Las Sombras del ataque ordenado por Trump contra Siria

Frente al aplauso del 'establisment' de Washington y de parte de la comunidad internacional se han alzado voces críticas dentro de EEUU, tanto del bando progresista como de la derecha más radical

Donald Trump, el 31 de marzo.

Donald Trump, el 31 de marzo. / periodico

IDOYA NOAIN / NUEVA YORK

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Entre las múltiples lecturas de la decisión de Donald Trump de autorizar el jueves el primer ataque militar contra el Gobierno de Siria está la de que el presidente de Estados Unidos necesitaba apuntarse una victoria indiscutible tras 77 tumultuosos días en el poder. El mandatario debió respirar tranquilo al ver el aplauso dominante inicial al ataque contra la base aérea de Al Shayrat, un apoyo que le llegó en Estados Unidos tanto desde los campos republicano y demócrata como desde la mayoría de los medios y que también fue evidente en el resto del mundo (con excepciones predecibles como las de Irán y Rusia). La realidad, no obstante, es que el respaldo no es unánime.

A los interrogantes sobre la legalidad de la acción se les suman los políticos, tácticos y estratégicos que ha abierto una intervención supuestamente puntual y quirúgica pero con enorme potencial de complicaciones, especialmente dada la volatilidad de alguien tan impulsivo como Trump y también dado que lo sucedido altera y tensa las extremadamente complejas relaciones con Moscú.

Los más progresistas dudan de la nueva versión humanitaria de un presidente movido por imágenes de los mismos sirios a los que pretende impedir convertirse en refugiados pese a que huyan de una contienda donde llevan seis años siendo atacados por su gobierno de forma atroz y con más que gas sarín.

Trump, además, enfrenta el claro rechazo de la base más radical de votantes que lo llevaron al Despacho Oval, aquellos que le apoyaron por su ferviente defensa del “América primero” y que ahora se sienten decepcionados por un presidente que, como hizo el miércoles en rueda de prensa, ahora considera la “flexibilidad” uno de sus principales activos políticos.

LAS DUDAS LEGALES

Como ha escrito en 'The New Yorker' Ryan Lizza, “el caso moral” para lanzar los 59 misiles Tomahawk contra la base de Al Shayrat  “no es controvertido”, pues EEUU asegura que desde ahí despegaron el martes los aviones de Bashar el Asad a los que responsabilizan del ataque químico que dejó más de 80 víctimas mortales en Jan Seijún, incluyendo cerca de dos docenas de niños. También el caso estratégico, o al menos parte de él, “es claro”: disuadir a El Asad de nuevos usos de armas químicas. Sin embargo, las sombras en los argumentos legales para sustentar la acción son enormes.

La Autorización para el Uso de Fuerza Militar que el Congreso dio a George Bush en 2001 tras los atentados del 11-S, que se usó para las invasiones de Afganistán e Irak, amparaba acciones contra los terroristas de Al Qaeda y entidades vinculados a aquellos ataques, algo que no toca al régimen de Damasco. Y aunque ya Barack Obama sobrepasó ese amparo usando la autorización para prorrogar ataques en lugares como Somalia y Yemen y para lanzar la campaña militar contra el Estado Islámico (un grupo terrorista enfrentado a Al Qaeda), dos negativos no hacen un positivo.

La máxima también sirve para el argumento de haber actuado en defensa del “interés vital de seguridad nacional”, que Obama esgrimió para intervenir en Libia y ha repetido Trump en una carta enviada al Congreso este sábado, en la que anuncia “EEUU tomará acciones adicionales, según sea necesario y apropiado, para avanzar sus importantes intereses nacionales”. En esa misiva Trump alude también a la Resolución de Poderes de Guerra, una normativa aprobada tras Vietnam que obliga al presidente a buscar autorización del Congreso para acciones militares continuadas pero que, según algunos congresistas y analistas legales, no se ha activado al tratarse de un ataque supuestamente aislado.

El presidente también ha actuado en Siria de espaldas a Naciones Unidas. Y aunque el jueves tras lanzar el ataque usó el argumento de que Asad “ha ignorado” las reclamaciones del Consejo de Seguridad, la resolución en la que se contemplan represalias contra Damasco si incumplía su compromiso de deshacerse de su arsenal químico (la salida que buscó Obama tras dar marcha atrás en su incumplida promesa de intervenir si Asad cruzaba la “línea roja”) también exige que el organismo autorice cualquier acción militar.

EL RECHAZO DE LA ULTRADERECHA

Trump seguía este sábado celebrando la operación con un mensaje en Twitter en el que felicitaba a los militares estadounidenses por “representar tan bien a EEUU, y al mundo, en el ataque a Siria”. Y optaba por ignorar las voces de disidencia que crecen entre su base de votantes más radical.

“Los que querían que nos entrometiéramos en Oriente Medio votaron por otros candidatos”, le recordaba en la red social Ann Coulter, la comentarista conservadora que ha sido hasta ahora una de las más acérrimas defensoras de Trump. Y la rabiosa decepción era también evidente en la comunidad ultra online, donde Coulter y otros muchos resucitaban los mensajes con los que durante años Trump se opuso a una intervención militar en Siria y donde se propagan dos ideas. Una, de tintes conspiratorios, asegura que el ataque químico del martes en Siria no fue obra de Asad sino una trampa tendida por los rebeldes o por grupos que quieren la intervención militar en la que ha caído Trump. La otra, simplemente, ve traición, y queda reflejada en mensajes como los de Paul Joseph Watson, un Youtuber que escribe para la web ultra 'Infowars'. “Imagino que al fin y al cabo Trump no era la marioneta de (Vladimir) Putin, era otro títere de los Neo-Con y el 'deep state'. Oficialmente me bajo del tren de Trump”, escribió el viernes en Twitter. “No puedo oponerme vehementemente durante seis años a desestabilizar el Gobierno sirio y luego apoyarlo solo porque Trump lo ha hecho. Lo siento”.