Análisis
Grecia queda demasiado lejos
Antón Losada
Profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Santiago de Compostela
ANTÓN LOSADA
Es imposible saber cuántos españoles votarán en las elecciones generales del 2015 motivados por los resultados de Grecia. Viendo el apabullante catálogo de hipótesis ofrecido estos días, parece que muchos analistas creen que serán bastantes. Tal vez. Aunque tampoco parece descabellado pensar que, tras haber pasado por unas elecciones andaluzas, unas elecciones municipales y autonómicas y unas elecciones catalanas, Grecia será historia antigua para la mayoría. Solo una brillante ejecutoria del Gobierno de Syriza podría dar sabor heleno a nuestros votos. La lectura española de los resultados ofrece hoy más interés para los partidos que para tantos votantes que ni se ven ni se sienten en la piel de los griegos.
Podemos ha sido el más interesado en retratarse en el escenario griego. Tiene sus razones. La victoria de Syriza le permite llegar a las generales con reputación de ganador y mitigar los costes por haber renunciado a batirse contra el pérfido bipartidismo en las municipales. Una decisión prudente desde el punto de vista estratégico y organizativo, pero que deja a los votantes con la curiosa paradoja de un partido que se declara preparado para gobernar su país pero no su municipio.
El Partido Popular estaba seguro de jugarse poca cosa. Si ganaba la derecha, se apuntaba el tanto. Ahora que Syriza va a gobernar, se limitará a esperar. Si Alexis Tsipras fracasa, más madera para meter miedo. Si logra renegociar un acuerdo, difícilmente será mejor que el trato firmado por Rajoy, quien podrá seguir proclamando que hizo lo que debía y que por eso la recuperación ya está aquí. Si Syriza se rompe en el intento, nos aburrirán con su consigna favorita: o el PP o el caos.
Cuatro datos relevantes
Para otras fuerzas, las elecciones griegas han supuesto un suplicio del que lo mejor que pueden decir es que ya ha pasado. El PSOE sufrirá pesadillas durante meses con la debacle del Pasok tras su gran coalición. Izquierda Unida todavía se andará preguntando por qué todos repiten que Syriza es el Podemos griego cuando ellos llegaron antes.
Hasta aquí las especulaciones, que dan espectáculo pero ayudan poco. Veamos ahora cuatro datos de los comicios helenos que seguramente resultan más relevantes para nuestro futuro electoral. El primero sería que en las encuestas los indecisos ya no están tan indecisos: simplemente, no revelan su voto. El segundo confirma que la austeridad no es un invento exclusivamente alemán. También tiene sus partidarios en el sur. Pese a tanto sufrimiento, casi tres de cada diez griegos han votado por ella y al partido que les desfondó las cuentas públicas. El tercero acredita que el miedo y las amenazas internacionales conservan cierto poder para influir en las urnas pero ya no pueden impedir que gane quien no les gusta. El cuarto sería que en las elecciones generales españolas el ganador no se lleva un premio de 50 diputados para gobernar más cómodamente; suma solo aquellos escaños obtenidos la noche electoral. Eso lo saben los partidos, pero también unos votantes que aprenden a calcular rápido.
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