos comercios locales -algunos de ellos centenarios- que dan paso a negocios hoteleros, tiendas de souvenirs, grandes marcas y restaurantes que distan mucho, en autenticidad y precio, de las tascas características de la ciudad.

Ante esta situación, el centro de Lisboa ha comenzado de nuevo a perder población permanente, una tendencia que según João Seixas, profesor de Geografía y Planificación Urbana de la Universidad de Lisboa, es urgente detener. “En necesario garantizar la vida cotidiana. Deberíamos obligarnos a pensar y reaccionar rápidamente sobre lo que está ocurriendo”. Mientras ese momento llega, María, la vecina de Bica, cuelga un nuevo ‘cartel protesta’ en su balcón: “¿Dónde viven los lisboetas?”.