NUEVO IMPULSO EN LA CASA BLANCA

La liberación de Obama

El presidente de EEUU acelera su agenda al final de su mandato pese a no contar con el Congreso

Barack Obama, en un acto con hispanos en Washington, el pasado 8 de octubre.

Barack Obama, en un acto con hispanos en Washington, el pasado 8 de octubre. / SAW JWE**DC**

IDOYA NOAIN / NUEVA YORK

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Un día después de que el Partido Republicano arrasara en las legislativas de 2014 y se hiciera con el control del Congreso, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, compareció ante la prensa. Lejos de ajustarse el traje de pato cojo -debilidad propia de los últimos coletazos del mandato- que supuestamente le correspondería, se liberó: «No soy candidato otra vez, no estoy en la papeleta, ya no tengo más aspiraciones políticas -dijo-. (...) Mi trabajo los dos próximos años es hacer cosas prácticas, concretas, tantas como sea posible con el Congreso, sin él cuando no lo sea».

Solo un par de semanas más tarde, Obama anunciaba un acuerdo con China con el que Pekín por primera vez ponía metas concretas en la lucha contra el cambio climático. Tres días después llegaban las acciones ejecutivas para dar papeles temporales a inmigrantes y frenar deportaciones. En diciembre era el turno del histórico paso hacia la normalización de relaciones con Cuba. Y era solo el principio.

En 2015 Obama ha conseguido el trascendental acuerdo con Irán para acabar con el programa militar nuclear de Teherán, un pacto cuya institucionalización empezará a notarse  en el 2016, y ha aprobado por orden ejecutiva normas para limitar las emisiones de gases contaminantes. Las regulaciones medioambientales afrontan exámenes en los tribunales de negacionistas del cambio climático pero Obama puede llegar a la cumbre de París en diciembre con algo más que promesas.

También en 2015, bajo sus instrucciones, la Comisión Federal de Comunicaciones ha evitado que internet se convierta en un servicio de dos velocidades al aprobar normas de neutralidad en la red y Obama ha logrado que el Tribunal Supremo respalde y proteja de embestidas conservadoras su reforma sanitaria, el mayor logro de sus tiempo en la Casa Blanca. El Alto Tribunal, además, reconoció este verano como un derecho protegido por la constitución el matrimonio gay, un logro que pavimentó el Departamento de Justicia.

Este mismo mes, además, Obama ha podido presentar el Acuerdo Transpacífico (TPP por sus siglas en inglés), un pacto de libre comercio firmado con 11 naciones que con EEUU representan el 40% del PIB mundial. Aunque aun debe ser ratificado por el Congreso, Obama obtuvo hace meses autoridad de las cámaras dominadas por los conservadores para negociar un texto que no podrá ser enmendado ante el que solo se podrá votar a favor o en contra.

El poder de la presidencia

«Estamos viendo a un presidente desbloqueado, menos constreñido por consideraciones políticas, más libre para ser más franco», dice en una entrevista telefónica el historiador Timothy Naftali, que dirigió la biblioteca presidencial de Richard Nixon  y que encuentra paralelismos entre Obama y

John F. Kennedy «por su capacidad de pensar de forma poco convencional» y con Franklin D. Roosevelt y Lyndon B. Johnson «por su compromiso con el cambio legislativo».

También el sociólogo de Yale Jeffrey Alexander apunta a la trascendencia del mandatario. «Está mostrando el poder de la presidencia, las tremendas oportunidades de legislar», analiza en entrevista telefónica el coautor de Obama Power (El poder de Obama). «La derrota en las legislativas del 2014, irónicamente, le liberó y está siendo muy efectivo en la mayoría de los temas, creando un legado en la izquierda que mucha gente no pensó que dejaría».

No es que no haya puntos oscuros. Guantánamo sigue abierto, los drones continúan librando guerras no declaradas y Obama ha mantenido los polémicos programas de espionaje masivo de la Agencia de Seguridad Nacional. La aguda y creciente desigualdad económica sigue azotando al país pese a la recuperación, a su respaldo a propuestas como la subida del salario mínimo y decisiones usando el poder ejecutivo como la ampliación del pago de horas extras a empleados federales. Aunque ahora estudia usar también esa autoridad presidencial para imponer regulaciones más estrictas de control de armas, estas aún tienen que cobrar forma.

Lo más discutido es, no obstante, su apuesta por el soft power en política exterior, el terreno donde su índice de aprobación es más bajo en las encuestas. Mientras que en los sondeos generales ha logrado reducir la brecha entre quienes le suspenden y le aprueban (aunque los primeros siguen siendo más y alcanzan casi el 50%), en política exterior solo logra el visto bueno del 34,2% en la media de sondeos que realiza Real Clear Politics. Un 52,6% lo desaprueban.

Acciones y legado

Liberado de la presión de las urnas, no obstante, Obama es hoy un presidente distinto al de 2012, cuando «extremadamente preocupado por no ser reelegido tuvo que virar al centro» según Alexander, y su último año en el Despacho Oval promete estar marcado más por una agenda de acciones progresistas que por el legado, aunque las primeras asienten el segundo.

Como anunció, seguirá haciendo uso del poder ejecutivo «en cosas grandes y pequeñas» cuando no encuentre el consenso en el Congreso, pero no abandona la búsqueda para temas como inversiones en infraestructuras y presupuestos. Y arranca con un éxito. En el polarizado Washington, ha logrado crear una coalición entre progresistas y conservadores para acometer la reforma del sistema penal y carcelario. El primer presidente en visitar una prisión federal, personalmente ha excarcelado a 89 convictos, la mayoría por delitos de drogas no violentos, y autorizará la mayor amnistía a ese tipo de presos: 6.000 saldrán de prisión.

«En el último cuarto pasan cosas interesantes», había dicho tras las legislativas usando una de sus habituales metáforas de baloncesto. Hasta ahora lo ha confirmado y se espera que siga haciéndolo. «Va a ser muy interesante verle en el último año -asegura Naftali-. Va a intentar llegar todo lo lejos que pueda».