NÓMADAS Y VIAJANTES

Al Jazira, de la modernidad al salafismo

La cadena catarí es una cortina propagandística que oculta un país sin libertades

Estudios de Al Jazira en Doha

Estudios de Al Jazira en Doha / periodico

RAMÓN LOBO

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Sin Al Jazira serían impensables las últimas dos décadas en Oriente Próximo, dice Javier Martín, uno de los periodistas españoles que más saben de esa región. La cadena catarí vía satélite cumple 20 años de existencia con luces y sombras. Con sus emisiones en lengua árabe, que tienen poco que ver con la versión 'light' y occidentalizada en lengua inglesa, burló la censura informativa de varias dictaduras árabes y permitió al emirato de Catar, otra dictadura, presentarse como un país moderno y emprendedor en un mundo cada vez más globalizado.

Gracias a Al Jazira, los egipcios bajo Hosni Mubarak pudieron ver por primera vez la muerte de un palestino a manos del Ejército israelí. La ocupación de Cisjordania y Gaza fue uno de los temas estrella de los primeros años, cuando aún cortejaba una imagen de moderación. Creó un nuevo relato para la calle árabe que potenció la sensación de agravio, de ser víctima del doble juego político de Occidente.

La versión árabe de Al Jazira emite noticias distintas a las que emite en inglés. No solo cambian los temas, también los enfoques y, sobre todo, los adjetivos. Es como si para el mundo árabe fuese la Fox News y para el resto del mundo la BBC.

Las primaveras árabes, y el miedo a que llegaran a Catar, provocaron cambios en las dos emisiones, más profundos en lengua árabe. En esta etapa han tenido protagonismo clérigos radicales como Yusuf al Qaradawi, considerado próximo a Al Qaeda y que gracias a un programa propio se ha convertido en uno de los ulemas más influyentes en el mundo árabe. La causa palestina pasó a un segundo plano, desplazada por la salafista, el nuevo motor. Uno de los símbolos de esta islamización de Al Jazira es la presentadora Khadija Benganna, la primera en cubrirse la cabeza con un 'hiyab'.

PULSO CON ARABIA SAUDÍ

La cadena creada con dinero del emir colocó a Catar en el mapa. Ahora es el rival político y diplomático de Arabia Saudí, otra dictadura. Ambos compiten en Siria. Catar apoya al antes llamado Frente Al Nusra, y Riad al Estado Islámico (y como opción de recambio al Jeish el Islam). Sucede también en Libia, donde favorecen grupos enfrentados entre sí. En esas guerras por delegación se suceden las alianzas más extrañas, como la reciente de Rusia y Arabia Saudí con el general Jalifa Belqasim Haftar, excompañero en el golpe que aupó a Gaddafi al poder, rescatado y entrenado después por la CIA.

Al Jazira es un instrumento esencial en lo que Javier Martin llama “el juego de los espejos”: proyectar una imagen fuera que contradice la realidad interior. La cadena es una cortina propagandística que oculta un país sin libertades, en el que la mujer carece de derechos, lo mismo que los trabajadores indios y paquistanís que levantan los estadios del Mundial de fútbol del 2022 en condiciones de esclavitud. Amnistía Internacional habla de centenares de muertos en accidentes laborales. El único país árabe del que Al Jazira no informa de verdad es Catar.

Pese a que ningún periodista occidental puede entrar libremente en el país, necesita un patrocinador, su imagen exterior se concentra en su jequesa Mozah bint Naser al Misned, madre del actual emir. Se la considera un ejemplo de glamur, olvidando que procede de un país en el que se violan los derechos humanos. Catar también es muy activo en sus inversiones en Occidente, incluidos medios de comunicación.

Los atentados del 11-S provocaron enfrentamientos entre EEUU y otros Gobiernos con Al Jazira. La acusaban de ser el portavoz de Al Qaeda porque la cadena emitió numerosos comunicados y vídeos de la organización, además de entrevistar a Osama bin Laden. Su delegado en España, Taysir Alony, fue encarcelado por orden de Baltasar Garzón acusado de pertenencia a banda armada.

La existencia de Al Jazira, y de otras cadenas árabes como Al Arabiya, además de internet, cambió la forma de trabajar de muchos periodistas occidentales. Dejaron de ser percibidos como aliados potenciales para colocar noticias, como sucedió en Bosnia, a ser espías y, por lo tanto, objetivos militares a los que se podía secuestrar o/y asesinar. Los grupos insurgentes yihadistas disponen de páginas web para vender sus mensajes, además de una cadena vista en todo el mundo árabe.

Los cambios tras las primaveras árabes también afectaron a las emisiones en inglés, que perdieron credibilidad a raudales. Pese a todas estas sombras, sigue emitiendo reportajes de gran valor periodístico sobre temas que para Occidente nunca existen, como todos los relacionados con los palestinos.