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Identidades en conflicto

Sayed Kashua, en Barcelona.

Sayed Kashua, en Barcelona.

MONTSERRAT RADIGALES
BARCELONA

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«Pertenezco a una familia palestina, hablo árabe, tengo pasaporte israelí y escribo en hebreo». Sayed Kashua es toda una celebridad en su país y la suya es una historia de éxito. Sus novelas se venden en Israel por decenas de miles de ejemplares y han sido traducidas a varios idiomas. La tercera de ellas, Segona persona del singular, acaba de ser publicada en catalán por Edicions de 1984. Es también el creador y guionista de Arab labor, una popular serie televisiva. Trabajó como periodista en Kol Hair, un semanario de Jerusalén y ahora es columnista del prestigioso diario Haaretz. Y, sin embargo, siente que deambula por una tensa cuerda, que hace equilibrios. El conflicto de identidades es algo inherente en él. «Es difícil no ser judío en el Estado judío, no tienes los mismos derechos. Pero hay muchos conflictos, no solo el judío-palestino. Está también el de la aldea y la ciudad», afirma en una entrevista con este diario durante una visita a Barcelona.

No le gusta la expresión «árabe-israelí», con la que se denomina al 20% de la población de Israel que es palestina. «Prefiero llamarme ciudadano palestino de Israel», dice. ¿Se siente israelí o palestino? «Me siento mal, pero no sé si es a causa de mi lado israelí o de mi lado palestino», señala riendo. «En serio, me siento como una minoría indeseada». Lo suyo es la ironía y el humor, que impregna toda su obra. Sus novelas no son políticas, pero la política está siempre presente, configura el fondo.

Kashua nació en Tira (una aldea palestina de la Galilea) en 1975 y vive en Jerusalén. Dice que empezó a tener conciencia de su identidad palestina y de pertenecer a una minoría a los 15 años. «De niño escuchaba historias de mi abuela, de que ella había perdido la tierra, de que mi abuelo murió en la guerra de 1948 y de que mi padre fue detenido siendo estudiante. Pero realmente no lo entendía. Las escuelas árabes están integradas en el sistema educativo israelí, así que nunca aprendimos la historia de Palestina. Pero a los 15 años fui aceptado como interno en una escuela de Jerusalén, en un programa para niños con talento».

Esta experiencia sin duda le permitió ser lo que es hoy, pero también desveló su conciencia. «La escuela era en hebreo, y solo éramos dos alumnos árabes. La primera vez que tomé el autobús para volver al pueblo, un soldado subió y no tardó ni cinco segundos en acercarse a mí y pedirme la identificación».

Lo más difícil

La segunda intifada, que estalló en el 2000, marcó la etapa más difícil. «Escuché cosas terribles de algunos colegas, incluso amigos,  cosas como 'mira lo que nos están haciendo los tuyos'. Todo se hundió». 

Inevitablemente, la de Kashua es una historia de contradicciones. Algunos árabes le critican porque escribe en hebreo y algunos judíos israelís no consideran que su obra sea realmente literatura hebrea porque él es árabe. Pero explica que al principio era peor, que ahora muchos lo aceptan. «Me he ganado el derecho a escribir en hebreo y me he ganado el derecho a criticar a la sociedad o al Gobierno israelí. Creo que los lectores árabes han aceptado mi estilo, y los lectores judíos saben que yo no quiero destruir el Estado de Israel. Si escribo algunas cosas es porque me importa este lugar, me siento parte de este lugar y quiero un futuro mejor para todos. Elegí escribir en hebreo porque quiero influenciar a la mayoría, y quiero que mis libros estén en las librerías. No creo que en todo el mundo árabe se puedan vender 80.000 ejemplares de una novela. Es triste pero es la realidad. Y, francamente, a la gente le gusta lo que escribo».

La mayor paradoja es que, como escritor israelí, Kashua debe ser uno de los pocos palestinos, sino el único, que ha sufrido el boicot contra Israel. Fue en el 2008 en el Salón del Libro de París, donde Israel fue el invitado de honor. «Hubo protestas y críticas en la prensa». Ahora no acepta representar oficialmente a Israel. «No quiero ser parte de una delegación enviada por el Ministerio de Exteriores». Así que el año pasado declinó la invitación para participar en la Feria del Libro de Guadalajara (México) en la que, de nuevo, Israel fue el invitado de honor. Pero en cambio, sí aceptó acudir a una feria literaria en Jerusalén pese a que los organizadores del boicot le pidieron que no participara. «Lo volvería a hacer. Y quizá me criticarían otra vez y dirían que celebro la ocupación de Jerusalén. Pero este es mi país y yo se lo debo a mis lectores. Quiero poder decidir por mí mismo, sin presiones de los unos o los otros».

Kashua asegura que, en general, apoya «cualquier forma de presión para forzar un cambio de política y salvar a Israel de sus propias políticas», pero prefiere el boicot económico al académico y cultural que, asegura, perjudica a los sectores más liberales y más favorables a la paz. «El problema del boicot es que la población cierra filas y se vuelve aún más nacionalista».