Fillon será imputado por los supuestos empleos ficticios de su esposa pero no retirará su candidatura

François Fillon.

François Fillon. / periodico

EVA CANTÓN / PARÍS

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Las cosas se le complican cada día más al candidato conservador a la presidencia francesa. François Fillon ha tenido que salir de nuevo a la palestra para decir que seguirá compitiendo por el Elíseo a pesar de haber recibido una convocatoria judicial que culminará probablemente con su imputación por un presunto delito de desvío de fondos públicos el próximo 15 de marzo.

La fiscalía financiera ha abierto una instrucción sobre los supuestos empleos ficticios de Penelope Fillon, contratada como asistente parlamentaria de su marido en diferentes periodos entre 1998 y 2013. Por una labor de la que apenas existen pruebas, la esposa del candidato cobró 830.000 euros, según reveló el pasado 24 de enero ‘Le Canard Enchaîné’.

Fillon aseguró días después que renunciaría a ser candidato si era imputado, pero cambió de opinión tras la comida que tuvo el pasado 15 de febrero con el expresidente Nicolas Sarkozy, acostumbrado a lidiar con los tribunales e implicado en varios casos de presunta financiación irregular de sus campañas electorales.

Ha sido el propio Fillon quien ha anunciado a los medios la convocatoria judicial en su cuartel general de campaña. Antes había anulado por sorpresa un acto previsto a primera hora de la mañana en el salón de la Agricultura de París que desató los rumores sobre una eventual retirada.

DENUNCIAS A LOS JUECES

Al final, no se produjo pero todo se tambalea. Fillon aguanta y ha optado por el ataque. Ha denunciado un “asesinato político”, ha hablado de una “violación sistemática del Estado de derecho” y poco menos que de un complot judicial para robarle las elecciones a la derecha.

Cuando en noviembre del año pasado Fillon ganó las primarias organizadas por Los Republicanos presentándose como el adalid de la honestidad y el único capaz de aplicar en Francia las reformas que el país necesita, el partido daba por hecho que el camino hacia el Elíseo estaba completamente despejado.

Sin embargo, el llamado ‘Penelopegate’ ha arruinado esa perspectiva. Fillon está contra las cuerdas, no puede hablar de su programa ni hacer una campaña normal, porque cada acto conlleva un riesgo de caceroladas y abucheos y los sondeos auguran que será eliminado en la primera vuelta. A día de hoy, el poder se lo disputarían la ultraderechista Marine Le Pen y el liberal exministro de Economía Emmanuel Macron.

SUICIDIO COLECTIVO

Por eso, algunos diputados de Los Republicanos, como Arnaud Robinet, han dicho que, en la situación actual, más que de un asesinato habría que hablar de “un suicidio colectivo”. Como si jugara su última baza, Fillon ha dejado su destino en manos de los franceses. “Solo el sufragio universal y no un proceso acusatorio puede decidir quién es el próximo presidente de la República”, ha proclamado.

“No cederé. No me rendiré. No me retiraré”, ha insistido tras pedir el respaldo de los suyos, que preparan una gran concentración para este domingo de apoyo a su candidato. Sin embargo, apenas terminada la intervención de Fillon aparecieron las primeras fisuras.

El exministro a quien muchos veían como futuro titular de Exteriores, Bruno Le Maire, dimitió como responsable de asuntos europeos e internacionales de la campaña de Fillon porque considera que no ha mantenido su promesa de retirarse si era imputado.

PUNTO DE NO RETORNO

También la vicepresidenta de la Asamblea Nacional, Catherine Vautrin, cree que debería dedicar toda sus energías a defenderse y el diputado Pierre Lellouche considera que se ha llegado a un “punto de no retorno” e incluso que las elecciones deberían posponerse.

Además, Fillon pierde aliados. El presidente del centrista Unión de Demócratas e Independientes (UDI), Jean Christophe Lagarde, que organizó las primarias junto a Los Republicanos adelantó que su partido dejará de participar en la campaña.   

Mientras, el presidente François Hollande le ha recordado que la justicia es igual para todos y que ser candidato no le autoriza a crear un “clima de sospecha hacia jueces y policías” y menos todavía a “lanzar acusaciones extremadamente graves” contra las instituciones del Estado. La tregua judicial de la que Fillon esperaba beneficiarse no tendrá lugar. El 73% de los franceses creen que la justicia tiene que hacer su trabajo, haya o no campaña electoral.