Francia vuelve a ser 'Charlie'

Un lector con el último 'Charlie Hebdo' en la plaza de la República.

Un lector con el último 'Charlie Hebdo' en la plaza de la República. / EFE / Ian Langdson

EVA CANTÓN

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¿Qué ha cambiado en Francia tras los atentados contra ‘Charlie Hebdo’ y el supermercado judío Hyper Cacher que dejaron 17 muertos entre el 7 y el 9 de enero del 2015?. ¿Qué medidas se han adoptado desde entonces para hacer frente a la amenaza yihadista?. ¿Cómo ha reaccionado la sociedad francesa?. ¿Cómo evitar la radicalización de los jóvenes seducidos por la yihad?.

Cuando se cumple un año de los ataques, el país encadena los actos de homenaje a las víctimas mientras hace balance del grado de cumplimiento de las promesas formuladas entonces para mejorar la seguridad y blindar los valores republicanos. El Gobierno inició en enero un giro político que se aceleró con la matanza del pasado 13 de noviembre en la que el terror se cobró la vida de 130 personas en París.

Escuchas y datos

El ataque a la revista fue el detonante de una profunda reforma en tiempo récord de los servicios secretos franceses, permitiendo escuchas telefónicas y recopilación masiva de datos que muchas asociaciones han tildado de ‘liberticida’; se reforzaron los medios humanos y materiales de los servicios de seguridad interior, Policía, Ejército y Justicia para luchar contra el terrorismo; se aceleró la puesta en marcha de mecanismos destinados a prevenir el fenómeno de radicalización en las cárceles y se habilitó un número verde para atender a las familias que asisten impotentes a la deriva sectaria de sus hijos que añoran viajar a Siria e Irak para unirse a la Yihad.

En los centros escolares, donde saltaron las alarmas cuando muchos adolescentes se desmarcaron del ‘Je suis Charlie’, el Ministerio de Educación elaboró un amplio programa para afianzar el laicismo y dar a los docentes herramientas para encauzar el debate sobre la libertad de expresión.

Sin embargo, el verdadero giro en el ámbito de la seguridad se produjo tras la masacre del 13-N y la constatación de que no solo la

{"zeta-legacy-despiece-vertical":{"title":"Recibidos\u00a010.000 dibujos","text":"\u201cCoged vuestros l\u00e1pices, un esc\u00e1ner, expresaos con textos, v\u00eddeos, yo que s\u00e9!. Que millones de \u2018Charlie Hebdo\u2019 salgan de los liceos, de las universidades, de las imprentas, del mundo entero\u201d. Fue el llamamiento que hizo hace un a\u00f1o el dibujante Luz. Sus palabras han tenido eco y la redacci\u00f3n del semanario ha recibido m\u00e1s de 10.000 dibujos de j\u00f3venes. Ciento cuarenta y cinco de ellos se han seleccionado y publicado en el \u00e1lbum #jedessine (#yodibujo) con un emotivo resultado."}}

prensa o la comunidad judía eran objetivo de los terroristas sino todos los franceses. La guerra contra el autoproclamado Estado Islámico se convirtió en prioridad nacional y Francia extendió sus bombardeos para destruir las posiciones de los yihadistas en Siria con un resultado hasta ahora incierto.   

Se decretó el estado de excepción, todavía hoy en vigor, se restableció el control de las fronteras y ahora se debate la polémica medida de retirar la nacionalidad francesa a los acusados de terrorismo poseedores de un doble pasaporte, una medida tradicionalmente reclamada por la extrema derecha que en la última cita con las urnas cosechó el récord de 6,8 millones de votos.

El llamado ‘espíritu del 11 de enero’ que unió a los franceses en las calles de París en una marcha republicana encabezada por líderes políticos de todo el mundo se revivió en cierto modo en numerosos actos de homenaje a las víctimas tras la masacre en el Bataclan y las terrazas del este de la capital. Pero en la clase política ese espíritu se ha desvanecido dando paso a los debates partidistas.

Una respuesta errónea

Los expertos coinciden en que persisten muchas lagunas si se quiere atajar la raíz del yihadismo en Francia y que la respuesta de Hollande a los atentados de enero y noviembre obedece a una interpretación errónea de lo que ha pasado. Es lo que opina Gilles Kepel, politólogo, especialista del Islam y autor de ‘Terror en el Hexágono’. “No es una guerra, es un desafío cultural, social y económico”, sostiene en ‘L’Express.

“Hay que entender que el caldo de cultivo de las banlieues populares, donde ya no hay trabajo, genera actitudes de desesperación y de repliegue comunitario que se expresan primero por un salafismo, a priori no violento. Luego, una vez consumada la ruptura, los individuos derivan hacia el yihadismo”, argumenta.