Juan Reinaldo Sánchez: «La fortuna de Fidel ronda los 2.300 millones de euros»

Hijo de un obrero avícola, tenía 10 años cuando triunfó la Revolución. Deportista sobresaliente, la 'nomenklatura' cubana le fue observando de cerca y lo guió -sin que él lo supiera- hasta formar parte de la seguridad de Castro.   Experto en artes marciales y tirador de primera, llegó al primer anillo de seguridad del Jefe,  consignando todos sus actos en libretas grises.   En 1994 fue encarcelado, torturado y (casi)  eliminado. Tras dos años entre rejas y 12 más de preparativos, dejó atrás Cuba en el 2008.  Hoy vive con su familia en Miami,  donde a cambio de entrenar a agentes de seguridad privada, estos le ofrecen protección en sus desplazamientos públicos. Fue el guardaespaldas de Castro durante casi dos décadas. Al principio habría dado la vida por él. Pero cuando anunció su retirada, decepcionado por las prerrogativas del líder supremo, temió por su integridad f&iac

Juan Reinaldo Sánchez, el pasado jueves, en Barcelona.

Juan Reinaldo Sánchez, el pasado jueves, en Barcelona.

NÚRIA NAVARRO

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El teniente coronel Juan Reinaldo Sánchez es el único miembro de la guardia pretoriana de Fidel Castro que ha huido de Cuba. Tras ser su sombra durante 17 años, pidió la jubilación anticipada asqueado de los interiores del castrismo y lo purgó con dos años de cárcel, donde lo intentaron «eliminar» suministrándole un fármaco que causaba derrame cerebral. Salió vivo -a diferencia del general José Abrantes- , y tras 10 tentativas de huida, abandonó la isla en el 2008, decidido a contar lo que había visto. El resultado: La vida oculta de Fidel Castro (Península).

-Fidel Castro es hoy un anciano en chándal, vacilante. ¿Le reconforta?

 

-Está pagando todo lo que hizo. Me figuro que él siente un gran pesar al recordar lo que fue y ver la cosa en que se ha convertido. Está muy mal. Los problemas motrices y el deterioro neuronal son secuelas del cáncer de intestino que se detectó en 1983.

 

-Usted vio entonces cómo sangraba. 

-Viví ese episodio y el segundo, en 1992, tras su viaje a España. ¡Ahí lo vi muerto en la camilla! Su cuerpo no aceptaba las transfusiones, y hubo que hacer un trasvase directo de la vena de uno de los dos escoltas del grupo A negativo que siempre iban con él. Esa fue la primera vez que se mandó a buscar a Raúl Castro. Delante de mí, los médicos le explicaron lo que vendría.

-¿Aún manda en Cuba?

-En los momentos cada vez más escasos de lucidez, Fidel aún da su opinión. Y Raúl le escucha. Raúl siempre tuvo un miedo atroz a que Fidel le criticara. Hasta el punto de que cuando Raúl cambió el uniforme de las Fuerzas Armadas, mandó vestir a cuatro muchachos con distintos uniformes para que Fidel eligiera.

-Daba miedo a todo el mundo, dice.

 

-Nadie puede negar que es carismático, seductor y muy inteligente, pero todos sabíamos que lo mismo te podía nombrar ministro que hacer que te pudrieras en una cárcel.

-Cuesta entender cómo pudo usted protegerle durante 17 años...

-En la primera etapa, Fidel para mí era un dios. No solo estaba dispuesto a dar la vida por él, sino que deseaba darla. Luego sí veía sus lujos, pero los justificaba diciéndome que se había sacrificado mucho por Cuba. ¡Yo estaba ciego!

-¿En qué momento vio con claridad?

-Lo bajé del altar en 1988, cuando oí una conversación que no debía oír entre él y su ministro del Interior, el general José Abrantes. Fidel estaba dirigiendo el tráfico de cocaína como un verdadero padrino. Fue un shock tremendo. Me sentí utilizado. Había querido dar la vida por un hombre que era un narcotraficante.

-Eso son palabras mayores.

-Fidel estaba convencido de que el narcotráfico era un arma de lucha revolucionaria. ¿Su lógica? Si los yanquis eran tan estúpidos como para consumir droga colombiana, servía a sus objetivos -desestabilizar la sociedad estadounidense- y era una forma de financiar la subversión. Pero, para quedar él limpio, acabó encarcelando a Abrantes y mandó fusilar al general Arnaldo Ochoa.

-¿Tiene pruebas de lo que dice?

-En varias ocasiones vi al ministro Abrantes entregarle maletines repletos de dólares. «Es dinero del Ministerio del Interior para la Revolución», decía. Fidel lo tomaba, y se lo daba a su edecán Pepín Naranjo o a su secretario, Chomy, para que lo depositara en cuentas en el extranjero.

 

-El Comandante juraba haber vivido con 900 pesos [25 euros] al mes.

-Mentir sin vergüenza es uno de sus talentos. Fidel le llegó a prestar dinero al propio Estado cubano al 10% de interés. ¡Y había que pagárselo!

-Forbes ha estimado su fortuna en 710 millones de euros.

-Lo hizo tomando un porcentaje del PIB de Cuba y asignándoselo a Fidel. Pero no es la realidad. Durante 10 años yo hice mis cálculos. En los años 80, Fidel creó una serie de empresas que no se regían por la economía nacional. Vi cómo los directores le entregaban el dinero en metálico y él lo depositaba en las cuentas del exterior. Sin error, su fortuna ronda los 3.000 millones de dólares [2.300 millones de euros].

-Le ha importado un pimiento el ahogo de los cubanos, asegura usted.

-Siempre supo de las carencias. También a finales de los 80 creó un departamento en Interior para procesar los estados de opinión de la población recogidos en las colas y en las paradas de bus. Así, cuando hablaba, daba la impresión de que estuviera embebido de los problemas. Así, cuando la gente se quejaba de que faltaba una ambulancia en tal policlínica, Fidel la sacaba de su reserva, la concedía y, automáticamente, se giraba a su ayudante y le decía: «Hay que reponerla en la reserva». Esa reserva no era solo de dinero, sino de vehículos, maquinaria, alimentos… Recursos del Estado que eran de su propiedad y que repartía a quien le daba la gana.

-A ver. ¿En qué ha creído Fidel?

-En Fidel, única y exclusivamente. Solo que la cosa evolucionó.

-¿Qué quiere decir?

-Cuando bajó de la Sierra Maestra, tuvo una única residencia, la de Cojímar. En 1969 añadió El Once, un apartamento en el que vivió con su amante Celia Sánchez [una de las primeras mujeres en empuñar las armas durante la Revolución]. Era un cuarto piso al que hizo subir en helicóptero cuatro vacas para cruzarlas.

-¿Vacas? ¿Cuarto piso?

-Se chifló por la ingeniería genética y le dio por obtener vacas revolucionarias. En aquella azotea cruzó las de raza Holstein con cebús cubanos. Llegó a obtener un ejemplar que daba 109 litros al día. Más tarde se añadieron más propiedades.

-¿Cuántas?

-Llegó a tener alrededor de 20. Estaba la Unidad 160, donde tenía su docena de Mercedes, la sala de cine privado, el almacén de alimentos, la casa de citas extraconyugales... Y tras la invasión de bahía de Cochinos, se enamoró de la Ciénaga de Zapata e hizo construir allí una marina, la Caleta del Rosario, donde amarra sus barcos: el yate Aquarama II, tres barcos de paseo, dos de pesca y otros más de correo.

-Una flota magnífica.

-Navegando, un día vio Cayo Piedra, una isla paradisiaca en la que solo vivía un farero. Lo sacó, impuso una exclusión marítima de tres millas y se hizo una mansión con piscina olímpica, un delfinario, un criadero de tortugas y una casa de invitados. Luego está su residencia oficial -Punto Cero-, el pabellón de caza de patos La Deseada, las casas en Santiago de Cuba, en Camagüey…

-No es muy comunista, ciertamente.

-Ha sido el monarca absoluto de la isla. El director general del holding Cuba. Ha utilizado a muchos que dieron la vida por él y luego los ha tirado como a un pañuelo de papel.

-Usted, entre ellos.

-Fui su sombra, anoté absolutamente todo lo que hacía en libretas grises y hasta le llegué a acompañar en sus inmersiones en Cayo Piedra. Le defendía de tiburones y barracudas, mientras él extendía el brazo, los buzos le daban el arma y disparaba a los pargos y los atunes. Poco deportivo.

-Le define como un niño mimado.

 

-Así es. Y sus enfados eran rabietas. Golpeaba el suelo con la planta del pie mientras agitaba ambos índices apuntando al suelo.

-¿Tuvo que probar sus alimentos?

-Había una sección de especialistas que lo analizaban todo. Incluso desmenuzaban tartas de regalo y las reproducían idénticas para que pudiera elogiarlas. Sin embargo, a mí me tocó ese trabajo en algún viaje. Cuando estuvimos en Galicia, en el pueblo de su padre, Láncara, los vecinos quisieron agasajarlo con frituritas y empanadas. Con mucha diplomacia, yo las probaba y decía: «Está un poco salado para el gusto de Fidel. Ya verá, pruébelo». Si no lo hacían, las frituritas no pasaban.

-¿600 veces intentaron matarle?

-Diría que unas 100.

 

-Confiaba en pocos. ¿García Márquez fue uno de ellos o lo utilizó?

-Se utilizaron mutuamente. Gabo le sirvió de emisario. Cuando a Fidel le llegó la noticia de que el Gobierno de EEUU estaba tras la pista de altos funcionarios cubanos vinculados al narcotráfico, la fuente fue García Márquez. A cambio él tuvo una mansión en Cuba con todos los lujos.

-¿Qué me dice de sus mujeres, siempre fuera de plano?

-Nunca vi una relación familiar con su esposa Dalia [Soto del Valle] y sus cinco hijos. Nada de besos ni caricias. Con las amantes era otra cosa. Con Celia Sánchez y con su traductora Juanita Vera vivía el romance, el traguito, el baño en la piscina...

-Oiga, con la de cosas que cuenta, ¿no hay riesgo de que le peguen un tiro?

-No olvide que soy un experto en seguridad. Mire dónde me he sentado.

-Con la espalda pegada a la pared.

-Así es. Y en Miami, donde voy armado, entreno a guardias de seguridad para vips y, a cambio, me protegen en los lugares públicos.