LA REGIÓN ESCOCESA MÁS 'TORY'

El fortín unionista

PABLO RODERO
COLDSTREAM

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Coldstream es un tranquilo pueblo ubicado a la orilla del río Tweed, que marca en esta parte del mapa la frontera entre las dos grandes regiones del Reino Unido, Escocia e Inglaterra. Aunque muchos ejércitos han pasado por aquí a lo largo de la historia, el día a día es más bien tranquilo en la actualidad. En su High Street apenas destacan dos pubs, un restaurante indio y un escaparate con una gran bandera de Gran Bretaña sobre un póster en el que se representa al primer ministro escocés, Alex Salmond, y a su número dos, Nicola Sturgeon, con cuerpo de oveja. Bajo el montaje se lee: «No dejes que estos dos te tomen el pelo». Estamos en los Scottish Borders, la región más reacia a la independencia y origen del único diputado conservador de Escocia.

«Esta zona es difícil. Hay muchos ingleses establecidos aquí y son más reacios a votar », opina Andrew Armstrong, miembro del Partido Nacional Escocés (SNP) y activista voluntario en la campaña independentista Yes Scotland (Sí Escocia) en la zona de los Borders. «No hay una gran tradición de votantes laboristas aquí dado que nunca ha sido una zona industrial y nunca ha habido movimiento obrero organizado», explica, sosteniendo la publicación independentista Yes.

Los Borders han sido una excepción respecto al resto de Escocia y laboristas y nacionalistas se han visto superados históricamente por los conservadores, con apoyo marginal en el resto del país. La campaña independentista da por perdida esta región, pero los grupos de voluntarios han asumido el «todo voto cuenta» como filosofía y están nadando contracorriente para arañar los máximos apoyos posibles en la zona.

«Aquí ninguno somos políticos profesionales. Somos enfermeros, profesores, estudiantes…», declara Alex Wilson tras un día de campaña por varios pueblos costeros de la región. «Tenemos que aguantar que nos llamen fascistas y racistas porque la gente piensa que esto es una campaña antiinglesa», explica ante el resto de activistas del grupo.

Sin demasiados cambios

Una encuesta realizada a comienzos de verano mostró que más de un 60% de los votantes de los Borders tenían intención de rechazar la independencia en el referéndum. La cifra supera con creces a la media de toda Escocia, que se sitúa en torno al 45% y 50% de votos negativos. Pero los independentistas locales manejan sus propios sondeos, realizados puerta por puerta, y en los que aseguran que el apoyo a la independencia supera un tercio del electorado.

«Esta es una tierra tradicionalmente aristocrática, en la que se decía a la gente cómo tenía que pensar y cómo tenía que votar», explica Wilson. «Hay más osos pandas en Escocia (dos en el zoo de Edimburgo) que diputados conservadores elegidos en Escocia para Westminster (solo uno). Bien, pues este diputado proviene de aquí», ironiza.

Al igual que en el resto del país, la campaña independentista tiene más presencia que la unionista. Sin embargo, la ilusión de los secesionistas no parece estar cambiando la opinión de los locales.

Cuando se le pregunta en qué cambiarían los Borders si Escocia se independizara, Armstrong se encoge de hombros y admite: «No creo que hubiera demasiados cambios inmediatos». En realidad, en la idílica campiña del sur de Escocia, solo los grandes carteles con los lemas de la campaña independentista  y unionista No, gracias, recuerdan al viajero que en unos días se decidirá si esta tierra es el Reino Unido o una Escocia independiente. Nada parece capaz de acabar con la imperturbable tranquilidad de los Borders.