EL MISTERIO DE UNA LEGENDARIA FUGA

Las mareas de Alcatraz

JOHN ANGLIN

JOHN ANGLIN

RICARDO MIR DE FRANCIA / WASHINGTON

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Hace algo más de medio siglo, tres experimentados ladrones de bancos se echaron al mar desde el peñón de Alcatraz, el mítico penal de máxima seguridad situado en la bahía de San Francisco, en una balsa de goma que construyeron con medio centenar de chubasqueros. Las autoridades patrullaron la costa durante días y los buscaron en sus ensenadas pero no encontraron más que los restos de un remo de madera, dos chubasqueros y una bolsa con varias cartas y direcciones.

La tesis más probable es que murieran de hipotermia, arrastrados por las fuertes corrientes de la bahía. Pero es solo una suposición. Lo que ocurrió exactamente aquella noche de junio de 1962 sigue siendo un misterio.

No todo el mundo tiene tan claro que Frank Morris y los hermanos John y Clarence Anglin murieran en las aguas del Pacífico. Hace dos años, un detective del FBI seguía investigando el caso en busca de alguna prueba concluyente que entierre las especulaciones sobre la fuga penitenciaria más famosa de la historia reciente, inmortalizada por Clint Eastwood en su clásico de 1979.

Y la familia de los Anglin siempre mantuvo que no creía que estuvieran muertos. Hasta el día de su muerte, la madre de los dos presos recibió un ramo de flores anónimo el día de su cumpleaños.

Lo cierto es que pudieron haber sobrevivido, aunque la probabilidad es bastante remota. Esa es la conclusión a la que ha llegado un equipo de investigadores holandeses tras reproducir con modelos informáticos las corrientes marinas de aquella noche. Todo depende de la hora en la que se echaran al mar y la dirección en la que remaran.

FALTA DE INFORMACIÓN

Los tres se escaparon del penal, que tuvo a Al Capone como su preso más insigne, por las cañerías. Utilizando cucharas robadas del comedor rascaron durante semanas las paredes de sus celdas, poco resistentes por la erosión marina, y para ganar tiempo antes de que les descubrieran, dejaron en las camas unas cabezas hechas con papel de váter, jabón y pelo natural a modo de señuelo. Según determinó en su día el FBI, se echaron al mar entre las 20.00 y las 2.00 horas de aquel 11 de junio.

«No sabíamos exactamente a qué hora subieron a los botes o cuál fue el punto preciso de partida, así que optamos por soltar (virtualmente) 50 botes cada 30 minutos entre las 20.00 horas y las 4.00 desde todos los puntos posibles de fuga para ver dónde acababan», ha explicado Fedor Baart, uno de los autores del estudio, a la BBC.

El estudio ha sido realizado por científicos de la universidad de Delft y el centro de investigación Deltares, ambos holandeses, y presentado esta semana en San Francisco. Ha recurrido a datos históricos de las mareas para reproducir las condiciones marítimas de aquella noche y la trayectoria que pudieron seguir los botes o los cuerpos en caso de que naufragaran.

La conclusión es que de haber zarpado antes de la medianoche hubieran muerto con casi toda seguridad. «La marea los hubiera arrastrado hacia dentro del océano y hubieran muerto de hipotermia», ha contado el doctor Rolf Hut, otro de los responsables del estudio.

HACIA EL GOLDEN GATE

Algo parecido debió sucederles si partieron después de la 1.00 de la madrugada. Aunque por entonces la marea los habría arrastrado hacia la costa, los habría empujado hacia el norte o hacia el sur, en función de la dirección en la que remaran; pero en ambos casos la travesía habría durado tanto que se habrían congelado o la policía local hubiera tenido tiempo para arrestarlos.

Pero hay una tercera posibilidad: que hubieran partido a medianoche, remando hacia el norte. «Lo bonito es que las corrientes los habrían empujado hasta el puente de Golden Gate», ha contado Rolf Hut. Al acercarse se habrían encontrado con una marea lo suficientemente mansa para llegar a las riberas del norte del puente.

Pero como reconocen los investigadores, hay factores que no contemplan los modelos informáticos. «Quizás había un amigo esperándoles con una barca cerca de la costa», explicó Hut. En definitiva, la leyenda seguirá viva.