JFK y Trump, cara a cara

John Fitzgerald Kennedy, el 35° presidente de Estados Unidos, habría cumplido 100 años este lunes. Proponemos aquí un juego de espejos con el 45°, Donald Trump

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IDOYA NOAIN

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El 22 de noviembre de 1963 JFK quedó, en palabras del politólogo Larry Sabato, "congelado para siempre en sus 46 años". Como escribió al día siguiente el columnista de 'The New York Times' James Reston, en Dallas "no se asesinó solo al presidente, sino a la promesa", y nació una leyenda en cuyo corazón late "lo que pudo haber sido". Inmediatamente se empezó a esculpir con cinceles de romanticismo una figura mítica tan fabulosa como ese Camelot cimentado por Jackie que han ido erosionando posteriores olas de revisionismo. Las mentiras, los errores y los fracasos conviven ya con los logros y el idealismo para formar un retrato más ajustado a la realidad. Pero ahora que el centenario de su nacimiento coincide con Donald Trump en la presidencia, la última marea vuelve a elevar a Kennedy. Aunque solo sea por comparación.

Los paralelismos entre los dos parecen numerosos, empezando por sus orígenes. Nacieron y se criaron en familias acaudaladas de raíces inmigrantes, en Irlanda en el caso de Kennedy y en Alemania, en el de Trump. Pero es justo ahí donde empiezan las diferencias que hacen que David Nasaw, profesor en CUNY y presidente de la Asociación Americana de Historiadores, afirme que "Trump es en mil maneras el anti-Kennedy".

"Kennedy estaba destinado al servicio público", asegura el historiador, autor de la biografía definitiva sobre Joseph Kennedy, 'El patriarca del clan'. "Su padre les dejó claro a él y a sus hermanos que había hecho suficiente dinero para que ninguno de ellos tuvieran que preocuparse y quería que se dedicaran al servicio público, no necesariamente a la política. De hecho no creía que Jack fuera a ser un buen político".

Parte de ese convencimiento radicaba en los graves problemas de salud de Kennedy, que durante décadas se mantuvieron ocultos bajo mentiras y que de haber salido a la luz habrían sido devastadores para su carrera, pero que también contribuyeron a forjarle. "Pasó muchas horas en la cama y leía mucho, era intelectualmente curioso", explica Nasaw, que marca aquí una de las diferencias con el actual presidente. "Trump sabemos que no lee y que no considera importante tener conocimiento ni de la historia ni de la política".

LA AMBICIÓN COMO MOTOR

Otro de los paralelismos entre JFK y Trump es que los dos hicieron nada convencionales campañas hasta la presidencia con el halo de ser 'outsiders' enfrentados al 'establishment' de sus partidos. El escritor, columnista y documentalista Richard Reeves, autor de dos libros sobre Kennedy, dice en una entrevista desde la Universidad del Sur de California que, "en cierta forma triste, Kennedy fue precursor de Trump en el sentido de que probó que la única cualificación necesaria para ser presidente era quererlo. Si tenías forma de operar independientemente del sistema político, en 1960 o en el 2016, tu propia ambición era suficiente".

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"\"Kennedy prob\u00f3, como Trump,\u00a0","text":"\"Kennedy prob\u00f3, como Trump,\u00a0que la \u00fanica cualificaci\u00f3n para ser presidente es quererlo\", sostiene el columnista Richard Reeves"}}Curtis Wilkie, historiador y coautor de 'The road to Camelot', un libro recién editado sobre los cinco años en que JFK forjó, ayudado por su hermano Robert, su camino hasta la presidencia, no cree, en cambio, que las dos campañas sean comparables, más allá de que fuera Kennedy quien "plantó las semillas de la movilización ciudadana y de salirse de las líneas del partido" que luego han seguido muchos otros candidatos, de Barry Goldwater a Barack Obama o el propio Trump.

"Kennedy había pasado por el Congreso y el Senado y, a diferencia de Trump, estaba muy cercano a las figuras políticas", dice Wilkie desde la Universidad de Mississippi. "Nunca desafió al liderazgo del partido como Trump, y su campaña fue mucho más constructiva. Trump ha buscado la rabia en la población y ese no era el caso de Kennedy". Aunque hubo promesas similares ( "hacer América moverse de nuevo" de Kennedy y "hacer América grande de nuevo" de Trump) Wilkie tampoco encuentra conexión. "Entonces había ansiedad sobre la guerra fría y la economía, pero Kennedy no lo usó como lo ha intentado explotar Trump".

SIN RASTRO DE SOFISTICACIÓN

Ni Kennedy ni Trump llegaron a la Casa Blanca con un claro mandato (el primero ganó el voto popular por un disputado 0,2% y el segundo alcanzó el 1600 de la Avenida Pensilvania al imponerse en el sistema del colegio electoral). Y una vez ahí se rodearon, como en campaña, de miembros de su familia, creando sombras de nepotismo que en su día sobrevolaron sobre Bobby Kennedy y hoy (con leyes elaboradas tras aquella presidencia) lo hacen sobre Ivanka Trump y Jared Kushner.

En este aparente reflejo, Wilkie también ve un paralelismo distorsionado. "Kennedy se rodeó de gente no emparentada con él de quien valoraba su sabiduría, talento, inteligencia y experiencia. Donald Trump no tiene nada como eso", opina. "Se ha rodeado de gente sin experiencia pero de su confianza". No es solo cuestión de política. Kennedy y la primera dama, Jacqueline, fueron también figuras de sofisticación y cultura para la Casa Blanca, adonde llegaron la música clásica, los honores a intelectuales, las cenas con escritores, el chef francés... Hoy no hay ni rastro de algo parecido.

Igual que Kennedy no fue el primer presidente en usar la televisión pero sí el primer político en explotarla a su favor, Trump ha dejado con su uso de Twitter a Barack Obama en mero aprendiz y Nasaw define a ambos como maestros ("es difícil llegar a presidente si no lo eres"). Pero es en su relación con la prensa donde se sitúan en las antípodas. Como recuerda el historiador, "Kennedy no confiaba en la prensa, ningún presidente lo hace, pero la cultivó". Llegó a tener una relación muy buena, "para muchos incluso demasiado cercana", en opinión de Wilkie, y hoy sería impensable que los periodistas mantuvieran en secreto, como hicieron con Kennedy, sus devaneos extramaritales. Trump, en cambio, la critica e insulta constantemente.

EL APRENDIZAJE DESIGUAL

Aparentan coincidencia también en unos primeros 100 días marcados por los errores, pero quizá es ahí, y en lo que ha seguido, donde radica una de las mayores diferencias que los historiadores identifican entre Kennedy y Trump. La fallida invasión de Cuba en Bahía de Cochinos "fue un desastre y culpa de Kennedy, porque no entendía el tema ni la agenda de la CIA o de sus militares y fue naif", asegura Reeves. "Pero aprendió cómo pensaban y cómo querían utilizarlo, maduró y, magullado, aprendió a seguir sus propios instintos. Trump es justo lo contrario", afirma. "Si ha aprendido algo de ser presidente no lo ha demostrado. Tiene una visión del mundo en que la meta es ganar día a día, piensa como un niño". Tras Bahía de Cochinos Kennedy se disculpó, un concepto que no se ha podido comprobar que Trump entienda. Y si al primero los ciudadanos le compensaron subiendo sus ya altos índices de aprobación (del 74% al 83%), Trump superó el umbral de los 100 días cayendo (del 45% al 41%).

Es precisamente el "constante aprendizaje" otra de las virtudes con que los historiadores y biógrafos alaban a Kennedy, el presidente que sembró las semillas de la guerra de Vietnam pero también puso la vista en las estrellas y apostó por la innovación y la ciencia (terrenos donde Trump hace que se desvanezcan a la velocidad de la luz las esperanzas que llegó a poner en él públicamente Bill Gates). No hablan solo de Cuba, sino también de la crisis de los misiles que le enfrentó durante 13 días en un pulso con Kruschev que puso al mundo al borde la tercera guerra mundial o de su decisión de pronunciarse a favor de la integración racial, enterrando los cálculos meramente políticos que le llevaron durante más de dos años a ignorar la lucha por los derechos civiles.

"En junio de 1963, en televisión, se puso del lado de la minoría, dijo que los derechos civiles no eran un tema político o regional sino moral. Y fueron palabras asombrosas y su mayor logro", asegura Reeves. "Hasta ahora, y llevamos cuatro meses, no hay evidencia de que Trump haya aprendido nada", lamenta en contraste Wilkie. "Dirige el país como el dictador de una república bananera. Es una vergüenza profunda para este país, un artista del timo".

"JFK valoraba aprender de una forma que para Trump no existe", asegura también Nasaw. "Cuando decía aquello de 'no preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregunta qué puedes hacer tú por tu país', realmente lo creía. La suya fue una presidencia de esperanza, que miraba hacia adelante. Hasta Ronald Reagan se inspiraba en sus discursos. Trump es el único presidente que apela al miedo, al pesimismo".