Tensión por la muerte de otro negro en Misuri por disparos de la policía
Lo que eran hasta hace unos meses pequeños faldones en las páginas de sucesos de los periódicos locales son ahora noticias de dimensión nacional. En pleno debate sobre la cultura policial en Estados Unidos y el sesgo de discriminación racial que permea en la aplicación de la ley, otro joven negro murió el miércoles abatido por disparos de la policía en una gasolinera de Misuri, a menos de cuatro kilómetros de Ferguson, la localidad donde se reabrió esa conversación cíclica tras la muerte de Michael Brown, que dio pie a manifestaciones en todo el país. Esta vez el joven tiroteado iba armado, según ha explicado la policía.
Todo sucedió poco antes de la medianoche del martes al miércoles en Berkeley, un barrio de San Luis. Un policía había recibido un aviso sobre un robo en la zona y, al ver a dos hombres en el aparcamiento de una gasolinera, se acercó a hacer una inspección. Según un portavoz policial, uno de ellos le apuntó con una pistola al bajar del coche, y el agente respondió con tres disparos. Al menos uno de ellos mató a Antonio Martin, un afroamericano de 18 años. La otra persona se dio a la fuga. «Muchos de nosotros nos hubiéramos sentido amenazados de muerte», explicó el jefe de la policía del condado de San Luis, John Belmar, que calificó de «proporcional» la respuesta del agente.
Poco después de conocerse la noticia, 200 ó 300 personas se congregaron en las inmediaciones de la gasolinera, donde se produjeron algunos encontronazos con la policía. Según el diario local St Louis Dispatch, los manifestantes llegaron a lanzar ladrillos contra las fuerzas del orden y estas respondieron arrestando a cuatro personas y disolviendo a la multitud con aerosoles de gas pimienta. Un vídeo grabado por las cámaras de la gasolinera, grabó el momento de la muerte de Martin, pero la toma es demasiado lejana para distinguir claramente lo que sucedió.
Seis años de veteranía
El agente que lo mató, un hombre blanco de 34 años con seis años de veteranía en el departamento de la policía de San Luis, portaba una cámara en el uniforme cuando comenzó su turno, pero por algún motivo no la llevaba en ese momento. Pese a las pequeñas protestas que generó el suceso, indicativas de cómo las cicatrices por la muerte de Brown en agosto y la posterior exoneración del policía que lo mató siguen abiertas, ambos casos son diferentes. «Berkeley no es Ferguson», dijo el alcalde de Berkeley, el afroamericano Theodore Hoskins. Allí, tanto él como la mayoría de los agentes de policía son negros. Y a diferencia de Brown, todo hace indicar que Martin o su colega iban armados.
De lo que no hay duda es que la desconfianza hacia la policía entre algunas comunidades de color sigue cotizando al alza en Estados Unidos, pese a las medidas anunciadas hace unas semanas por el presidente norteamericano Barack Obama para instalar unas 50.000 cámaras en los uniformes de algunos departamentos o los millones que se van a dedicar a mejorar la formación de los agentes.
Y la policía se siente acorralada socialmente e injustamente tratada. Así ha quedado de manifiesto en los últimos días en Nueva York.
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