La guerra en Siria ahonda la brecha entre EEUU y Rusia

IDOYA NOAIN / NUEVA YORK

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No hace falta ir más allá del preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas para encontrar el propósito que el mundo se marcó justo tras acabar la segunda guerra mundial: «Salvar a generaciones futuras del flagelo de la guerra» y «unir fuerzas para mantener la paz y seguridad». Siete décadas después, ayer no hacía falta ir más allá de la sede de la ONU en Nueva York para constatar lo lejos que están de esas metas y compromisos el mundo, el organismo y algunos de sus actores principales, especialmente Estados Unidos y Rusia, cada vez separados por una más profunda brecha ideológica, estratégica y de lucha por poder político.

Se sabía que uno de los ejes del debate plenario de la 70 reunión de la Asamblea General que se abría ayer iba a ser Siria, donde una lacerante guerra, ya en su cuarto año y complicada por el auge del brutal Estado Islámico, ha dejado 200.000 muertos y ha provocado el exilio forzoso de hasta cuatro millones de refugiados, protagonistas de una crisis humana, pruebas vivas de una crisis moral internacional.

Se anticipaba también que ese conflicto sería uno de los temas centrales del encuentro bilateral que habían acordado mantener también ayer los presidentes estadounidense y ruso, Barack Obama y Vladimir Putin, y que entre Washington y Moscú habría posturas divergentes. Lo que sorprendió fue la intensidad de la división, la dureza de las acusaciones mutuas de responsabilidad en el conflicto, la profundidad de la brecha que dibuja un horizonte oscuro en Siria e incierto en lo global.

POLÍTICA Y TERRORISMO

En su discurso ante la ONU Obama, que habló primero, se mostró dispuesto a «trabajar con cualquier nación, incluyendo Rusia e Irán, para poner fin al conflicto» en Siria pero instó a «reconocer que, tras tanta sangre derramada y masacre», no puede volverse al status quo previo a la guerra». Se refería concretamente al presidente Bashar al Asad, al que responsabiliza de iniciar al conflicto. El mandatario estadounidense aseguró que en Damasco se requiere «una transición gestionada de Asad a un nuevo líder».

Para Putin, en cambio, Asad es un aliado y no es parte del problema sino de la solución, sobre todo en lo que se refiere al combate del extremismo violento del Estado Islámico. «Creemos que es un enorme error negarse a cooperar con el Gobierno sirio y sus Fuerzas Armadas, que están combatiendo valientemente cara a cara el terrorismo», dijo el líder ruso cuando subió al podio de mármol tras una década ausente de los debates de la Asamblea General.

Para Moscú son más que palabras. Al reciente despliegue de armas y tanques en una base cerca de Latakia, Moscú ha sumado un acuerdo con Irak, Irán y Siria para compartir información de inteligencia sobre el EI. Ese pacto se anunció el domingo, horas antes de los discursos en la ONU y de la reunión bilateral, y pilló por sorpresa a Washington, acentuando no solo los caminos divergentes de las dos potencias sino también la lucha por liderar la respuesta internacional.

DOS VISIONES

No es fácil coordinarse cuando hay dos visiones de la política y la responsabilidad nacional e internacional tan diferentes como las que tienen Obama y Putin, entre quienes la tensión se disparó tras la anexión de Crimea por parte de Rusia, la intervención en Ucrania y la aplicación de sanciones a Moscú por esas acciones. Y aunque entre ambos ha existido coordinación para lograr, por ejemplo, el acuerdo con Irán para acabar con el programa militar nuclear de Teherán, las discrepancias son públicas.

Antes de mantener su primera bilateral en dos años, Obama criticó duramente en la ONU a Rusia por «violar flagrantemente la soberanía y la integridad territorial» de Ucrania. Y aunque sin citar específicamente a Moscú y ampliando el abanico de dianas hasta China, no había duda de que Rusia estaba en su mente cuando dijo: «En el mundo de hoy la medida de la fuerza ya no se define por el control de territorio y la prosperidad duradera no provine solo de la capacidad de acceder y extraer materiales (...) La represión interna y la agresión extranjera son síntomas del fracaso» de dar a los propios ciudadanos «derechos individuales, buen gobierno y seguridad personal».

En su intervención, apenas una hora despúes, Putin no se quedó corto en sus acusaciones. «El pensamiento de bloques de la era de la guerra fría y el deseo de explorar nuevas áreas geopolíticas sigue presente entre algunos», dijo, para denunciar la expansión de la OTAN, denunciar la «exportación de revoluciones llamadas democráticas» y hablar de injerencia en Ucrania.

El dirigente acusó también sin dar nombres pero con una diana clara a quienes usan el sistema de sanciones «para perseguir objetivos geopolíticos pero también para eliminar a competidores».