CALIFORNIA SE MUERE DE SED

Jardines obscenos

Más de mil hogares están sin agua corriente frente al derroche de las mansiones

Grietas provocadas por la sequía.

Grietas provocadas por la sequía.

por IDOYA NOAIN

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Guillermo Escalona atribuye a su cultura «europea y austera» no haber sido «nunca de derrochar agua», pero las cosas ahora van mucho más allá de la costumbre de cerrar el grifo mientras se lava los dientes. Este cineasta independiente valenciano se instaló en Los Ángeles hace algo más de cinco años, cuando aún no había empezado la sequía que arrancó en el 2011 y que se ha convertido en la peor de los últimos 120 años en California. El pasado 1 de abril, el gobernador, Jerry Brown, impuso draconianas restricciones por primera vez en el consumo del agua en un estado que cuenta con 39 millones de habitantes y con una economía que, de ser un país independiente, figuraría entre las 10 primeras del mundo. Ahora, para Escalona, «la relación con el agua se ha convertido en una cosa muy de estar encima, muy de mirar a Alaska como futuro porque aquí se acaba».

El fantasma del 'Dust Bowl'

Puede parecer que exagera, pero ese futuro es ya presente para habitantes de localidades como East Porterville, en el condado de Tulare, a medio camino entre Los Ángeles y San Francisco. Hay campos baldíos (el 5% del terreno agrícola de todo el estado está por labrar) y las nubes de polvo se levantan despertando los fantasmas del Dust Bowl, el desastre ecológico que hace nueve décadas obligó a cientos de miles de personas a emigrar precisamente hasta California, el viaje retratado en Las uvas de la ira en busca del sueño del estado dorado donde hoy el apodo se ajusta a una tierra de la que ha desaparecido el verde.

En East Porterville, donde el 40% de residentes viven bajo el umbral de pobreza, más de 1.000 hogares llevan un año entero sin agua corriente. Conforme los pozos privados se fueron secando, fue aumentando la dependencia del agua embotellada que los voluntarios reparten, de unas cuantas duchas portátiles instaladas en una iglesia de la comunidad y de la generosidad de quienes aún consiguen sacar de la tierra excavando cada vez más profundo, a más precio y con más riesgos. Dependen también de agudizar el ingenio: un aspersor en marcha en un cementerio bien sirve para el aseo.

Incluso opciones como esa se evaporan ahora que las 400 agencias locales de distribución de agua, que abastecen al 90% de los californianos, intentan pensar en cómo reducir para febrero el consumo humano el 25% respecto a los niveles del 2013. Los camposantos, como los casi 900 campos de golf del estado o los campus universitarios, están entre los obligados a hacer recortes significativos. Como todos. O casi.

La gran industria agrícola que no obtiene el agua de las agencias locales está exenta, al menos por ahora, de los recortes impuestos. Esa excepción ha abierto una nueva etapa en la guerra del agua que desde siempre se ha librado en California. Hoy no es Los Ángeles contra el valle de Owens, el enfrentamiento que latía en la Chinatown de Roman Polanski, ni el norte contra el sur o las ciudades contra los suburbios... Hoy es lo urbano frente a lo agrícola, municipios contra granjeros que producen casi un cuarto de lo que come EEUU pero que,  para hacerlo, usan el 80% del agua destinada a consumo humano.

No es esa la única batalla. También llueven críticas sobre los ecologistas, a los que algunos ven responsables de convertir en intocable buena parte del agua que podría abastecer a la población. Y la sequía ha intensificado también otro enfrentamiento: el del ciudadano corriente con el 1%. «Se pone más el foco en el hecho de que los ricos y famosos usan más agua que otros» le explicaba a The Guardian recientemente el historiador ambiental Jon Christensen, explicando el auge de una campaña de denuncia en la redes sociales que ha sacado los colores, por despilafarradores, a gente como Kim Kardashian y Kanye West por sus enormes jardines obscenamente verdes, a los residentes ricos de Beverly Hills que siguen llenando sus piscinas y a los hoteles que aún refrescan con vapor a sus clientes... 

Hacia la reinvención

Aunque la atención se pone en las restricciones de agua (el sistema impone en las ciudades más derrochadoras objetivos de ahorro más altos), California está tomando medidas que miran más allá de la emergencia actual. Se está incentivando, por ejemplo, el reemplazo del césped por plantas más resistentes a la sequía y se ayuda a financiar el cambio de sistemas de riego por otros más eficientes. También se está apoyando la adaptación a las últimas tecnologías de gestión de agua y se exploran vías como la desalinización. California es consciente de que se impone un nuevo modelo que detecte los cambios y el crecimiento de la población y los adapte a un recurso claramente limitado. Como dijo el gobernador Brown, el estado se ha embarcado «en un experimento que nunca antes nadie ha probado». California busca su última reinvención. H