Comicios en el mayor país musulmán

Indonesia elige presidente entre dos candidatos antagónicos

Policías y oficiales trasladan urnas electorales con caballos en Tlogosari, en el este de la isla de Java, ayer.

Policías y oficiales trasladan urnas electorales con caballos en Tlogosari, en el este de la isla de Java, ayer.

JAVIER TRIANA
YAKARTA

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La bella y la bestia son indonesios y se llaman Joko Jokowi Widodo y Prabowo Subianto. No conforman una pareja improbable entre una damisela y un ñu, sino que se trata de los antagónicos candidatos a la presidencia de Indonesia, que hoy deciden 186 millones de electores. Su amor tampoco es recíproco: a juzgar por la campaña electoral, es únicamente por su país.

Jokowi, de 53 años, podría fácilmente encarnar a Bella. O a Cenicienta. De orígenes humildes, se dedicó a la carpintería hasta el 2005, cuando saltó a la política y fue escalando de manera meteórica hasta convertirse en gobernador de Yakarta, aunque ha conservado su estilo cercano de hacer política. Sus vaqueros, su camisa de cuadros y su pasión por el heavy metal le dotan de un aura humana. Es el advenedizo que promulga cambio, y que promete dar batalla a la corrupción. Jokowi llegó a liderar las encuestas por 30 puntos percentuales, pero la carrera con Prabowo se ha apretado tras la campaña hasta el punto de que es imposible predecir un vencedor.

El que podría interpretar a la bestia es Prabowo, de 62 años, exjefe de las Fuerzas Especiales del Ejército y acusado de supuestas violaciones de los derechos humanos. De retórica y formas militares, es percibido como un líder más fuerte, mucho más querido en Indonesia que en el extranjero. Populista, nacionalista hasta el tuétano, encarna los intereses de la vieja guardia, muchos de los cuales estaban al mando con su exyerno, el dictador Suharto.

Para Shinarti, un vigilante de seguridad de un barrio acaudalado de Yakarta de 36 años, «Prabowo es más inteligente». Sus bazas, al menos, las ha jugado con mayor agudeza durante la campaña. Apenas comenzó a circular el bulo de que Jokowi no era musulmán, el apoyo a Prabowo se disparó en las encuestas. Aunque sin religión oficial, Indonesia aloja a la mayor población musulmana del planeta. Un islam que, no obstante, parece practicarse de forma bastante relajada y tropical incluso en pleno período de ramadán. La importancia social que tiene su práctica quizá contradiga las apariencias: Jokowi se ha apresurado a negarlo, y a viajar a La Meca durante las jornadas de reflexión.

DESIGUALDAD / En unas elecciones que parecen un referendo entre el futuro y el pasado, el presente le da un suspenso en materia anticorrupción y de libertad de prensa. Con serios problemas medioambientales que amenazan la riquísima biodiversidad del archipiélago, con un alto índice de desigualdad económica y social, y con una ligera tendencia hacia la radicalización de su inmensa población musulmana.

A pesar del despliegue mediático durante la campaña y del evidente interés de la población ante la posibilidad de elegir a quien guiará el país durante los próximos cinco años, las últimas votaciones han registrado una abstención de en torno al 25%. Uno de los abstencionistas es el joven Restu, empleado de un hotel de la capital. Aunque el menos malo le parece Jokowi, no participará en el proceso, y sentencia apesadumbrado: «Nadie puede arreglar este país».