La favela elige a Dilma

Los 11,5 millones de personas que viven en los barrios humildes han mejorado su situación y lo agradecen dando apoyo al Gobierno

E. S. / RÍO DE JANEIRO

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Alta, delgada y vestida a la última, Vitoria Flores, de 18 años, espera sentada en una parada de autobús en una avenida del lujoso barrio de Leblón, en Río de Janeiro. Escuchando música en su Ipod, esta estudiante de moda y modelo ocasional ojea los mensajes en su smartphone para acortar la larga espera. Cuando llega el autobús, esta belleza negra se acomoda como una más entre albañiles, limpiadoras domésticas y estudiantes universitarios que abarrotan el transporte público. El destino de todos ellos es el mismo: la favela de Rocinha.

Con 69.356 habitantes, según el Ayuntamiento de Río de Janeiro y 300.000 según los vecinos, es la mayor favela de Latinoamérica y hasta hace apenas cuatro años uno de los 10 lugares más peligrosos del mundo. Con su pacificación en el 2011, es decir, la entrada de la policía para expulsar a los narcotraficantes, las expectativas de este rincón escondido de la «cidade maravilhosa» mejoraron enormemente.

Hoy por hoy, el 65% de los 11,5 millones de brasileños que habitan las favelas pertenecen a la llamada clase media, o clase C, y su renta anual supone 63.200 millones de reales, unos 20.076 millones de euros o, lo que es lo mismo, el poder de consumo de todas las familias de Bolivia y Paraguay juntas. Desde la llegada al poder del primer gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) con Lula da Silva, en el 2003, los favelados que han salido de la pobreza se han duplicado y son mayoría en sus «comunidades», como llaman a las favelas.

«Me considero una ciudadana más de clase C. Mi familia nunca pasó por dificultades extremas», afirma Vitoria mientras encara una de las empinadas laderas de Rocinha. Como muchas otras familias de la comunidad, los últimos años han podido permitirse electrodomésticos o caprichos que hasta hace poco eran impensables. De hecho, el 46% de las casas de la favela ya poseen un televisor LCD, un porcentaje mayor que el 35% del conjunto de Brasil.

«Muchos han mejorado su vida aquí y se han podido ir permitiendo pequeños lujos, la mayoría está feliz con la marcha del país», reconoce esta joven que en los fines de semana se gana un dinero extra y practica su inglés organizando rutas turísticas con visitantes de todo el mundo.

Es el mejor ejemplo de una generación que se ha criado en un mundo más cosmopolita, abierta al mundo, con internet y smartphones al alcance de sus bolsillos, que ha dinamitado la vieja frontera invisible entre los pobladores de las favelas y de los barrios ricos del sur de la ciudad. Estas serán las primeras elecciones presidenciales en las que Vitoria podrá votar.

MÁS TIEMPO

«Votaré a Dilma Rousseff porque estoy a punto de entrar en la universidad gracias a incentivos que creó el Gobierno del PT, como el programa Prouni o Ciencias sin Fronteras», confiesa Vitoria, que se encuentra acabando un curso de moda privado y aspira a una de las plazas de diseño en una universidad pública. Para ella, los proyectos iniciados por el Gobierno de Rousseff «necesitan de más tiempo para dar sus frutos» y reconoce que jamás votaría a Aécio Neves porque no se identifica con el mensaje del candidato al que muchos en Rocinha asocian a sus vecinos ricos de Ipanema o Leblón, a los que conocen como playboyzinhos.

La historia de Vitoria es una más de las cientos de miles que pueden escucharse en las favelas de Río de Janeiro. Sus habitantes ya no son marginados sino personas que unas calles más abajo se funden con el resto. Puede que no todos ellos apoyen a Dilma Rousseff, pero muchos de ellos se niegan a declarar su apoyo por un candidato, Aécio Neves, cuyo partido les mantuvo en el más absoluto de los desprecios durante años.