RETROCESO

Japón vuelve a aplicar la pena de muerte y ahorca a tres presos

ADRIÁN FONCILLAS
PEKÍN

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Japón ha vuelto a ejecutar a reos después de un paréntesis de un año. Tres condenados fueron ahorcados ayer, informó el ministro de Justicia, Toshio Ogawa, quien lo justificó en el estricto cumplimiento de la ley y en el masivo apoyo popular a la pena de muerte.

Los tres ajusticiados son asesinos múltiples cuyos actos traumatizaron a un país con unas tasas de delito muy bajas. Yasutoshi Matsuda, de 44 años, fue ejecutado en Fukuoka por haber robado y asesinado a dos antiguas novias en el 2001; Yasuaki Uwabe, de 48, murió en Hiroshima tras ser condenado por matar a cinco personas y herir a 10 tras empotrar su coche en una galería y después acuchillar a los transeúntes que encontró a su paso en 1999; Tomoyuki Furusawa, de 46, fue ejecutado en Tokio por haber asesinado a su hijo de 12 años y a los padres de su esposa, de la que se estaba divorciando, en el 2002.

Ogawa dijo que «había cumplido su deber según lo estipulado por la ley» y recordó que una encuesta gubernamental del 2009 reveló que el 86% de los japoneses apoya la pena de muerte. «Los castigos de los crímenes son decididos por el público», remachó. Ningún reo fue ejecutado en el 2011, el primer año que ocurría en casi dos décadas. Los últimos habían sido ahorcados en julio del 2010 por orden de Keiko Chiba, la predecesora de Ogawa, conocida por su oposición a la pena capital. Chiba presidió las ejecuciones y permitió por primera vez que la prensa viera las instalaciones donde se practicaban para estimular el debate público. El Ministerio se planteó bajo el mandato de Chiba la posibilidad de erradicar las ejecuciones, pero el cambio de poder finiquitó la cuestión. Actualmente hay 132 reos en el corredor de la muerte, el número más alto desde el fin de la segunda guerra mundial. Trece pertenecen a la secta que atentó con gas sarín en el metro de la capital en 1995. Japón y EEUU son los únicos países democráticos y desarrollados que siguen aplicando la pena de muerte.