UN PENSADOR Y ACTIVISTA INFATIGABLE

José María Mendiluce, la sonrisa eterna

El político, que murió prematuramente, era todo un referente en la lucha contra la injusticia

Mendiluce, en una fotografía tomada en Barcelona el 24 de julio de 1995, en plena campaña por la intervención en Bosnia para poner fin a las masacres.

Mendiluce, en una fotografía tomada en Barcelona el 24 de julio de 1995, en plena campaña por la intervención en Bosnia para poner fin a las masacres.

ANA ALBA / MONTSERRAT RADIGALES

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Una enfermedad degenerativa ósea muy dura se llevó a José María Mendiluce (Madrid, 1951). Tenía solo 64 años, pero los vivió intensamente. Fue estudiante universitario combativo, militante anti-franquista (colaboró con la trotskista Liga Comunista Revolucionaria), trabajó para el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) en Namibia, Angola, Nicaragua y los Balcanes, fue eurodiputado, presidente de Greenpeace, candidato a la alcaldía de Madrid y escritor.

Nació en Madrid, pero era de familia vasca y se sentía donostiarra. Inteligente, carismático y gran conversador, tenía capacidad de liderazgo y atrapaba al público con sus palabras. Su energía parecía inagotable, igual que su entusiasmo para emprender proyectos que le apasionaban y denunciar injusticias.

Como máximo representante del ACNUR en la ex-Yugoslavia, Mendiluce vivió una experiencia horripilante. Él mismo la relató en la memorable serie documental de la BBC 'The death of Yugoslavia' ('La muerte de Yugoslavia'), tal como lo recoge el libro del mismo nombre que firman Laura Silber y Allan Little. El 10 de abril de 1992 regresaba a Sarajevo desde Belgrado. Cruzó la frontera por Zvornik, ciudad del este de Bosnia cuya población era musulmana en un 60%. Aquel día había caído a manos serbias. Los paramilitares conocidos como los Tigres, dirigidos por Zeljko Raznatovic, alias 'Arkan', se habían empleado a fondo en la 'limpieza étnica'y Mendiluce se convirtió, de forma casual, en un testigo incómodo. Casi le cuesta la vida.

EN PELIGRO

A los paramilitares serbios y a los soldados del Ejército Federal Yugoslavo (JNA) que campaban por doquier no les hizo ninguna gracia que un funcionario extranjero merodeara por allí. "Me detuvieron durante dos horas. Me di cuenta de que estaba en grave peligro. Pude ver los camiones llenos de cadáveres. Pude ver a los paramilitares sacando más cuerpos de niños, mujeres y ancianos de las casas y cargándolos en camiones. Vi al menos cuatro o cinco camiones llenos de cadáveres. Cuando llegué la 'limpieza' ya se había llevado a cabo. No había gente, nadie en las calles. Se había acabado. Estaban saqueando, limpiando la ciudad después de la masacre. Estaba convencido de que me iban a matar"explicó.

Mendiluce era un hombre de principios y lo que vio en Zvornik no hizo sino incrementar su determinación. En 1994 fue elegido eurodiputado (concurró como independiente en la lista del PSOE) y llegó al Parlamento Europeo convertido en un auténtico activista.

Junto a otros dos eurodiputados, el socialista francés Bernard Kouchner y el 'verde' alemán Daniel Cohn-Bendit emprendió una auténtica campaña para, al amparo del "derecho de injerencia humanitaria", entonces muy incipiente en la doctrina internacional, exigir una intervención militar en Bosnia. El trío no perdía ocasión. Llegaron a planear colocar en la megafonía de la Eurocámara, durante una intervención del presidente francés Jacques Chirac, una grabación en la que se oían las sirenas que sonaban en Sarajevo cuando se avecinaba un bombardeo. No llegaron a hacerlo. "El Parlamento no es un circo", argumentó.

La Eurocámara no era un circo pero aquel día, el 11 de julio de 1995, se le pareció bastante. Chirac fue recibido en el hemiciclo de Estrasburgo con una bronca descomunal por su decisión de reanudar las pruebas nucleares francesas en el Pacífico. Mendiluce, Kouchner y Cohn-Bendit contribuyeron a la protesta colocando en las paredes de la Cámara una enorme pancarta que rezaba, en francés: "Menos arrogancia en el Pacífico; más coraje en Bosnia".

Lo que nadie, ni siquiera Mendiluce, podía imaginar, es que la "falta de coraje en Bosnia" se haría tan diáfana aquel mismo día y los siguientes. Porque el 11 de julio de 1995 no pasó a la historia por la bronca a Chirac, sino por la caída de Srebrenica a manos de las fuerzas serbobosnias comandadas por el general Ratko Mladic y el inicio de la peor matanza en suelo europeo desde la segunda guerra mundial -el asesinato de más de 8.000 hombres y adolescentes bosníacos (musulmanes)- ante las mismas narices de los cascos azules de la ONU encargados de proteger el enclave. Mladic, al igual que su jefe político, Radovan Karadzic, está siendo juzgado por genocidio en el Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia. Qué lástima que Mendiluce no verá la sentencia. Seguramente se la imaginó.

LA MANIFESTACIÓN DE CANNES

Antes de la masacre de Srebrenica, el 26 de junio de 1995, Mendiluce encabezó, junto con Kouchner, una manifestación contra la guerra de Bosnia, bajo el lema 'Europa renace o muere en Sarajevo', en la ciudad francesa de Cannes, donde se celebraba una cumbre de la Unión Europea (UE). Mendiluce llegó allí junto a casi 300 personas en cinco autocares que partieron de Barcelona tras un acto multitudinario por Bosnia celebrado en la plaza de Catalunya. En el evento participaron personalidades de diferentes sectores, especialmente del mundo de la cultura y las oenegés, que prestaron su apoyo a la iniciativa gracias a Mendiluce.

El acto, al que asistieron miles de personas, se llevó a cabo con la ayuda del Ayuntamiento de Barcelona y el trabajo incansable de voluntarios de asociaciones, periodistas vinculados a los Balcanes y ciudadanos a título personal. Catalunya se volcó con Bosnia. La solidaridad se canalizó, en muchos casos, a través de decenas de ayuntamientos.

Esta fue la semilla de la plataforma de oenegés y ciudadanos Europa x Bosnia, impulsada por Mendiluce con el apoyo de numerosas personas e instituciones como la Generalitat de Catalunya, que permitió abrir el corredor humanitario Europa x Bosnia-Catalunya x Bosnia. En este país balcánico aún lo recuerdan y lo consideran «un gran amigo».

A Mendiluce, que durante la campaña a la alcaldía de Madrid reconoció abiertamente su homosexualidad -se definía como "homosexual imperfecto"-, le gustaba escribir. Colaboró con EL PERIÓDICO y con 'El País' y fue autor de siete libros, entre ellos 'Pura Vida', que le valió ser finalista del premio Planeta en 1998. En nuestra memoria quedará siempre su aspecto decidido y jovial, su camisa azul claro, la muñeca llena de pulseras de medio mundo, una mirada cálida y una sonrisa eterna.