testigo directo

Infiltrado en las mafias de traficantes de perros

El consumo en China de carne de perros y gatos prolifera en medio de una crueldad espeluznante. El autor de este artículo es director de investigaciones de Igualdad Animal, organización que en marzo inició una campaña contra esta práctica en colaboración con entidades chinas. Cerca de 250.000 personas han solicitado al Gobierno de Pekín, a través del sitio SinVoz.org, que ponga fin al comercio de carne y piel de estos animales y avance hacia la aprobación de la primera ley de protección animal del país.

Un matarife se dispone a coger a uno de los perros cautivos para matarlo con un garrote en el matadero de Zhanjiang.

Un matarife se dispone a coger a uno de los perros cautivos para matarlo con un garrote en el matadero de Zhanjiang.

JOSE VALLE

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El matadero de perros de Zhanjiang (China) se encuentra a tan solo unos metros de la casa donde vive Ling, un niño de 6 años que todos los días de camino al colegio ve a los perros desangrándose ante la puerta de su casa. Para él esta escena es tan habitual que a veces, persiguiendo la pelota con la que juega en la calle, se adentra en el matadero en su busca con total naturalidad. En ese mismo lugar y detrás de una puerta de madera se encuentra un cuarto, sin ventanas y escasamente iluminado por los pocos rayos que se cuelan por los agujeros del techo, con una veintena de perros que permanecen en silencio encerrados en su interior.

Cada mañana el matarife entra en el cuarto con las tenazas en la mano y, tras estimar el peso aproximado de los perros y las necesidades de sus clientes, selecciona a los que matará ese mismo día. En esta ocasión mi compañero de investigación y yo entramos con él para documentar el interior de los mataderos de perros en China. Pronto nos percatamos de que los animales, visiblemente asustados, evitan la mirada del matarife en medio de un silencio premonitorio. No ladran en ningún momento y me pregunto si no les habrán cortado las cuerdas vocales. Los perros permanecen de pie, sin apenas moverse, evitando atraer la atención del matarife, como si así fueran a poder escapar de la muerte. Entre dos y cuatro fuertes golpes de garrote en la cabeza -unas veces en el hocico y otras en la nuca- suelen servir para que el perro quede paralizado. El matarife lo arrastra luego al exterior, y lo apuñala en el cuello. El perro se desangra mientras Ling contempla la escena con la mirada impasible de un niño acostumbrado a la cotidianidad de la violencia.

LOS ANIMALES QUE TERMINAN en éste u otros mataderos similares son generalmente robados a sus familias por las mafias que actúan a lo largo de todo el país. Los miembros de estos grupos entran en las casas y se llevan a los perros a la fuerza, tal y como han grabado en varias ocasiones las cámaras de seguridad. En otras ocasiones les disparan dardos con sedantes para poder hacerse con ellos sin que opongan resistencia. La mayoría de estos animales provienen de las regiones del norte y oeste de China, donde se han denunciado multitud de estos casos y se han atrapado a varios miembros de estas mafias. Los perros son transportados miles de kilómetros hasta los mataderos del sur del país, a regiones como Guangdong, Guangxi y Guizhou, donde la carne de estos animales es más popular, especialmente en invierno dado que, según la errónea creencia popular, su consumo aumenta el calor corporal y contribuye a vencer algunas enfermedades.

Algunos de estos animales provienen de las granjas que se encuentran repartidas por el norte y el este del país. Durante nuestra investigación localizamos una de estas granjas en Jining, provincia de Shandong, en la que conseguimos introducirnos tras ganarnos la confianza de los dueños bajo un falso pretexto y ayudados por un traductor local. Accedemos a su interior con nuestras cámaras ocultas para documentar un lugar en el que muy pocos occidentales han podido adentrarse. Rodeados de una banda de criminales en un lugar tan remoto, este es, sin duda, uno de los momentos más críticos de la investigación pues un error puede terminar fatalmente para nosotros, y las autoridades, según hemos sido advertidos, no nos serán precisamente de ayuda en tal situación. La granja cuenta con dos naves, una de ellas con los perros adultos -los reproductores- y otra con los cachorros -sus hijos- que serán vendidos directamente a los mercados y restaurantes de la zona. Uno de los perros, negro y con el collar que supongo que le había puesto su familia todavía colgando del cuello, da vueltas sin cesar en su chenil, como si buscase desesperadamente una salida al mismo. Otro trata de acercarse a mí arrastrándose porque ya no puede ni caminar. Alrededor de 120 perros salen de aquí cada semana rumbo a los mercados del sur del país.

Uno de estos mercados es el denominado Tres Pájaros de Dali -situado en Nanhai, provincia de Guandong, China- que cuenta con 33 comercios de venta de perros y gatos y donde, cada noche, camiones procedentes de todo el país llegan hasta aquí para descargar las jaulas en las que son transportados cientos de animales.

OBSERVAMOS DURANTE VARIAS HORAS el tránsito de camiones hacia este mercado para, al anochecer, sortear a los vigilantes de seguridad apostados a la entrada y mezclarnos con los comerciantes que se congregan para descargar y pesar a los perros. Estos animales llevan cerca de 2.000 kilómetros de viaje sin poder comer ni beber escondidos entre decenas de jaulas de conejos apiladas a su alrededor. Instantes después de que el camión se detenga se empiezan a escuchar los gritos de los comerciantes, el sonido del las jaulas lanzadas contra el suelo y los chillidos que acompañan a los huesos fracturados por el fuerte impacto. No importa que sufran o resulten heridos en la descarga porque en unas horas, máximo un par de días, todos ellos estarán muertos.

A un precio en el mercado de 16 yuanes el kilo de carne -unos dos euros- este negocio ilegal resulta muy lucrativo y, según nos asegura una fuente interna de este negocio, los principales responsables de este tráfico ingresan más de dos millones de euros cada año y sobornan a las autoridades locales para poder continuar con su actividad. Más de 10 millones de perros y 400.000 gatos son las víctimas anuales de este negocio.

El consumo de carne de perros y gatos en China varía mucho desde lugares como Yulin, donde incluso se organiza un festival de una semana de duración en el que matan a más de 10.000 animales, a zonas como Hong Kong, donde esta actividad fue prohibida en 1950. Ya en el 2008 las autoridades de Pekín, con motivo de la celebración de los Juegos Olímpicos, solicitaron a los restaurantes de la capital que quitasen de sus menús este tipo de carnes para evitar ofender a los visitantes provenientes de otros países, y, más recientemente, en el 2010, se propuso un borrador de ley de protección animal que prohibía explícitamente esta práctica, aunque finalmente no fue aprobado.

A PESAR DE QUE en la actualidad no exista todavía ninguna ley de protección animal que prohíba explícitamente la cría, compraventa y muerte de perros y gatos para consumo, su comercio, según explican organizaciones como el Centro de Voluntarios de Guangzhou, es ilegal dado que infringe las leyes de salud pública, fiscales y de comercio. La presión sobre las autoridades para que pongan fin a este tráfico es cada vez mayor por parte de un creciente sector de población sensible al sufrimiento de estos animales -especialmente tras el aumento del número de personas que conviven con perros y gatos- e indignada por los, cada vez más frecuentes, robos de perros en ciudades y entornos rurales. La duda respecto al fin de este comercio es ahora cuánto tardarán las autoridades chinas en convertirlo en realidad.