AGRESIONES SEXUALES EN EL CONGO

Las niñas violadas de Rubaya

Tras la reapertura de varias minas de coltán, menores de corta edad han sido violadas en lo que parecen actos rituales

Marie, de 4 años y violada, en el hospiutal de Kirotshe, en la región congoleña de Kivu Norte.

Marie, de 4 años y violada, en el hospiutal de Kirotshe, en la región congoleña de Kivu Norte.

TRINIDAD DEIROS / KIVU NORTE (R.D. DEL CONGO)

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Sentada en una cama de hospital, parecía una estatua, con los ojos clavados en la pared. Se llama Marie (nombre ficticio), tiene 4 años, y cuatro días antes dos adultos la habían violado. Unas gentes de su pueblo, la ciudad minera de Rubaya, en el este de Congo, la encontraron tirada “llena de sangre”, cuenta su padre. La niña sólo lloraba. Lloró durante horas y lo único que acertó a decir fue que los dos hombres le habían cubierto la cabeza con un trapo. Desde entonces no ha vuelto a hablar, sólo asiente con la cabeza. Ha levantado un muro invisible entre ella y el mundo.

El futuro de esta niña ha cambiado ya sin remedio. Marie llegó al hospital con una fístula recto-vaginal provocada por la agresión; es decir, un orificio que comunica el recto con la vagina, por donde se le escapan las heces. Aunque el doctor Alex Feruzi Mega, ginecólogo del hospital de Kirotshe, cerca de Goma, la capital de Kivu Norte, esperaba poder reconstruir sus órganos sexuales con cirugía, Marie sólo podrá tener hijos con cesárea. Si no, se arriesga a que la vagina se desgarre otra vez.

Como ella, al menos otras tres niñas de entre 4 y 12 años –una quinta logró escapar- han sido violadas estos meses en la cuenca minera de Rubaya con un modus operandi similar. La niña es raptada, agredida y después abandonada. De estas cuatro niñas, tres han precisado cirugía. Una de ellas, de 6 años, sufrió una fístula de grado 4, la más grave, y tuvo que pasar por una complicada operación quirúrgica. También esa niña enmudeció durante dos meses, según el relato de trabajadores humanitarios de la región que pidieron anonimato.

En el caso de esta última pequeña se sabe quién es el agresor: un policía, explican estos cooperantes. Cuando la valerosa madre de la niña insistió ante las autoridades para que fuera detenido al ver que nadie movía un dedo, el individuo la amenazó de muerte. El resultado es que el violador pasea impune por el mismo pueblo en el que vive su víctima.

ARMA DE GUERRA

En un país en el que el último censo de población data de 1984 y donde muchas violaciones no se denuncian, es imposible saber cuántas mujeres, niñas y, en mucha menor medida, hombres, han sido violados. Las cifras son aproximaciones. Naciones Unidas cree que, sólo entre 1996 y 2006, 200.000 mujeres y niñas fueron violadas en el Congo. Muchas de estas agresiones se utilizaron como arma de guerra. Pero en el estado de “sin guerra pero sin paz” que vive el este del Congo, lo que fue un arma de guerra ha contagiado a la sociedad civil. En este país sigue habiendo violaciones perpetradas por hombres armados, pero ya no son mayoría. La mayoría de los verdugos son ahora civiles.

En Rubaya se encuentra la mayor mina de coltán de la República Democrática del Congo. Es una mina “verde”, no controlada por grupos armados, pero la violencia ligada a la explotación de ese mineral, que se utiliza para fabricar móviles, marcapasos y armas de última generación, entre otros usos, se deja notar aún. Una de las caras de esa violencia, la sexual, afecta sobre todo a mujeres muy jóvenes. Lo de las niñas prepúberes, explica un trabajador humanitario, es “reciente”.

EL MITO

La primera víctima fue agredida en noviembre tras la reapertura de varias minas en la zona. Las niñas viven en Rubaya y en Ngungu, ambos pueblos mineros donde sendas explotaciones habían retomado su actividad. Este cooperante, como otros habitantes de esas localidades, cree que quizás fueron agredidas por un mito aún vivo en el Congo: el de que el sexo con una virgen da buena suerte, cura del sida, o permite encontrar un filón de mineral. Es el 'diamante rojo', la  expresión que alude a los poderes mágicos del acto sexual con vírgenes. Cuanto más joven es la víctima, más segura es su virginidad.

Lorena Aguirre no da por segura esa hipótesis. Esta psicóloga de la oenegé Coopera, que asiste con gran esfuerzo a decenas de niñas que fueron violadas hace tres años en Kavumu, en Kivu Sur, aboga por no avanzar hipótesis “apresuradas”, dado que en el Congo “no se hacen perfiles de los violadores ni se investiga qué hay detrás de la violencia sexual”. En el caso de Kavumu también se aludió al 'diamante rojo', pero la profesional insiste en analizar estos actos dentro “del sufrimiento atroz que han padecido los congoleños en dos décadas de guerra. Cuando un niño presencia la violación de su madre y es a su vez violado, a veces pierde la razón y pasa de ser una víctima a convertirse en perpetrador”.