EL LEGADO DE OBAMA EN EL MUNDO

Las guerras del Nobel de la Paz

Barack Obama y Raúl Castro, durante su encuentro en La Habana, el año pasado.

Barack Obama y Raúl Castro, durante su encuentro en La Habana, el año pasado. / periodico

RICARDO MIR DE FRANCIA / WASHINGTON

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La intervención militar en Libia fue uno de los momentos más reveladores de la presidencia de Barack Obama en política exterior. Tras conceder la iniciativa a Francia y el Reino Unido, Estados Unidos acabó interviniendo contra el régimen de Gaddafi para evitar una masacre en las zonas controladas por las fuerzas de oposición al régimen. Como había hecho Clinton en los Balcanes, se invocó la “responsabilidad para proteger” para justificar la intervención, pero lo que se había vendido como una misión humanitaria acabó con la muerte del dictador y el cambio de régimen. El caos estaba servido y nadie quiso hacerse responsable. Reacio a repetir los errores de su antecesor en Oriente Próximo, Obama dio la operación por concluida.

Aquella experiencia fue a la postre aleccionadora. “El mayor error de mi presidencia fue probablemente no haber tenido un plan para el día después” en Libia, le dijo años después Obama a 'The Atlantic'. Lejos de inaugurar un mayor activismo en la escena internacional, como le sucedió a Clinton, Libia reafirmó la cautela del mandatario y su promesa de pilotar un repliegue tras los ocho años de presidencia imperial de George W. Bush para invertir los recursos y esfuerzos en casa. Harta de guerras, es también lo que demandaba la opinión pública. “La idea de enviar a nuestras tropas cada vez que hay un problema no es inteligente. Simplemente no podemos hacerlo”. Sin ser un pacifista, pero sí un estudiante de la historia, Obama ha dicho alguna vez que “casi todas las grandes potencias han sucumbido” al exceso de ambición.

{"zeta-legacy-despiece-vertical":{"title":"LO MEJOR Y LO PEOR","text":null}}

Decidido a romper con el pasado reciente, Obama modificó poco a poco los resortes del poder estadounidense, “cambiando la coerción de la guerra, la ocupación, la tortura y otras formas de unilateralismo militar, por la cooperación comercial, diplomática y en materia de seguridad”, en palabras del historiador Alfred McCoy. No todo fue tan puro porque el premio Nobel de la Paz, una distinción que recibió por su oratoria más que por sus acciones, ha sido también un cazador infatigable de yihadistas. No lo ha hecho con tanques sino con drones, un arma controvertida que ha dejado cientos de víctimas civiles.

HEGEMONÍA DE EEUU

Pero a menudo ha dado la sensación de que, ante los problemas más intratables del mundo, Obama ha preferido minimizar los daños que tratar de resolverlos. Y no está claro si al hacerlo ha prolongado la hegemonía de EEUU o simplemente ha acelerado su declive, como opinan sus críticos, que le han acusado de debilidad y falta de liderazgo. El paso del tiempo lo acabará juzgando.

En su haber quedará el acuerdo con Irán, que ha disipado la posibilidad inminente de otra guerra al aplazar durante una década las ambiciones nucleares del régimen de los ayatolás. La muerte de Bin Laden o el fin de la política de confrontación con Cuba, un anacronismo que no ha dado resultados y que había hecho de Washington un paria en América Latina. También ha convertido a su país en el abanderado de la lucha contra el cambio climático, cuando había sido su mayor obstáculo, como demuestra el acuerdo global de París para reducir las emisiones. Paralelamente, ha acabado con aquella América arrogante que tanto enervaba a los europeos, aquel matón que despreciaba la ley y a sus aliados.

DISPUTAS EN EL MAR DE CHINA

Su pretensión de recalibrar el foco de la política exterior de EEUU, pivotando desde Oriente Próximo hasta el Pacífico para contener a China, se ha quedado a medio camino. El acuerdo comercial Transpacífico (TPP), una pieza esencial de esa estrategia, no se ha ratificado y Donald Trump pretende pulverizarlo. Viejos aliados como Filipinas amenazan con romper con Washington y las tensiones por las disputas territoriales en el mar de China no se han resuelto. 

En el debe de Obama, siempre quedará la catástrofe en Siria. Su política titubeante y sus reticencias a explorar fórmulas alternativas cuando parece evidente que los rebeldes nunca ganarán la guerra han enquistado el conflicto y están excluyendo a EEUU de sus posibles soluciones. RusiaIrán y Turquía son ahora los reyes de la baraja, lo que anticipa un reequilibrio de fuerzas en la región más explosiva del planeta.

Bajo su mandato, se ha producido además el estallido de la más truculenta oleada yihadista hasta la fecha, por más que fuera su predecesor quien plantara las semillas. Al mismo tiempo, Rusia ha vuelto a ser un actor global de primer orden y con pretensiones de acelerar el declive de Occidente. Sus intentos iniciales de acercarse al Kremlin no sirvieron de nada.

PRIMAVERA ÁRABES

Las primaveras árabes fueron otra oportunidad perdida. En una ruptura con la tradición, Washington no conspiró con las fuerzas reaccionarias para aplastar las aspiraciones democráticas de los árabes, pero tampoco hizo nada para que llegaran a buen puerto. Confirmado el fracaso, Obama ha vuelto a apoyar con armas y dinero a regímenes brutales como el egipcio y el saudí, que está haciendo estragos en Yemen. Aquel florido discurso del 2009 en El Cairo acabó en la papelera.

El patrón aplicado en el mundo árabe es semejante al que marcó su acercamiento al conflicto israelí-palestino. A las primeras de cambio, su Administración se rindió al inmovilismo israelí y abandonó los planes para imponer una solución. Toda la rebeldía de Obama consistió en mostrar su antipatía por Netanyahu y en criticar sus políticas porque le ha acabado concediendo el mayor paquete de ayuda militar de la historia.

Su legado lo acabará decidiendo el paso del tiempo. Con Obama no se cayó el Muro de Berlín ni se reconstruyó Europa. Sus logros son relativamente magros y, aunque Estados Unidos ha recuperado parte del prestigio dilapidado por Bush, su liderazgo en el mundo ha quedado posiblemente diezmazo.