El largo brazo del Estado Islámico intenta repetir en Yakarta los atentados de París
Adrián Foncillas
Periodista
ADRIÁN FONCILLAS
París, Estambul o Yakarta, no hay objetivo que el terrorismo islamista desprecie. El ataque en la capital indonesia confirma la globalización de la amenaza del Estado Islámico y la imposibilidad del riesgo cero. La ejemplar lucha social y policial contra el terrorismo del país asiático, en un contexto más que complicado, había conseguido embridarlo después de dolorosos episodios pasados.
El acto terrorista también preocupa por la mímesis. El modus operandi contiene los mismos ingredientes que costaron 137 muertos en noviembre en París: explosiones y tiroteos coordinados en diferentes y concurridos lugares de ocio. Sólo cabe congratularse por su diferente grado de pericia. Siete personas han muerto esta mañana en Yakarta y cinco de ellas son terroristas. Las otras dos víctimas son un policía indonesio y un holandés, además de casi una veintena de heridos.
Las sospechas apuntaron al Estado Islámico desde el principio. La agencia de noticias Aamaaq, vinculada a la organización terrorista, avanzó que “luchadores del IS han cometido un ataque armado esta mañana contra los extranjeros y las fuerzas de seguridad que los protegen”. El IS, a través de Twitter, también apuntó a “soldados del califato de Indonesia”. El jefe policial de Jakarta, Tito Karnavian, responsabilizó a Bahrun Naim, un indonesio del que se cree que está en Siria. “El IS está sin dudas detrás de este atentado”, añadió.
El ataque empezó a las 10.30 hora local y no terminó hasta casi cinco horas después con el asedio policial a una cafetería cercana al Sarinah’s, el centro comercial más antiguo de la capital. El barrio de Jalan Thamrin acoge a una gran cantidad de extranjeros por sus embajadas o la sede las Naciones Unidas. Los atacantes, tras un largo tiroteo, se inmolaron con sus explosivos.
RÁPIDA RESPUESTA
La respuesta policial había sido rápida y eficaz. Apenas unos minutos después de la primera explosión aparecían los primeros vehículos blindados, los francotiradores ocupaban las fachadas y los helicópteros zumbaban en el aire. Los atentados islamistas no son nuevos en Indonesia. La Jemaah Islamiyah, cercana a Al Qaeda, cometió varios la pasada década.
El más grave dejó 202 muertos en una discoteca de Bali, casi todos turistas. El último gran ataque, registrado en el 2009 en dos hoteles de lujo de Yakarta, costó siete vidas. Indonesia es el país con la mayor comunidad musulmana del mundo, pero el grueso profesa una modalidad moderada. La gran labor docente de organizaciones religiosas y civiles para atajar el extremismo y las campañas policiales de los últimos seis años habían conseguido un periodo de calma, pero últimamente existía el temor por el efecto llamada del IS. Entre 500 y 700 indonesios se han enrolado en sus filas en Irak o Siria y algunos ya habrían regresado al país. La policía busca sin descanso en las junglas de la isla de Sulawesi a Santoso, el presunto líder de la organización terrorista islamista en la zona, quien había anunciado ataques en la capital.
ATENTADO ABORTADO
Los precedentes no empujan a la sorpresa. Las amenazas de bombas se habían multiplicado en los último meses y sólo dos semanas atrás la policía arruinó un atentado suicida potencialmente devastador programado para el día de Año Nuevo en Yakarta. La operación terminó con el arresto de seis sospechosos y la incautación de material explosivo y de manuales yihaidistas. Más de 150.000 soldados y policías fueron desplegados el último día del año por todo el país.
Los expertos discuten el grado de vinculación de los terroristas de esta mañana al EI, que podría ir desde el padrinazgo a la simple admiración con pretensiones miméticas. Las primeras informaciones apuntaban a su cambio de planes durante el ataque, lo que apoyaría la versión algo amateur. La policía, añaden, tiene ya controlados a los antiguos militantes.
Analistas como Sidney Jones, director del Instituto de la Política y Análisis del Conflicto, sostienen que la organización del EI en el país del sudeste asiático es aún rudimentaria pero alertan del sentimiento de venganza que mueve a sus seguidores tras los muchos indonesios muertos en Siria durante los ataques aéreos de la coalición occidental.
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