El terror del islamismo radical

Las guerras secretas

Un ataque de EEUU en Somalia señala una estrategia de acciones sin publicidad

Un marine con su mujer al llegar de Afganistán.

Un marine con su mujer al llegar de Afganistán.

R. M. DE F.
WASHINGTON

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La reanudación de los bombardeos estadounidenses en Irak para frenar las conquistas del Estado Islámico se ha seguido con detalle alrededor del mundo. La prensa ha tratado de cubrir el nuevo frente bélico, mientras se abría otro debate acerca de la conveniencia de trasladar también a Siria el combate contra los yihadistas. Pero estas no son las únicas guerras que libra la Casa Blanca. En Yemen, Somalia, Pakistán o Libia, el Pentágono y la CIA perpetúan la llamada guerra contra el terror con un goteo de operaciones militares alejadas del escrutinio público. Son las «guerras secretas» de Obama.

Hay días en los que se cuelan en los titulares, como ayer. Según varias fuentes, un avión no tripulado estadounidense lanzó el lunes un ataque en Somalia contra una caravana de vehículos en la que viajaban líderes de Al Shabab, la milicia ligada a Al Qaeda que siembra el terror en la región. Entre los objetivos estaba Ahmed Abdi Godane, el cabecilla del grupo, al que se atribuye la autoría intelectual de la masacre en un centro comercial de Nairobi (Kenia) el año pasado. No está claro si Godane murió en el ataque.

Desde que llegó al poder, el presidente Barack Obama ha querido ponerle límites a la guerra planetaria contra el terrorismo de su predecesor. En varias ocasiones ha argumentado que ha llegado el momento de que EEUU deje de ser «el policía del mundo» y ha ordenado que se endurezcan los criterios que justifican los asesinatos extrajudiciales. Pero su retórica no se ajusta a la realidad. Hasta principios de este año, según el Bureau of Investigative Journalism, su Administración había lanzado 390 bombardeos con drones en Pakistán, Yemen y Somalia, ocho veces más que en la presidencia de Bush.

Más de 2.400 personas murieron en los bombardeos, de las cuales 273, como mínimo, eran civiles. Dentro y fuera de EEUU, muchos expertos consideran que estas guerras son contraproducentes porque más que acabar con los yihadistas les dan munición para reclutar militantes, especialmente allá donde mueren civiles. «Si le dan a un objetivo también desencadenan daños colaterales. Toda la tribu se rebela, nos crean más problemas y EE UU recibe mala publicidad», dijo un ministro pakistaní.

Pero la Administración Obama no solo patrulla el mundo desde el aire, también ha aumentado de forma espectacular el despliegue de fuerzas especiales en todo el mundo. Cuerpos como los Boinas Verdes, los Delta Force, los Rangers o los Navy Seals, unos comandos que entrenan a ejércitos extranjeros o participan en misiones humanitarias, pero también lanzan operaciones nocturnas para matar o capturar a presuntos terroristas.

En las sombras

Si en tiempos de Bush estaban en 60 países, con Obama se pasó el año pasado a 134 países. En el 2009 lanzaron 675 operaciones; en el 2011, 2.200. De modo que pese a sus reticencias a intervenir en Siria o a sus discursos abogando por «reducir la huella bélica» de EEUU, Obama no ha pilotado un repliegue militar. Más bien cambia la forma de hacer la guerra. Prefiere actuar fuera del debate público, entre sombras.

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