LA CARRERA HACIA LA CASA BLANCA

Hillary busca marcar una agenda propia sin olvidar a Obama

Obama saluda a Clinton, en el Congreso de EEUU, cuando era la secretaria de Estado.

Obama saluda a Clinton, en el Congreso de EEUU, cuando era la secretaria de Estado.

IDOYA NOAIN / NUEVA YORK

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La caravana con tres vehículos --un mínimo al que obliga la seguridad de una exprimera dama en Estados Unidos-- salió el domingo desde Chappaqua, en Nueva York, rumbo a Des Moines, en Iowa, el estado que acogerá dentro de ocho meses las primeras primarias. En una furgoneta viaja Hillary Clinton, que pese a llevar muchas décadas de sus 67 años bajo el escrutinio público se ha llegado a definir como «la persona más famosa que realmente no conoces». Pretende empezar a intentar enmendar ese problema con esta «gira para escuchar», centrada en encuentros improvisados u organizados con pequeños grupos para ponerse en contacto con ciudadanos corrientes. El viaje, no obstante, servirá también para tomar el pulso a otro elemento que definirá el asalto de la exsecretaria de Estado a la Casa Blanca: cómo usar o alejarse de la relación política y personal con el actual presidente, Barack Obama.

Como a otros candidatos de ambos partidos antes que a ella, a Clinton puede lastrarle el peso de lo que se conoce como «el tercer mandato», la idea de que, tras ocho años de un presidente en el Despacho Oval, el candidato de ese mismo partido es castigado por los votantes. Es una tendencia que ratifica la historia, pues desde que en 1951 la 21ª enmienda de la Constitución impuso el límite de dos mandatos, solo el republicano George Bush logró en 1988 romper la 'maldición' y suceder a Ronald Reagan. Y en aquella campaña --en la que Bush padre respaldó el proyecto conservador de Reagan pero pidiendo a la vez «una nación  más amable y moderada»-- puede estar la pista de la futura relación de campaña de Clinton y Obama.

Prescindir de su antiguo jefe --como hicieron los demócratas con nefastos resultados en las últimas legislativas-- no es una opción para Clinton, y no solo por la capacidad de Obama para recaudar fondos sino también por la necesidad de ayudar a movilizar a grupos clave de sus votantes como la población negra.

Además, según explicaba en 'The New York Times' Joel Benenson , estratega jefe de la campaña de Clinton, en las encuestas que han realizado ven indicios de que los estadounidenses, y sobre todo los votantes independientes, están más frustrados por «la incapacidad de Washington de hacer cosas» que por el presidente, aunque haya llegado a tener altos índices de desaprobación (el 55% antes de los comicios de noviembre). Según otra encuesta de 'The Washington Post' y ABC, la «experiencia» es más importante en un candidato que ofrecer «una nueva dirección» (55% frente a 37%).

MUESTRAS DE SINTONÍA

Clinton no puede desvincularse de Obama y, sobre todo, de su política exterior pues ha sido la jefa de su diplomacia. De momento, de todos modos, no parece interesada en hacerlo. Su cuenta de Twitter le ha servido para defender políticas nacionales de Obama que serán diana republicana como la reforma de la sanidad o la propuesta de la inmigración. Y en 'Hard choices', libro sobre su etapa en el cargo, se atribuyó, por ejemplo, haber sido artífice de la arquitectura de sanciones y diálogo que llevaron a Irán a sentarse a negociar sobre su programa nuclear militar. «Está orgullosa de lo que ha logrado tanto como socia del presidente en asuntos críticos de seguridad nacional como en avances en el frente nacional», ha explicado Nick Merrill, uno de los portavoces de Clinton.

La cuestión ahora es cómo mantener el equilibrio entre esa relación y una propuesta propia de futuro, o, en palabras de Merrill, cómo «presentar su propia visión para abordar los retos más duros».

La relación con Obama es un camino de dos vías. Josh Earnest, portavoz de la Casa Blanca, vaticina que «habrá mucho acuerdo entre las prioridades que ella articula y por las que el presidente ha peleado». Uno de sus predecesores como portavoz, Robert Gibbs, ha dicho que «Obama necesita que ella gane para que las cosas que quiere que la historia recuerde como sus logros relevantes no se deshagan en los primeros 100 días de una Administración republicana».