PROSIGUE EL CASTIGO MILITAR ISRAELÍ

Gaza, un calvario sin fin

Humo y fuego en una explosión tras un bombardeo en la ciudad de Gaza, ayer.

Humo y fuego en una explosión tras un bombardeo en la ciudad de Gaza, ayer.

ANA ALBA

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Dos miembros de un equipo de rescate intentan recuperar el cadáver de una mujer en la Torre Israa, un edificio de varios pisos de la ciudad de Gaza que hundieron los cazas israelís el lunes por la noche. Están colgados de una cesta metálica en una enorme grúa y van retirando escombros como pueden. Entre el amasijo de hierros y hormigón emerge un pie. A medida que avanzan despejando el área con las manos enfundadas en guantes, va apareciendo un cuerpo despedazado. Lo cubren con un plástico blanco y descienden porque no pueden recuperarlo, hay peligro de que los escombros caigan y hieran a las decenas de personas que se concentran debajo.

La mujer cuyo cuerpo destrozaron las bombas se encontraba en la cocina con dos de sus hijas, Sawsan y Reem, de 11 y 12 años, cuando un F16 israelí les robó la vida a las tres. El bombardeo fue poco después de la hora del iftar, en la que los musulmanes rompen el ayuno del mes de Ramadán, y provocó 12 muertos. Son ya más de 600 desde el inicio de la ofensiva, el pasado 8 de julio, hace 15 días.

«Vivo dos bloques más allá. Tras la explosión, tardamos en encontrar algunos cadáveres. Los de una mujer y sus hijos estaban destrozados a varios metros del edificio. Otro, de un hombre, no tenía cabeza. La encontraron dos horas después en el patio de una casa al otro lado de la calle», indicó a este diario Ashraf Isawi, vecino de la zona.

Los alrededores están llenos de objetos diversos que salieron disparados cuando las bombas impactaron en el edificio. Lo que más abunda son libros de contabilidad, documentos, escrituras. La mayoría del edificio era de oficinas. «Trabajo en la cuarta planta. No queda nada, está todo destruido», dice el abogado Sadi Attala. «Familias de Shayahía [el barrio de Gaza donde el domingo los cazas israelís mataron a 77 personas] se habían refugiado aquí porque tenían parientes que trabajaban en las oficinas de este inmueble y las alojaron aquí», explica.

«Han bombardeado sin avisar, no tienen piedad. Nuestros niños también tienen derecho a vivir con seguridad, no solo los de Israel o los americanos», subraya indignado el abogado. Isawi confirma que no hubo aviso. «Algunos vecinos de edificios cercanos recibieron llamadas de los israelís diciendo que iban a bombardear la mezquita más próxima. Pero después de la mezquita, atacaron el edificio», señala.

Los muertos en Gaza son ya 612, según el Ministerio de Sanidad de la franja. Ayer se produjeron bombardeos que mataron a 55 personas más. Entre los edificios atacados se encuentra una escuela de la Agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos (UNRWA) en el centro de Gaza, donde se cobijaban mil desplazados. No hubo víctimas porque el director de la escuela ordenó evacuarla previamente, pero el inmueble resultó dañado.

DESBORDADOS / Los colegios de la UNRWA eran, hasta ahora, pequeños oasis de seguridad. Los desplazados que se alojan en ellos son más de 100.000 y los centros están desbordados. Decenas de personas se hacinan en sus aulas. «Intentamos alojarnos en escuelas, pero estaban llenísimas, las condiciones de higiene me parecieron muy malas y decidimos quedarnos en el hospital», indica Yasmin Abu Beid, de 30 años y residente en Shayahía.

Yasmin y sus seis hijos duermen a la intemperie en el recinto del hospital Al-Shifa, de Gaza ciudad, en colchones que les ha llevado «gente de buena voluntad». «Nos traen comida cada día y nos han dado ropa y zapatos. Huimos de casa corriendo, tal y como estábamos, muchos íbamos descalzos», relata. En el Al-Shifa viven ahora unas 3.000 personas que no reciben ayuda oficial ni de organizaciones humanitarias. «Los desplazados no son nuestra responsabilidad», dice un directivo del centro sanitario.

«A ver si llega ya la tregua», desea Yasmin. En El Cairo, el secretario de Estado de EEUU, John Kerry, apoyó ayer la iniciativa egipcia como único marco para frenar las matanzas. En Gaza, la población anhela el alto el fuego, pero no confía en que se produzca pronto.