Italia se queda sin derecha

El progresivo desmoronamiento del partido de Berlusconi arrastra a toda la familia conservadora

Silvio Berlucosconi con su actual pareja, Francesca Pascale, el pasado verano en Roma.

Silvio Berlucosconi con su actual pareja, Francesca Pascale, el pasado verano en Roma.

ROSSEND DOMÊNECH / ROMA

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En las generales de 2008 obtuvo 14 millones de votos, en las europeas de dos años más tarde fueron 11 millones y en las últimas generales consiguió poco más de 7 millones, la mitad de seis años antes. Los sondeos actuales que le atribuyen un descorazonador 14,3% de los votos. Forza Italia, liderada por Silvio Berlusconi, creada en 1994 y resucitada en el 2009  tras el fracaso de la unión de los partidos derechistas bajo el paraguas del Pueblo de la Libertad (PDL), se está disolviendo como nieve al sol y con ella toda la derecha. Una orfandad que nunca se había producido desde la segunda guerra mundial.

Los detalles ilustran despiadadamente la debacle. Para estas navidades, Berlusconi ha puesto fin a los fabulosos regalos y cenas que ofrecía a sus colaboradores y ha anunciado que no pondrá «un euro más» en  Forza Italia, que el pasado año ya se mudó de sede nacional en Roma a un edificio más modesto. Más de 40 empleados de formación, de unos 80, han sido despedidos por correo electrónico y la deuda acumulada asciende a 87 millones de euros.

Recortes salariales

Para los gastos corrientes, Forza Italia necesita unos siete millones anuales, que Berlusconi pretende que los pongan sus diputados y senadores a través de un recorte voluntario de los sueldos (unos 15.000 euros mensuales de media), como hacían antaño los parlamentarios comunistas y hacen aún los progresistas. Con ese aval se podrían solicitar créditos bancarios para seguir adelante. Pero la llamada al sacrificio no está funcionando por el momento.

La línea política está resultando también confusa, después de que Berlusconi fuera condenado por fraude fiscal y está cumpliendo la pena en un geriátrico y, según lamentan sus colaboradores,  haya delegado las batallas políticas a Francesca Pascale, su compañera de 28 años (48 más joven que él). Recientemente, Pascale se hizo fotografiar durante la inauguración de un «departamento para los derechos civiles» del partido, ubicado nada menos que en un club gay, mientras que paralelamente otras diputadas conservadoras se han cerrado en banda a la apertura de Renzi hacia los homosexuales. Berlusconise ha mostrado favorable a medidas legislativas hacia las parejas de hecho y las homosexuales, pero Angelino Alfano, secretario de Nuevo Centro Derecha (NCD y ministro del Interior,  ha prohibido que los funcionarios públicos registren como válidas en Italia las uniones homosexuales celebradas en el extranjero. Es el mismo Alfano a quien Berlusconi ofrece una nueva alianza para resucitar la derecha.

Las marchas

El eterno y fiel portavoz que tuvo Berlusconi, Paolo Bonaiuti, se ha marchado del partido y el coordinador del mismo, Denis Verdini seguirá sus pasos. Las damas que le rodeaban, como Daniela Santaché, se han eclipsado. Le planta cara solo Raffele Fito, parlamentario del sur, que en apariencia apunta a recoger la herencia berlusconiana,  «Haz tu partido propio y ya regresarás después a pedir limosna», le habría apostrofado Berlusconi hace unos días. La formación cuenta con dos oficinas de prensa distintas y con poco más de 10.000 inscritos.

Otros dos partidos conservadores de poca relevancia, como el Nuevo Centro Derecha y Opción Cívica, pierden votos en cada comicio y sube solo la Liga Norte, ahora en manos de Matteo Salvini, joven como el progresista Matteo Renzi, pero en la órbita de la ultraderecha, xenófobo y antieuropeo.

De manera que la conservadora Italia, como la definía el periodista y escritor Indro Montanelli, se queda sin un partido de referencia. «Arriesguemos tener un partido único», el de Renzi, ha escrito el conservador Giampaolo Pansa. «El centroderecha italiano dejará de existir durante al menos 15 años», profetiza Gianfranco Fini, exaliado de Berlusconi.

El contexto nacional tampoco ayuda a que los conservadores vuelvan a unir fuerzas, porque el Partido Demócrata (PD) de Renzi está arañando consensos en todos los sectores sociales y formaciones políticas. «Hay que comprender lo que significa ser de centroderecha frente a un fenómeno como Renzi», han escrito varios analistas.

Los sondeos de las emisoras Rai y La7 atribuyen a la criatura de Renzi,  que el primer ministro define como  «partido de la nación» -su mismo partido con el ADN de izquierdas tal vez un poco cambiado-  un 41% de los votos y a una eventual coalición de centroizquierda el 44% de los sufragios. Algo nunca visto en Italia.