El Gobierno del miedo

RAFAEL VILASANJUAN

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La deriva del presidente rusoVladimir Putin, firmando la nueva ley que prohibirá la presencia de oenegés indeseables no dejará espacio a la crítica en un país cada vez mas cerrado en sí mismo. Lo extraño en Putin no es que acabe de aprobar esta ley, tan ajustada a sus deseos, para impedir que las organizaciones internacionales puedan seguir siendo el único látigo de su descredito. No; lo extraño es que esta medida llegue tan tarde, después de que hace mas de dos años obligara a las organizaciones locales que reciben fondos internacionales a declararse «agentes extranjeros».

La manera de Putin Putinde entender el poder es totalitaria y la naturaleza de las oenegés es precisamente cuestionar el monopolio de la seguridad y la política en el ejercicio del poder. Esa es la batalla.

Por eso aunque la nueva ley apunte a espías extranjeros y enemigos del pueblo, lo que de verdad oculta es un ataque a organizaciones rusas, que con más valentía que recursos intentan defender los últimos espacios de legitimidad democrática, antes de que la deriva totalitaria aboque a Rusia al abismo.

Mientras las organizaciones internacionales ya han pagado con secuestros, detenciones y chantaje su presencia en Rusia, el miedo ahora se dirige sobre todo a organizaciones rusas como Golos, Ágora o Memorial que, a pesar de haber pagado con vidas como la de Anna Politkovskaya su osadía de defender los derechos de minorías agredidas por el propio Estado, siguen obstinadas cuestionando las prácticas ilegales del poder.

Con Ucrania en el candelero y la economía renqueante, Putin lleva mal las protestas. Aunque sean minoritarias y a pesar de que la respuesta de los pocos medios que aún escapan al control del poder sea tímida, al presidente no le gusta la crítica. Por eso hace tiempo que decidió aplicar la misma política que aprendió en su etapa dirigiendo el KGB.

De entonces ha heredado la capacidad de utilizar el temor como estrategia para acaparar el poder. Declarar la guerra a estas organizaciones es solo un paso más para acallar las escasas voces que todavía son capaces de batallar contra un Gobierno que da cada vez más miedo.

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