historia de superación en una ciudad conflictiva

Julio Daniel Frías, goleador mexicano, supera unos duros años de drogas y violencia

El futbolista llegó a trabajar para el cartel de Ciudad Juárez

Con el balón. Una imagen de Julio Frías vestido de futbolista.

Con el balón. Una imagen de Julio Frías vestido de futbolista.

TONI CANO
MÉXICO

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Julio Daniel Frías, alias Maleno, podría ser a sus 30 años un narcotraficante más si hubiera seguido el camino que inició de adolescente en una pandilla de su barrio de Altavista. Se drogaba y hacía pequeños trabajos para los grandes cárteles que se disputan el paso fronterizo más codiciado y la urbe más peligrosa de México: Ciudad Juárez.

Un hijo y el fútbol le cambiaron la vida. Hoy, Maleno es el héroe de Ciudad Juárez, el goleador de los Indios, el club que hace una semana eliminó al Toluca, excampeón, y estos días disputa con el Pachuca las semifinales de la Liguilla mexicana. «Soy un ejemplo para todos los jóvenes que andan con problemas de pandillas y drogas», afirma. «Mi vida les puede ayudar porque anduve en esos mismos problemas y ahora soy un profesional del fútbol».

Después de que la familia se disgregara con el divorcio de sus padres, el destino de Julio Daniel estuvo marcado por el barrio. El futbolista lo cuenta como un viejo recuerdo: «Juárez es muy conflictivo. Hay mucha drogadicción y pandillerismo. Yo me vi envuelto en todo eso. De joven anduve en la pandilla como tres años, caí en las drogas, pasé por cositas de esas que pasan muchos jóvenes en esta ciudad». Y añade: «Gracias a Dios se me aparecieron el fútbol y mi hijo para sacarme de todo eso».

Antes, a los 17 años, vino la detención y el reformatorio. Un año después, nació su hijo. Como todo juarense humilde, trabajó en la construcción y en las maquilas, las ensambladoras de productos extranjeros que llenan la zona de la frontera. Pero también empezó a tomarse en serio el fútbol y debutó en el club Soles, de tercera división, para ir ascendiendo con Astros, Zihuatlán, Tigrillos y Cobras.

Aun así, la necesidad económica se lo llevó de ilegal, como a millares de mexicanos, al otro lado: volvió a ser albañil durante tres años en la ciudad tejana de El Paso, donde solo pudo jugar con los Patriotas, de cuarta división.

Pasar una prueba

La oportunidad le llegó «un poco tarde, pero sin sueño», dice. Un directivo de los Indios, equipo fundado en el 2005 con aspiraciones a llegar a primera división, le invitó a una prueba. Reconoce que «es muy difícil que pasen estas cosas». Él mismo, que sigue yendo a diario a ver a su madre al barrio, conoce «mucha gente de Ciudad Juárez que se queda estancada o sigue en lo mismo», drogas y pandillas. Pero tiene claro el porqué de su suerte: «Nunca bajé los brazos».

Maleno dice que «ni había soñado con jugar en primera división». Pero el Club de Fútbol Indios no sólo logró el ascenso la temporada pasada, sino que se ha convertido en el equipo revelación hasta llegar a las semifinales de un torneo que aquí se juega como liga y se culmina como copa. Julio Daniel Frías es el único juarense en el equipo que se ha convertido en la esperanza de la torturada Ciudad Juárez.

Y eso lo hace feliz: «La gente está ahorita temerosa por la violencia, pero cada domingo se distrae, lleva a sus hijos al estadio y lo llena. Los Indios están cambiando Ciudad Juárez: mucho joven que anda metido en pandillas o drogas puede llegar a Indios, que es un escaparate». Y, más que el campeonato, desea que «el fútbol de primer nivel se quede mucho tiempo en la ciudad para toda esa juventud que viene en camino». H