Grecia, la apuesta por la izquierda

Alexis Tsipras, líder de la izquierdista Syriza, no pudo cumplir la promesa electoral de no doblegarse a las exigencias de Bruselas

Tsipras a su llegada a la negociación de la financiación por parte de Europa.

Tsipras a su llegada a la negociación de la financiación por parte de Europa. / periodico

JAVIER TRIANA / ATENAS

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Cuando el 25 de enero del 2015, Alexis Tsipras y su izquierdista coalición Syriza alcanzaron el poderAlexis Tsipras izquierdista  Syriza con más del 36% de los sufragios de aquellas elecciones, pocos de sus votantes veían (o querían ver) el estanque lleno de sapos que les tocaría tragarse en los meses venideros.

Había ilusión y promesas de plantarse ante Bruselas. De restaurar la dignidad a un país que estaba siendo pisoteado por sus socios europeos. Promesas de que la tan odiada troika no volvería a rondar la Acrópolis. Promesas de acabar con los recortes. Pero la asfixia provocada desde la Unión Europea y los acreedores (motivada en parte por el miedo a un giro a la izquierda en las elecciones en estados miembros ese mismo año, entre ellos, España) forzaron a Atenas a tomar una senda no deseada.

Tras una ronda de negociaciones con la UE y acreedores, la troika pasó a llamarse "las instituciones" y el rescate"ampliación". Cambios estéticos que no modificaron el fondo: la necesidad de solicitar un nuevo rescate porque los números no salían y los prestamistas reclamaban resultados. Tsipras lanzó un órdago: convocó un referéndum en julio de 2015 para consultar a los griegos si estaban de acuerdo o no las condiciones de la nueva “ampliación”. Ganó el no al rescate, pero Atenas no tuvo más remedio que sentarse a la mesa europea y empezar a comerse ese sapo. La primera gran decepción provocó divisiones internas en Syriza que desembocaron en un adelanto electoral, el 20 de septiembre.

En el mitin de cierre de campaña para aquellos comicios, la céntrica plaza ateniense de Syntagma no estaba llena y el entusiasmo tenía que rebuscarse en los recovecos del recinto. Steffanos, un universitario de 20 años, comentaba entonces que Tsipras “es el futuro de Europa” porque “es el único que propone un cambio”. Pero los acontecimientos han mostrado que el viejo continente ha preferido virar hacia la derecha más que ver el futuro en movimientos izquierdistas como Syriza.

MALOS TIEMPOS PARA GOBIERNOS PROGRESISTAS

“Las condiciones y las circunstancias no están a favor de gobiernos progresistas en la UE ni en la Eurozona”, explica a este diario Dimitris Rapidis, asesor de Syriza. A pesar de la tendencia general en el continente, el analista cree que el Ejecutivo de Atenas no caerá antes de terminar la legislatura porque la oposición, en especial el conservador Nueva Democracia, “no tienen nada nuevo que ofrecer y están vinculados con enormes escándalos de corrupción y fraude de fondos públicos”.

“Hasta ahora, con plazos muy estrictos por parte de los acreedores, el Gobierno griego está gestionando la crisis humanitaria (de los refugiados), ha rebajado el desempleo del 27 al 23%, ha aumentado la inversión pública, ha conseguido superávits primarios sobre todo combatiendo la evasión de impuestos y racionalizando las pensiones”, enumera Rapidis.

Este asesor de Syriza admite que quedan “muchas cosas por mejorar”, pero destaca el esfuerzo del Gobierno por encauzar la situación, algo que “tarda tiempo en dar resultados”. En su opinión, el año que viene se empezarán a notar los ajustes, que se habrían llevado a cabo “de manera que equilibra los costes y la presión entre las diferentes clases sociales”.

DOS OPCIONES

A estas alturas –dice Rapidis–, Grecia tiene dos alternativas: o “seguir con las reformas manteniendo los niveles mínimos de un estado social” para lograr salir del laberinto de los rescates mediante un esfuerzo colectivo u optar por la salida del euro, algo que provocaría “consecuencias imprevisibles”. “Syriza tiene una oportunidad única de cambiar las cosas en Grecia y, hasta cierto punto, en la Eurozona”, apunta el analista.

Pero el descontento es perceptible. “Syriza tenía un discurso muy bonito, de promesas que a la gente le gusta creerse, pero imposible de cumplir”, asegura Kostas, un restaurador de la isla de Quíos y uno de los griegos poco sorprendidos por cómo se han ido sucediendo los distintos capítulos de la política helena. Este jueves, Grecia asistía a su tercera huelga general en dos años. Aunque de manera menos masiva, los trabajadores helenos –a diferencia de otros de sus socios– sí han logrado conservar su espíritu combativo a pesar de la crisis.