CONFLICTO BÉLICO EN UN PAÍS ÁRABE

«¿Huir? ¿Adónde?»

Huida 8 Ciudadanos de Idleb, al noroeste de Siria, escapan a la carrera de los ataques de las fuerzas del Gobierno sirio, ayer.

Huida 8 Ciudadanos de Idleb, al noroeste de Siria, escapan a la carrera de los ataques de las fuerzas del Gobierno sirio, ayer.

MARC MARGINEDAS / Idleb / Enviado especial

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«¿Huir? ¿Adónde? No me puedo marchar. Esta ciudad es como una prisión». En la puerta de su hogar, expectante, y como todos los varones de la ciudad que no han empuñado un arma, sin saber exactamente qué hacer o a dónde dirigirse, Abdesalam Suleimán, de 40 años, no ocultaba ayer tarde su desesperación, atrapado, junto a sus 10 hijos, en el interior de la ciudad de Idleb, principal bastión de la insurgencia en el norte de Siria.

Entre 30 y 40 tanques del Ejército sirio se habían posicionado alrededor de la población en torno a las doce del mediodía, bombardeando la localidad con regularidad, aunque por el momento no daban muestras de pretender avanzar o penetrar en el interior del casco urbano, donde aguardaban entre 500 y 2.000 insurgentes.

Durante toda la mañana y la tarde, el repiqueteo de las ametralladoras y el intercambio de disparos fue constante en Idleb. Proyectiles disparados por los blindados del régimen de Bachar el Asad hicieron impacto en calles y edificios, aunque las fuentes de la insurgencia siria consultadas por este diario no se atrevieron a aventurar balance alguno de muertos o heridos. En Homs, un nuevo bombardeo causó alrededor de 40 muertos.

Un edificio situado a unos 200 metros de una posición del Ejército Sirio Libre (ESL) lucía un enorme boquete producto de un impacto de artillería. En una calle céntrica, en Idleb, los vecinos mostraban los restos de otro proyectil caído en las horas previas y los boquetes ennegrecidos producto del ataque probaban lo reciente de esta ofensiva.

Caminos secundarios

Los blindados cercaban por completo Idleb, a excepción de algunos accesos secundarios conocidos solo por los habitantes de la región, por los que aún era posible entrar o salir para los más osados. Pero eran especialmente visibles desde un puente elevado construido sobre la carretera de doble sentido que une a la población con Aleppo, la segunda ciudad en importancia del país.

En el interior, los insurgentes, armados únicamente con fusiles de asalto kalashnikov y unos -pocos- lanzagranadas RPG, se habían concentrado en puntos repartidos por la ciudad. Algunos realizaban plegarias al aire libre en pequeños grupos, dirigidos por un cabecilla, como si se preparasen para entrar en combate en las próximas horas.

En la localidad reinaba una atmósfera de alerta y total incertidumbre, sin que nadie supiera a ciencia cierta lo que iba a suceder en las horas a venir. Los hombres comentaban en pequeños corrillos de cinco o diez personas la tensa situación, y casi ningún vehículo transitaba ya por las calles; todo lo más, alguna motocicleta con combatientes a bordo, armado el pasajero del asiento posterior con un fusil de caza.

Los pocos comercios que aún se mantenían abiertos bajaron sus persianas y permanecían cerrados a cal y canto. La ciudad adolece de una penuria palmaria de equipamientos médicos, ya que el único lugar donde pueden ser tratados los heridos del bando insurgente y civiles es una pequeña clínica privada regentada por el Creciente Rojo sirio, que rebosa ya de heridos de bala y en cuya unidad de cuidados intensivos se recuperaba una adolescente a la que el disparo de un francotirador había atravesado limpiamente el cráneo.

En la periferia

La tensión en la capital regional también se trasladó durante la noche a las ciudades dormitorio de la periferia, como Sarmin o Binnish, situadas a unos cinco kilómetros. Esta primera localidad, por completo a oscuras, los combatientes habían encendido ruedas de neumático en los puntos que controlaban. En la segunda, al caer la noche, se hacían llamamientos a través de altavoces a los insurgentes. Poco antes, como queriendo reafirmar su fidelidad a la revolución en estos momentos críticos para su futuro, decenas de lugareños se manifestaron en el centro de Binnish para pedir de nuevo al presidente Asad que abandone el poder de una vez por todas.