CONFLICTO EN ORIENTE PRÓXIMO

Las deficiencias de la CIA en Irak y Siria lastran el plan de Obama

Un militante del Estado islámico hace una exhibición de fuerza en Raqqa (Siria).

Un militante del Estado islámico hace una exhibición de fuerza en Raqqa (Siria).

IDOYA NOAIN / NUEVA YORK

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El 3 de julio, después de varias semanas ensayando en una base militar en Carolina del Norte, varias docenas de integrantes de comandos de la Fuerza Delta del Ejército de Estados Unidos descendieron de sus helicópteros en unas instalaciones de almacenamiento de petróleo en el este de Siria, cerca de Raqqa, la capital 'de facto' del Estado Islámico (EI). La misión, que debía llevar 20 minutos y estaba en parte modelada en la que acabó con el asesinato de Osama Bin Laden, era rescatar a James Foley Steven Sotloff, dos periodistas estadounidenses secuestrados por los extremistas sunís.

Los comandos salieron de allí después de una hora tras haber expandido la búsqueda a todo el complejo pero sin los reporteros, a los que los terroristas habían trasladado 72 horas antes. Una fuente militar admitió en 'The Wall Street Journal' que la información de inteligencia de la que habían dispuesto para preparar el rescate «distaba mucho de ser perfecta».

Las trágicas consecuencias concretas de aquel fracaso se vieron el 19 de agosto, cuando los terroristas colgaron en internet un vídeo con la decapitación de Foley, y el 2 de septiembre, cuando publicaron la ejecución de Sotloff. Los problemas del espionaje estadounidense por conseguir información veraz y útil en Irak y, sobre todo, en Siria planea como una larga sombra sobre la campaña militar lanzada ahora en los dos países por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, con el objetivo de «eliminar al EI».

Sobre el terreno

Justo después de la aparición del vídeo del asesinato de Foley, Obama autorizó por primera vez los vuelos de 'drones' y aviones de espionaje U-2 sobre Siria, a los que se había resistido por temor a que las aeronaves fueran derribadas por las defensas aéreas de Bashar el-Asad. Las imágenes conseguidas por ese método, no obstante, necesitan apoyarse en un trabajo de espionaje sobre el terreno que está también muy lejos de ser el deseable.

La CIA ha estado trabajando recientemente para expandir sus redes de informadores en Siria. Esa ampliación se basa sobre todo en el reclutamiento de combatientes rebeldes moderados entrenados y armados en los dos últimos años en bases clandestinas en Jordania, cuyo propio servicio de espionaje ha sido uno de los principales aliados de EEUU en la región.

Modesta visibilidad

Tras años de recelos ante esos grupos rebeldes sirios, ahora Washington ha ganado «mucha más confianza» en ellos, según declaró un alto cargo de la Administración a 'Foreign Policy', que informó también de que el director de la CIA, John Brennan, ha supervisado personalmente los contactos de la CIA con los rebeldes.

Aun así, EEUU tiene todavía «modesta visibilidad de lo que está pasando en Siria», según admitía en 'The Washington Post' el congresista demócrata Adam Schiff, miembro del Comité de Inteligencia de la Cámara Baja, y un alto cargo del espionaje reconocía también que «probablemente llevará meses construir la arquitectura de espionaje necesaria» para realizar la campaña de ataques específicos a instalaciones y líderes del EI, que son el principal pilar de la estrategia de Obama.

Los problemas en Irak son aún más significativos. Durante la última guerra de EEUU allí la estación de la CIA en Bagdad era la mayor del mundo, con cientos de analistas y operativos, pero tras la retirada en 2011 se rebajó drásticamente esa presencia. «Perdimos los ojos de botas sobre el terreno sobre lo que estaba sucediendo», reconocía recientemente una fuente del espionaje en una sesión informativa con periodistas.

Por eso ahí Jordania volverá a jugar un papel clave. Según explicaba en 'Foreign Policy' Robert Blecher, del International Crisis Group, el espionaje jordano «ha extendido redes en Irak desde el 2003. Tienen buenas conexiones, las han usado antes y tendrán que hacerlo de nuevo».

Ni Siria ni Irak son, de todas formas, agujeros completamente negros para Washington. El espionaje estadounidense, por ejemplo, detectó indicaciones de que el presidente Asad iba a usar armas químicas tres días antes de que lanzara el ataque que mató a 1.400 personas en agosto del año pasado.

Los problemas, aun así, son graves. Ayer mismo un portavoz de la CIA informó de que EEUU calcula que el EI puede tener actualmente entre 20.000 y 31.500 miembros. La cifra triplica las estimaciones que hasta ahora manejaba, al menos públicamente, Washington. El aumento puede producirse también a un mayor reclutamiento tras los éxitos en el campo de batalla del EI y la declaración de un califato.