La lejana batalla de Tsingtao

Cosas de la geoestrategia de la cerveza: la más vendida en China lleva el nombre de la base naval alemana en el Extremo Oriente.

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POR XAVIER MORET

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Las guerras tienen, a veces, ecos curiosos en lugares lejanos. Es lo que formula la teoría del efecto mariposa, que asegura que el aleteo de una mariposa puede tener consecuencias al otro lado del mundo. Tenemos un ejemplo, por sorprendente que parezca, en el nexo que hay entre la primera guerra mundial y la cerveza más vendida de China, la Tsingtao. Son cosas de la geoestrategia cervecera.

Fue en un viaje a la lejana provincia china de Shandong cuando supe de esta curiosa relación. Situémonos: yo estaba en un bar de la ciudad de Jinan, disfrutando de una Tsingtao en compañía de un amigo chino, cuando comenté, tras el primer sorbo, que era una cerveza excelente. Mi amigo, en vez de limitarse a asentir, respondió que los alemanes saben cómo hacer buena cerveza.

-¿Los alemanes? -fruncí el ceño-. Pero si la Tsingtao es china.

-Ahora sí -sonrió.

Fue a partir de aquí, gracias a mi amigo Gao, un historiador al que le divierte huir de los grandes temas para derivar hacia la anécdota, cuando me enteré de que la guerra de 1914 también se libró en parte en China.

Fue en 1898 cuando el káiser Guillermo II logró que los chinos cedieran a Alemania, durante 99 años, la bahía de Kiaochow, situada junto al mar Amarillo, en la provincia de Shandong. Aquel mismo año, por cierto, los británicos arrendaron por 99 años los Nuevos Territorios de Hong Kong. Eran tiempos de colonialismo y Alemania y Gran Bretaña pugnaban por situarse en el mapa de China.

Tsingtao era un pueblo de pescadores -me contó Gao-, pero los alemanes lo transformaron en la base de la Marina del káiser en el Pacífico. Hoy se llama Qingdao, por el cambio de trascripción fonética, pero muchos lo conocen aún por Tsingtao.

-Como la cerveza.

-De ahí viene el nombre -sonrió Gao-. Los alemanes se esforzaron en convertir Tsingtao en una ciudad modelo, con avenidas, edificios europeos, bancos, iglesias, electricidad... Construyeron incluso una línea de tren que unía Tsingtao con Jinan. Sin embargo, para que el toque alemán fuera completo todavía faltaba algo.

-¿Una cervecería?

-Exacto. En 1903 empezaron a construir la Germania Brauerei para producir la cerveza Tsingtao. La calidad era óptima, hasta el punto que en 1906 obtuvo una medalla de oro en el festival de Múnich.

Cuando me terminé la cerveza, mi amigo me propuso que le acompañara hasta el lugar donde se levantaba la estación de tren de Jinan, construida por los alemanes cien años atrás. Fue un paseo nostálgico y con sorpresa, ya que no quedaba nada de ella.

-Era un edificio de estilo gótico, con cúpulas -recordó-. La terminaron en 1912, pero la demolieron en 1992.

-¿Por qué?

-Por lo sucedido en Tiananmen en 1989. Las autoridades temían el contagio extranjero y decidieron demoler un «símbolo del colonialismo»... Ahora se plantean reconstruirla, ya que era uno de los edificios más bonitos de Jinan.

Los tiempos estaban cambiando, sin duda, y Jinan, sometida a un crecimiento desenfrenado, se daba cuenta de que corría el riesgo de convertirse en una ciudad impersonal. A unos 400 kilómetros estaba el puerto de Qingdao, pero se había borrado el rastro de la presencia alemana. Bueno, quedaba la cerveza Tsingtao, pero muy pocos conocían su historia.

A pesar de la demolición de los símbolos, sin embargo, la historia es tozuda y sobrevive en los libros para recordar que, aunque las imágenes más famosas de la primera guerra mundial son las de las trincheras europeas, aquel conflicto también tuvo consecuencias en la lejana Shandong.

La batalla de Tsingtao, la más importante de la primera guerra mundial en el Lejano Oriente, se inició el 15 de agosto de 1914 cuando Japón, entonces aliado de Gran Bretaña, exigió a Alemania que le cediera el puerto de Tsingtao. Ante la respuesta negativa, Japón declaró una guerra que se prolongó hasta el 7 de noviembre, cuando los alemanes se rindieron y Japón se anexionó el protectorado de Shandong.

-Los japoneses permanecieron en Tsingtao hasta 1922 -recordó Gao-. Entre 1937 y 1945 volvieron a ocuparlo, pero China lo recuperó al final de la segunda guerra mundial.

-¿Y qué pasó con la cerveza Tsingtao?

En 1914, al marcharse los alemanes, fue vendida a inversores japoneses. Al final de la segunda guerra mundial, una vez derrotados los japoneses, la compró una familia china, y en 1949, tras la victoria comunista, Mao la nacionalizó. La cerveza estaba considerada una bebida burguesa, pero su consumo fue en aumento a partir de 1979, con la apertura al capitalismo. En los 90 fue privatizada y en 2002 se vendió un 49% a la empresa norteamericana que produce la Budweiser.

Historia sin batallas

Cuando le comenté a mi amigo que era sorprendente ver cómo, a través de las vicisitudes de una marca de cerveza, podía seguirse el hilo de la historia, se limitó a sonreír. «La historia -dijo-, no son solo las grandes batallas».

En mi última noche en Jinan, Gao me llevó a un bar de moda decorado con una rompedora estética de inspiración minera, con tuberías oxidadas y grandes monitores de televisión que emitían videoclips a la última. Los jóvenes que lo frecuentaban vestían de modernos y bebían cerveza y whisky a espuertas. Pedí una Tsingtao a la camarera, pero me sorprendió su respuesta: «Solo tenemos Budweiser y Heineken».

Cosas de la modernidad -suspiró mi amigo-. Los jóvenes chinos de hoy se pirran por lo extranjero. Piensan que beber Tsingtao no es cool. Ya ves, no sirvió de nada demoler la antigua estación de tren... La contaminación extranjera ha llegado de todos modos a la lejana provincia de Shandong.